El Ebrio y el Sobrio

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Ahí estaban los dos, uno más ebrio que el otro. Ambos estaban destrozados por el amor.

Uno bebía y bebía mientras que el otro cada vez se deprimía más. El borracho alzó la mirada, más por reflejo que por iniciativa se volteó hacia el otro sujeto y le dijo con voz entrecortada:

- Dime, ¿tú has sufrido por amor?

A lo que el otro sujeto, con los ojos aguanto el llanto, pero a la vez con una mirada seria le contesta:

- De hecho, es por eso que estoy aquí.

Los dos se quedaron callados. El bar tenía una apariencia deprimente, el ventilador del techo apenas daba aire, las mesas de madera estaban vacías, al igual que el resto del lugar.

El Bar Man se les acercó, les preguntó si querían algo más, a lo que el primero le pidió otra cerveza mientras que el segundo decidió absentarse. El ebrio vio al callado, y luego se volvió hacia el Barman y le dijo "mejor que sean dos"...

- ¿Te vas a tomar las dos? - Pregunta el serio.

- Ja... no, una es para ti. Aunque si podría hacerlo.

- No, Gracias. Yo no tomo.

- No te pregunté, viejo.

Frunce los labios. Finalmente afirma con la mirada. El otro solo lo observa.

- Oye...-dice con cierta tristeza el ebrio- ¿qué es más doloroso que el amor?

- Pues, no se... -contesta- Imagino que la razón por la que empieza y termina algo.

- Ya veo.

- ¿Tienes un problema con tu mujer? -le preguntó al sujeto.

- Algo así... ¿y tú?

- También. Hace poco tuve una discusión con ella, no le quise hacer caso, y ahora soy yo quien paga por eso.

- Que mal...

- ¡Soy un idiota!... -dice llorando.

- ... No te culpes, Amigo. No hay errores que no puedas arreglar aun. -le dice intentando motivarlo.

- ¿Porque lo dices?...

- Mientras los dos estén vivos y se amen... no veo porque no se pueda arreglar su relación.

- Todavía no puedo entender porque lo hice -dice entre lágrimas.

- ¿Hacer que?.

- Ella quería que tengamos un hijo... pero yo por mi maldita inseguridad me negué... le dije que nunca lo haré...

El Barman regresó con dos botellas de cerveza, las puso en la mesa y acto seguido se retira. El serio agarra la botella, la observa y pasa su índice por la boquilla. El borracho lo observa, se queda callado mientras lo observa.

- Un hijo... -dice el segundo de los hombres.

-Si... un hijo -repite el ebrio lamentándose.

- Puedes reparar las cosas aun.

- ... un hijo...

- Sabes, mi esposa y yo también lo habíamos planeado hace un año...

- ¿Tener un hijo? -pregunta con voz llorosa.

- Si. Era nuestro más grande anhelo...

- Y... ¿si lo tuvieron?.

- No... -dice con dolor.

El ambiente se ponía cada vez más triste. Los dos hombres estaban sentados, ambos sin tomar un trago de sus bebidas. El sobrio estaba con la mirada fija, como si estuviese buscando palabras para explicarle al desconocido con el que habla. El otro mientras tanto, lo veía cada vez más con mirada comprensiva. A pesar de que estaba ebrio, reconocía el dolor de la nostalgia cuando la ve. Levantó su brazo y le dio unas palmadas en el hombro a su nuevo amigo.

Él, mordió sus labios. Dio un golpe a la mesa, finalmente... soltó unas lágrimas.

- Yo... ella... -suspira- queríamos tener un hijo. Pero, el destino... como si fuera por un maldito capricho de él. No nos lo permitió...

- Oye, cuanto lo siento.

- A ella le dolió más la noticia. Intenté calmarla... pero solo empeoré las cosas... -bebe un sorbo de su botella- todavía recuerdo lo último que le dije... "está bien, no me importa. Total, a nadie le importa".

- ¿Se separaron?

- No... a la mañana siguiente, me enteré que ella murió. Cayó en una depresión.

Soltó en llanto. Dejo caer la cabeza en la mesa y se cubrió. El otro, mientras, solo le extendió el brazo y lo intentó consolar.

Fue en ese entonces, que se dio cuenta en lo que le había dicho tiempo atrás el mismo hombre. "Todavía puedo arreglarlo" pensó.

Aun con sentimiento de culpa, intenta calmar el llanto de su amigo. Los dos empiezan a tomar sus bebidas.

Al final de la noche, el borracho, decae. El ebrio revisa su cartera y ve en una tarjeta la dirección de la casa de su amigo. Llama un taxi, le indica donde ir. Al paso de dos horas llegan.

Sosteniéndolo con un brazo, el sobrio abre la puerta de su hogar y lo acuesta en el sofá. Aunque el otro no lo vea y ni mucho menos lo escuche, se despide y le agradece por todo. Sale y se sienta en la banqueta de la cuadra para poder ver la luna.

- ... Te extraño mucho, mi vida. -exclamó- No hay día que pase que no me culpe. Lamento que lo nuestro terminara de esa forma... sabes, todavía tengo esos bellos recuerdos tuyos, -empieza a lagrimear- nunca los olvidare. Fuiste y siempre serás mi más grande amor... ahora, solo me queda esperar a estar pronto contigo. De hecho, creo que no tengo una razón para estar aquí...

Mira tranquilamente la luna por un largo tiempo. Después se levanta y voltea hacia el hogar de otro hombre.

- Descansa... amigo.

Luego vuelve a ver al cielo.

- Descansa... mi estrella.

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