Capitulo 20
—No lo sé —suspiró ella—. Algunas veces Nueva York me parece tan lleno de gente... Me siento encerrada.
-Pensábamos que eras feliz allí.
—Lo era... Lo soy... Es un lugar muy emocionante y lleno de muchas clases diferentes de personas —le dijo a su padre—, pero, algunas veces, echo de menos la tranquilidad, la paz, los espacios abiertos... No me hagas caso. Es una tontería —añadió, mientras seguía midiendo el grano—. Últimamente he sentido algo de añoranza, eso es todo. El proyecto que acabo de terminar era fascinante, pero me ha exigido mucho...
—Miley, si no eres feliz, si hay algo que te preocupa, quiero ayudarte.
Durante un instante deseó apoyarse sobre el hombro de su padre y contarle todas sus dudas y frustraciones, pero, ¿de qué serviría hacerle llevar a él también aquella carga? ¿Qué podría hacer su padre sobre el hecho de que ella amaba a un hombre que sólo la consideraba una diversión temporal, un bien de mercado para poder vender más revistas? ¿Cómo podía explicarle que estaba triste porque había conocido a un hombre que le había robado el corazón para rompérselo en mil pedazos sin esfuerzo alguno? Sacudió la cabeza y le dedicó una sonrisa a su progenitor.
—No es nada. Supongo que sólo es un poco de agotamiento tras haber terminado el proyecto «Depresión posfotográfica».Voy a dar de comer a las gallinas.
Muy pronto, la casa se llenó de gente. El eco de las voces, de las risas y de los sonidos de los niños resonó en la granja. Las tareas familiares y el afecto sincero la ayudaron a olvidarse temporalmente del vacío que seguía obsesionándola.
Cuando, al final de la jornada, sólo quedó el silencio, Miley permaneció sola en el salón. No deseaba buscar la comodidad de su dormitorio. Se acurrucó en un sillón y observó las luces del árbol. Sin poder evitarlo, comenzó a especular sobre cómo habría pasado Justin aquel día festivo. Tal vez habría estado a solas con Charlene o los dos habrían asistido a una fiesta en el club de campo. Seguramente en aquellos momentos, los dos estaban sentados delante de un buen fuego. Charlene estaría entre los brazos de Justin, ataviada con aquel hermoso camisón...
Sintió un dolor tan fuerte como el que habría causado la punta de una flecha. Inmediatamente, se vio envuelta por una tortuosa combinación de celos y desesperación. Sin embargo, no consiguió borrar la imagen de su pensamiento.
Los días de asueto pasaron muy rápidamente. Miley disfrutó mucho, inmersa en una rutina que agradeció profundamente. El viento de Nashville consiguió llevarse una parte de su depresión. Dio largos paseos a solas, en los que contempló las onduladas colinas y los sembrados de trigo invernal.
Sabía que la gente de la ciudad nunca comprendería aquello. Extendió los brazos y giró sobre sí misma. En sus elegantes apartamentos, ellos nunca sentirían la alegría por formar parte de la tierra. La tierra. Examinó su infinidad con ojos maravillados. La tierra era indomable. La tierra era eterna. Allí habían habitado indios, pioneros y granjeros. Iban y venían, vivían y morían, pero la tierra permanecía. Cuando ella misma hubiera desaparecido y otra generación hubiera nacido, el trigo seguiría ondeándose bajo el brillante sol del estío. La tierra les daba lo que necesitaban, era rica y fértil y entregaba al hombre kilos y kilos de trigo un año tras otro pidiendo a cambio sólo su honrado trabajo.
«Adoro esto», pensó. «Adoro el tacto de la tierra en mis manos y bajo mis pies desnudos en los días de verano. Adoro su rico y limpio aroma. Supongo que, a pesar de toda la sofisticación que he adquirido, sigo siendo una chica de campo», reflexionó. Poco a poco, fue regresando hacia la casa. « ¿Qué voy a hacer al respecto? Tengo una carrera, un hogar en Nueva York. Tengo veinticuatro años. No puedo arrojar la toalla y regresar a la granja. No. Debo regresar y hacer lo que mejor sé hacer». Con firmeza, se negó a escuchar la vocecilla que afirmaba que su decisión se había visto influida por otro residente de Nueva York.
Justo cuando entraba en la casa, el teléfono comenzó a sonar. Lo contestó mientras se quitaba el abrigo.
-¿Sí?
-Hola, Miley.
— ¿Justin? —preguntó ella. No sabía que se pudiera experimentar un dolor tan agudo con tan sólo escuchar una voz.
—Muy bien —contestó él, con su habitual tono jocoso—. ¿Cómo estás tú?
—Bien, estoy bien. Yo... yo no esperaba tener noticias tuyas. ¿Hay algún problema?
— ¿Problema? No, al menos ninguno que sea permanente. Pensé que tal vez necesitaras que alguien te recordara Nueva York. No queremos que se te olvide que tienes que regresar.
—No, no se me ha olvidado —afirmó ella. Entonces, trató de encontrar un tono vagamente profesional para su voz—. ¿Tienes algo en mente para mí?
— ¿En mente? Bueno, podríamos decir que tengo un par de cosas en mente... ¿Acaso tienes ganas de volver al trabajo?
—Oh... Sí, sí, claro que sí. No quiero oxidarme.
—Entiendo. En ese caso veremos lo que puedo hacer por ti cuando regreses. Sería una estupidez no utilizar tus talentos.
—Estoy segura de que se te ocurrirá algo ventajoso para los dos —afirmó ella, tratando de imitar el tono profesional de Justin.
—Mmm... ¿Vas a regresar para el fin de semana?
—Sí, el día dos.
—Me mantendré en contacto. Mantén tu agenda libre de compromisos. Te volveremos a poner delante de una cámara, si es eso lo que deseas.
—Muy bien. Yo... bueno, gracias por llamar.
—El gusto ha sido mío. Nos veremos cuando regreses.
—Sí. Justin... —dijo, tratando de encontrar algo más que decir. Quería aferrarse a aquel pequeño contacto, tal vez sólo para oír cómo decía su nombre una vez más.
-¿Sí?
-Nada, nada -respondió. Cerró los ojos y maldijo su falta de imaginación—. Esperaré a tener noticias tuyas.
—Muy bien —repuso él. Entonces, se detuvo un instante. Cuando volvió a hablar, su voz era mucho más suave-. Que te diviertas mucho, Miley
ESTÁS LEYENDO
La imagen del amor (miley cyrus & justin bieber) ©
FanfictionSinopsis: A pesar de su sofisticada belleza, el corazón de la modelo Miley Ray Cyrus seguía estando en el pequeño pueblo de Nashville en el que nació. ¿Cómo iba a ser capaz de resistir el arrollador encanto de su nuevo jefe, el fascinante magnate de...