I. Seguridad

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La amistad es una mente en dos cuerpos.

Mencius


Judy seguía en brazos de Nick, sintiéndose segura y, en el fondo, algo a gusto. Él la abrazaba de una manera protectora que ella agradecía, si no hubiera sido por el zorro, habría roto a llorar, o se hubiera desmayado; lo segundo era más probable porque las piernas le flaquearon.

Se permitió olvidarse de todo por un breve instante mientras inspiraba con fuerza, reconociendo el tan común olor de Nick: colonia y, peculiarmente, clavo. Inspiró una segunda vez y cundo exhaló se separó de él.

Pasó la vista por el lugar; un círculo perfecto rodeaba al cuerpo del carnero y sentía en sus patas la tarjeta que se le había caído al animal. Antes de decidirse a caminar hacia allí pudo captar palabras sueltas que salían de murmullos de los oficiales. «Un muerto», «carnero», «puñalada», «pulmones». Los pesados pasos de Bogo empezaron a sonar más cerca.

Se armó de valor y dio un paso, luego otro y al tercero algo húmedo le surcó el rostro. Se pasó una pata para limpiarse y cuando la vio se tambaleó.

Sangre.

La sangre del carnero. Se había olvidado de eso.

Las piernas le flaquearon como si fueran de goma y el olor metálico la mareó por completo, calándole hondo. Iba a llamar a Nick por acto de reflejo, pero no fue necesario; él ya la estaba sujetando de nuevo.

—Judy —dijo. «Judy». Ella recordó que él solo la llamaba así cuando estaba asustado o la situación era peligrosa. ¿Sería lo primero o lo segundo?—. ¿Puedes andar?

No respondió, solo se irguió y dio un paso; y se tambaleó de nuevo.

—Creo que eso es un no —dijo Nick. Le pasó una pata por las piernas y la cargó, recostándola en su hombro.

Judy soltó un gritito ahogado. Nick estaba cargándola en brazos. Allí. En la jefatura. Ella solo le permitía cargarla así cuando quedaba rendida los jueves de películas en casa de alguno de los dos, pero ¿allí?

—Nick —exclamó—, ¿qué haces?

—Déjate ayudar, Zanahorias.



En los casilleros de la ducha comunitaria del gimnasio de la jefatura, Nick estaba con una toalla limpiándole la sangre a Judy.

Recordó cuando salió del despacho de Bogo y vio a Judy cubierta de sangre. Por un horrible momento pensó que era de ella y sintió que el suelo se abría bajo sus pies y caía en la nada, pero recobró la compostura al darse cuenta que era del carnero, no de ella. Aunque solo se calmó por completo cuando la sintió en sus brazos.

Había dos toallas, rojas por completo, hechas una bola en el suelo; Nick tenía la tercera en su pata, limpiándole la pata a Judy.

—Trae —pidió Nick, tomándole la pata a Judy. Es tan pequeña, se dijo, y las almohadillas eran más suaves que las de él.

Recordó cuando un jueves en su casa, mientras ella elegía la película a ver, Nick se había divertido con las minigarritas de ella hasta que la hizo enojar.

—Casi me matas, Zanahorias —dijo al terminar con su pata; comenzó con la otra—. ¿No pudiste esperarme?

Judy suspiró.

—La emoción del momento, Nick.

Él frunció el ceño al oír esa frase. Era como el credo de ella. Siempre se la repetía cada vez que hacía una locura. Cuando casi se la llevó un carro al rescatar a un cachorro en medio de la autopista; cuando salió corriendo tras un ladrón armado con una cuchilla, sin el arma tranquilizante; cuando se metió a detener una pelea entre dos osos; y la lista sigue. En lugar de estar relajado y comerse una popsipatita como debía de ser, tenía que estar cuidándola.

Zootopia: JusticiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora