Capítulo 12

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Alba's POV.

Me quité la sudadera blanca y la dejé caer al suelo de la habitación de Sonia. Me giré para ver cómo estaba agachada rebuscando por los cajones de su armario algo que pudiera gustarme para ponérmelo. Le había insistido en que no hacía falta, que yo con cualquier sudadera me arreglaba, pero ella seguía con la idea de vestirme como ella quisiera.

—De verdad, que no hace falta que te pongas a buscar algo expresamente para mí —le repetí, mientras que recogía la sudadera manchada de tomate del suelo.

Ella se giró y me observó. No disimuló ni nada, simplemente su cabeza se movió de arriba abajo mientras que en su rostro se formaba una pequeña sonrisa que iba aumentando cada vez que subía más la mirada.

—Hola, sigo aquí, ¿eh? —la saludé, y ella sacudió la cabeza, riendo. Puse los ojos en blanco.

—Ay, ¡perdón! Es que hace mucho tiempo que no veo a una chica... —cerró los ojos fuertemente y negó con la cabeza— A ver, que no, que soy virgen ¿eh? A lo que me refería era a que... —me señaló y yo reí.

—Ya, ya, te he entendido —volví a reír, y ella se mordió el labio avergonzada, mientras que se levantaba del suelo con una camiseta entre sus manos.

—Toma, creo que esto es lo único que probablemente te guste de mi armario —rió y me entregó una camiseta negra con unas letras en color blanco.

—¿Para esto has tardado tanto? —arqueé una ceja divertida, y ella asintió riendo.

—Sí, ¿por qué crees que tengo moto? Porque con el tiempo que me lleva buscar algo para ponerme, pierdo media mañana —bromeó y empezamos a reír.

Me puse la camiseta que me había entregado delante suya, la verdad es que me daba igual que me viera en ropa interior. Pude sentir su mirada fija en mí, ella no movía un dedo, se mantuvo quieta durante todo el tiempo que estuve colocándome la prenda de ropa.

—¿Sigues teniendo hambre? —preguntó mientras que cogía mi sudadera manchada y la tiró a una esquina de la habitación.

—No, se me ha quitado el hambre en cuanto escuché que han expulsado a Carlos —sonreí de oreja a oreja— Es que, siento que la vida empieza a sonreírme un poco. Desde que llegaste tú, todo ha cambiado y para bien. Aún no acabo de entender por qué, pero tú fuiste la única persona que se atrevió a hablarme y apostó casi todo por mí. Te conté mi historia, todo lo que sufro por culpa de ese gilipollas... —apreté los labios y miré al suelo— Pero a ti te dio igual, seguiste hablándome y aún encima me ayudaste con mi problema. Eres admirable, Sonia, y no puedo estar más agradecida contigo por haber entrado en mi vida. Vale, quizás suene un poco raro porque te conozco desde hace una semana y dos días o así, pero... Creo que eres mi mejor amiga.

La miré a la cara, tenía un toque de tristeza pero a la vez de felicidad. Era una expresión amarga y dulce a la vez. Se pasó la lengua por los labios y suspiró antes de hablar:

—Creo que tú también eres mi mejor amiga. Eres la única que sabe que me gustan las chicas, ya sabes... ¿Sabes lo difícil que es fingir que estás enamorada de un tío cuando ni tú misma te lo crees? Joder, es que no me gustan los chicos, lo he intentado pero es imposible. Supongo que me hicieron demasiado daño en el pasado. Y es por eso que te digo que no soy para nada perfecta, soy una falsa de mierda, hago eso sólo para quedar bien delante de mis amigas y que no me miren mal o por encima del hombro cuando paso por su lado por el pasillo —me miró a los ojos y rodeó mi cintura con sus brazos, yo hice lo mismo con mis brazos pero rodeé su cuello— Pero créeme que contigo soy cien por cien real, me haces bien.

Sonreí y la abracé. Apoyé mi cabeza en su hombro y sentí su sonrisa pegada a mi cabeza, por lo que no pude evitar sonreír yo también. El olor a vainilla que emanaban Sonia y su camiseta inundó mis fosas nasales y eso me hizo cambiar de idea sobre la definición de paraíso. Vale, quizás me estaba enamorando de Sonia, pero... Eso es normal, ¿no?

Despegué mi cabeza de su hombro, pero nuestros cuerpos seguían abrazados. La miré a los ojos y fui bajando la mirada hasta llegar a sus labios. Me acerqué lentamente a ellos, y ella no se negó. Los rocé con los míos suavemente, no estaba segura de lo que iba a hacer. Nos quedamos así, nuestros labios estaban rozándose, no nos habíamos besado aún pero estar así de juntas era suficiente para ambas. Cansada de esperar, la morena juntó nuestros labios inesperada y a mí me costó reaccionar, pero en pocos segundos ya estaba con los ojos cerrados disfrutando del beso. Nos separamos unos segundos más tarde y yo junté nuestras frentes. Apoyé la mano en su nuca, no sé si para acercarla más a mí o sólo para que no se escapara de allí. Nuestras respiraciones se mezclaban, eran agitadas y pesadas.

—Joder, Alba... —gruñó ella, pero no le di tiempo a acabar.

Volví a juntar nuestros labios, éstos se movían al mismo ritmo y hacían un dúo perfecto. Sentí cómo su lengua acariciaba mi labio inferior, pidiendo paso para entrar en mi boca. Acepté y así nos mantuvimos durante unos momentos más. Subió su mano hasta mi cara y la acomodó para poder besarme mejor.

Nos separamos y nos miramos a los ojos, después soltamos a la vez una risa débil mientras que yo jugaba con el dobladillo de su camiseta. No tenía intención de quitársela, pero supongo que aquella era una manía que había adquirido desde que subí en el asiento trasero de su moto.

—Mierda... —murmuré, y ella pasó un dedo por mi labio inferior mientras que ella se mordía el suyo.

—¿Qué pasa peque? —preguntó envolviéndome con sus brazos.

—Eres demasiado perfecta para mí, no te merezco —dije escondiendo la cabeza en su hombro, comenzando a llorar.

—Eh, no digas eso ¿vale? —acarició mi pelo— Tú te lo mereces todo. Y si eso me incluye a mí, ¿qué le voy a hacer? —se encogió de hombros y yo sonreí.

Por fin algo de felicidad en mi vida.
Por fin nosotras.

Light & Dark - (Albonia, Sweet California)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora