Capítulo 24

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Alba's POV.

Dos semanas después de aquel día, llegó diciembre y era un mes que se hacía notar. El frío y el espíritu pre-navideño era lo único que tenía en aquellos momentos, porque la verdad es que no tenía nada más que eso. Hacía tiempo que no veía a Sonia, sólo la vi desde mi ventana cuando llegó del hospital en coche. Era duro saber que después de todo lo que nos había ocurrido ahora fuésemos como dos extrañas. ¿Qué nos había pasado? Lo último que recordaba de ella era la imagen de ella acostada en la camilla de hospital mientras me miraba con los ojos llorosos. Me dolía más a mí que a ella, pero la verdad es que no me arrepiento para nada de haberle dicho lo que le dije. Quizás me pasé al llamarla egocéntrica, pero ella ni siquiera tuvo lo que hay que tener para decirme aquello que se estaba callando. 

—Hombre, mírala —escuché una voz demasiado familiar detrás de mí.

Me giré y me encontré con Sonia caminando hacia mí ayudándose de dos muletas. Aprovechando eso, empecé a caminar más rápido para que no me alcanzase y ella gritó mi nombre.

—¿No ves que voy con dos putas muletas? —dijo cuando ya me paré y estábamos juntas.

—Ah —me encogí de hombros y ella apoyó una de sus muletas en las taquillas y dirigió su mano libre a mi cara, la cual rechacé.

—Bueno mira, no sé que es lo que te ha hecho cambiar de opinión tan rápido sobre mí, pero por favor... Quiero que lo nuestro salga bien, necesito contarte muchas cosas y no voy a parar hasta conseguirlo.

—Creo que sabes de sobra el por qué.

—Lo sé, soy una irresponsable y una gilipollas de mierda... Pero, ¿qué le voy a hacer?

—Intenta preocuparte un poco más por los demás. Me duele mucho verte así, ¿no lo entiendes? 

—A mí me duele aún más saber que yo soy la causante de ese dolor. Te quiero demasiado como para permitir que alguien te haga daño, y si ese alguien soy yo... Jamás me lo perdonaría, Alba.

No sabía que decir, así que simplemente me quedé callada mientras miraba al suelo hasta que Sonia preguntó:

—Alba, ¿tú me quieres?

Aquella pregunta me pilló por sorpresa, no sabía qué responder. Estaba claro que la quería, si no, no habría dejado de hablarle. Aquello lo hice por su bien, para que pensara lo que había hecho.

—No te quiero, te amo, Sonia...

—¿Y por qué no me dejas arreglar esto? —me cortó, como una niña pequeña.

—¿Me dejas terminar? —asintió con la cabeza— Te amo, Sonia. Esto de dejarte de hablar lo hago por la misma razón; porque te quiero. Quiero que te des cuenta de lo que realmente tienes y de lo que no. Te aseguro que a mí me tienes, eso no lo dudes... Pero sólo quiero que te pongas en el lugar de los demás antes de hacer algo así.

—Joder Alba, sé lo que estás pasando, créeme... Y no hay nada peor que alguien tan importante para ti haga una cosa así.

—No creo que hayas pasado por algo así.

Ella suspiró y volvió a coger la muleta, la cual estaba apoyada en las taquillas.

—Ven conmigo.

—¿Qué? No, ni hablar. Tengo clase —negué con la cabeza y intenté andar hacia el aula.

—Que vengas, joder. ¿Quieres saber más sobre mi historia? —me paré en seco y me giré para mirarla, tenía ojos suplicantes y su boca formaba una línea recta, casi sin expresar nada.

—¿Qué ha pasado ahora?

No dijo nada más, echó a andar hacia el patio. La seguí unos cuantos pasos detrás suya mientras salíamos del gran edificio a la misma vez que la gente entraba en él. Vi cómo se sentaba como podía en un banco, así que aceleré mi paso para llegar lo antes posible a su lado y sentarme allí con ella.

—Sé por lo que estás pasando y no puedo sentirme más mal a respecto —suspiró, y yo intenté hablar pero ella puso un dedo sobre mis labios para que no dijese nada— Mi padre hacía lo mismo todas las putas noches. Tenía solamente nueve años cuando se fue de mi casa sin decir nada —tragó saliva sonoramente y entrecerró los ojos mientras miraba al suelo— ¿Sabes cómo me las tuve que apañar para marcar tres putos números en el móvil de mi madre para llamar a la ambulancia?

—¿Llamarla para qué? —arqueé una ceja y ella se tiró el pelo para atrás mientras soltaba otro gran suspiro.

—Porque mi madre se había puesto de parto.

La imagen de una Sonia de nueve años llamando a la ambulancia para ayudar a su madre rompió mi corazón en miles de pedacitos a la vez que me enternecía. 

—Por eso vinimos a Alicante. Soy de Sevilla, por si no lo sabías —esbozó una sonrisa y yo lo intenté, pero me salió una mueca— Queríamos que mi hermano viviese una vida alejada de nuestro pasado en Sevilla. Él no sabe nada de esto, así que... Por favor, si alguna vez sale el tema no le cuentes nada.

—¿Por qué le iba a decir algo así?

—Porque lo nuestro va a ser para siempre y te vas a ver más de una vez con él, y entonces...

A pesar de la historia que Sonia me había contado, me hizo reír en aquel momento.

—Madre mía Sonia... No sabía que habías pasado por todo eso de tan pequeña.

—Pues sí... Y te entiendo muy bien. Si de repente apareciese por aquí... Tío, reaccionaría peor no, lo siguiente que tú.

Hice como que no escuché aquello último y abracé a la morena de lado. La historia que me acababa de contar era tan dura que casi podía sentirla yo misma. No podía creer lo que acababa de escuchar. ¿De verdad Sonia había pasado por todo eso de pequeña? Me había contado algo parecido hace tiempo, pero nunca entró en detalles, y ahora que lo había hecho no podía sentirme más mal por la forma en la que había reaccionado cuando la encontré en el hospital. Estaba claro que no había sido un acto de responsabilidad por su parte, pero todo lo que le dije en ese momento tampoco lo fue.

—Joder, lo siento mucho, Sonia... Sé que no debería haber reaccionado así, pero viéndote allí acostada por culpa de...

—No te preocupes, de haber estado yo en tu lugar, habría reaccionado igual —me aseguró y dejó un beso en mi sien— Pero seguramente, habría acabado de otra forma.

—¿De qué forma? —arqueé una ceja.

—Tía, Albonia en su estado más puro, ahí hablando de... —escuché una voz demasiado familiar detrás nuestra, cosa que hizo que Sonia y yo nos girásemos para ver de quién se trataba.

—¡Cállate, nos están mirando! —exclamó Laura mientras le pegaba un codazo a su amiga, que estaba echándonos una foto.

Sonia y yo estallamos en carcajadas mientras observábamos la escena. Camila nos miraba con los ojos bien abiertos, sorprendida, mientras que Laura nos miraba muerta de vergüenza.

—¿Os habéis reconciliado? —preguntó Camila, y yo rápidamente hice un gesto para que se callase, pero pareció no pillarlo y siguió hablando.

Miré a Sonia en busca de la respuesta y ella se encogió de hombros.

—Estábamos en ello —dijo ella a la vez que las otras dos chicas se acercaban a nosotras.

—Lo siento mucho, Camila a veces puede ser muy... Muy... —Laura hizo un gesto raro con las manos y luego soltó un gruñido, haciendo que Sonia riese.

Empezamos a hablar durante unos escasos minutos, yo con Camila y Sonia con Laura. Mientras hablábamos, un grupo de gente salió del gimnasio para empezar a correr, y Camila gritó el nombre de una de las chicas que había corriendo, Rocío. Giré mi cabeza para ver de quién se trataba y me encontré con una chica de más o menos mi edad. Era rubia, alta, delgada y muy guapa. Podía sentir la mirada de Sonia fija en mí mientras me mataba con ella, porque a decir verdad, me había quedado embobada mirando a aquella chica.

Light & Dark - (Albonia, Sweet California)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora