Prólogo

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Cuando nací, mis padres agradecieron a su propio Dios el traerme completamente sano, el que yo pudiera ser un bebé lleno de bendiciones y con un montón de energía. Jamás había comprendido por qué algo tan normal como eso tendría que ser exageradamente agradecido. Papá mencionó que era porque tenía suerte, que Dios me había bajado a la tierra para cumplir mi misión de vida.

Era tonto porque no sabía cual era esa misión, aunque tampoco era algo que estuviera buscando día y noche. Sin querer dejé pasar el tiempo, no pensando en mi verdadero motivo de vida y eso sólo llegó sin querer.

Los días once mamá me había acostumbrado a visitar al dentista. Así que cuando crecí, era común estar estos días del mes en la silla hidráulica recibiendo una limpieza dental. Era divertido pero no más que un hábito. Yo siempre tuve el error de volver todo un hábito y no algo que disfrutara hacer.

Fue once de marzo cuando comprendí por qué mis padres agradecían tanto; el por qué jamas debía ver mi vida como una rutina. Pero sobre todo, cual era mi misión de vida.

Era tarde cuando salí del gimnasio. En mis días de descanso esto era apresurado, pues solía visitar a mis padres, pero el tifón acercándose, en definitiva acababa mis planes. Las situación actual con ellos se limitaba en una línea de poca atención, ellos hacían como que les interesaba y yo como que los extrañaba. Tampoco es que haya sido tan apegado, pero no era fácil hablar con gente mayor, al menos no para mí.

Sin importar que dijeran más noticias, tuve que salir con una toalla en la cabeza corriendo. Mi auto estaba en el parqueadero de dos calles arriba, así que me mentalicé que llegaría mojado.

Corrí como pude pasando una calle, la gente me miró como un loco pero no importó. Para cuando la lluvia fue más fuerte, tuve que meterme en un establecimiento del que no vi el nombre.

Encontré a más gente ahí, así que esperé mirando con atención afuera. Adiós a la visita con mis padres y cita con el dentista.

—¿Es tan malo ahí afuera?

Escuché detrás de mí mirando instantáneamente un poco hacia abajo. La voz venía junto con un hombre más bajo que yo, de cabellos chocolate y ojos dormilones. Estrellas en forma de lunares en sus clavículas.

—Dijeron por las noticias que era un tifón —continuó relajando su mirada con una sonrisa. Yo asentí.

—Odio la lluvia, sólo quita tiempo que bien puede ser utilizado en el día.

—No es tan mala aunque comparto la opinión. Viéndolo así, es probable que no pueda asistir al dentista

Miré de nuevo la lluvia inundar la calle, subiendo de a poquito a la acera y amenazando a meterse a ese local. Di un paso atrás pegando con aquel hombre, escuchando un quejido y luego una risa.

—Descuida, el agua no va a entrar.

—No me asusta el agua —comenté mirando ese curioso tatuaje asomándose en su hombro—. Tengo un miedo irracional al morir ahogado.

—¿No será que no sabes nadar?

—Prefiero la tierra firme.

—¿Y el cielo?

—Ahí me sentiría a salvo.

Miró mis ojos y juro que vi algo. No místico o fantástico, algo que delatase que él no era del planeta. Sino, un brillo que seguramente vi antes en un espejo.

Hizo una reverencia con la mano en su abdomen, con tanto respeto que sorprendí. Luego simplemente habló.

—Mi nombre es Zhang YiXing ¿y el tuyo?

No hubo remedio, la lluvia no se detuvo y él tampoco salió corriendo. Yo tuve que responder.

—Wu YiFan. Hola.









Un puñado de estrellas »KrAyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora