A la media noche

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Las calles de la ciudad resuenan por la lluvia intensa. No se ve nada ni a nadie en los pasillos y callejones del pueblo.
Sin hacer ruido, una joven mujer aparece saliendo por un callejón.
De lejos, se ve la silueta, un hombre alto, encapuchado... mas aterrador por su silencio que por su apariencia, se acerca lentamente.

Ella no le teme, o finge no hacerlo. El semblante de la bella dama era palido como la nieve, sus labios carnosos perdían su color rojizo a causa del frío, sus bellos ojos azulados no podían ocultar el dolor y la pérdida del sueño a causa de su padecimiento. No obstante, se veía firme al caminar entre los charcos de la calle, como si la enfermedad no le afectara... Aunque por dentro está gritando.

Nuevamente, como por arte de magia, aparece el mismo sujeto frente a ella. Esta vez, con el torso más doblado de lo normal y con unos brazos extremadamente alargados. Su rostro no era visible, puesto que está a contra luz y con una capucha puesta. Se acerca lentamente hacia la joven, quién no se muestra asustada ante los hechos. Da dos pasos hacia atrás, sin quitarle la vista al ser sobrenatural.

Se detiene... Suspira y cae. La dolencia la consume por dentro y ya no puede mas. ¡Intenta correr!, Pero le es imposible y a los tres pasos vuelve a caer. El hombre no se inmuta al verla sufrir. La chica, en el suelo, voltea a ver si el sujeto aún está... Pero sus latidos se aceleran ver que está jusmente frente a ella... Observándola hacia los ojo.
Empieza a jadear, su corazón no puede con tantas emociónes a la vez. Traga saliva, intenta recuperar el aliento, pero el frío se lo impide. La lluvia hace que la escena sea más desgarradora de lo que se imagina uno...

- ¿Porque huyes de mi?... Si sabes que no hay otro camino. - dice el sujeto con una voz espectral, una voz que resuena en la cabeza de la mujer, una voz... Que deja callada a la bella.
- ¿Quien eres?... ¿que quieres de mí?. - Contesta después de recobrar el aliento.

El ser decide no contestar al momento, sino que se queda callado viendo el rostro de la que está frente a él. Acerca su pálida y fría mano hacia ella, y con una acción rápida, acaricia un costado de su cara. Sin quererlo, sus desnutridos y amorfos dedos la cortan al pasar.

- Me disculpo por eso... - exclamó - No fue mi intención dañar tan bella pintura.
- ¿Que?. - Dice asustada.
- Sarah... Si no me equivoco... Hija de Isabella y Sir. Denis de Leiden. Una bella pareja que vio su fin una noche como está... La luna vió lo que causa el pavimento mojado en un momento inadecuado... La luna ve muchas cosas, querida.

La chica se quedó perpleja, ahora con los brazos en el pecho y sentada en medio de la lluvia, en el centro del pueblo. No da por hecho lo que acaba de oír.

- Co... - tose - ¿como sabes lo de mis padres?.
- Sarah... Yo estuve ahí. Para ser sincero, ay veces en las que odio esto. Es como una maldición...
- ¿Que eres?...

El hombre se levanta y la observa detenidamente. Ve como la pobre mujer está sentada entre el charco que dejó la lluvia. Se queda callado por un rato.

- Si te lo dijera... Te tendría que llevar en ese instante. - Exclama la silueta.- No quiero asustarte... Pero, en este mundo me tocó el peor trabajo. Todos me temen, incluso hasta el más rudo de la tierra... Y... Por lo menos, me gustaría contarle a alguien lo que siento en estos momentos.
- Eres... - dice asustada la chica.
- Así es, Sarah... Lo soy. Y lo siento por esta situación, pero, no había de otra manera posible. Hoy, alguien vendrá conmigo a casa. Y me temo que eres tú.

Sarah soltó en llanto, no precisamente por lo que le dijo el ser. Sino porque, sabía que aquí pararía si dolor. Aqui terminará su camino. El hombre, seca sus lágrimas al mismo tiempo que un relámpago alumbra el lugar... Sus fosas oculares completamente vacías sigue viéndola, por más que no tenga sentido lo antes dicho.

- Lo siento, Sarah... Alguien tan joven y bella como tú no merecía esto. Yo no controlo el destino... Solo soy uno más entre esta larga lista que se encargan del siclo. Te descuidaron mucho, y no te merecias eso. Siento mucho tu dolencia, pero no hay de otra. Te prometo que a donde vamos, no habrá dolor alguno.
- ¿Ningún dolor? - Repite Sarah.
- Ninguno.

Ante la promesa hecha, Sarah suspira. Deja caer una lágrima en el charco, su piel cada vez es más pálida y el frío la invade. Aquella bella dama, supo lo que estaba pasando, así que, entre la intensa lluvia y la luz de la luna... Aceptó.

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