Cuando digo tu nombre

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Los meses pasaron como agua, tanto que, en un abrir y cerrar de ojos, YiXing y yo estábamos cumpliendo trescientos sesenta y cinco días siendo oficialmente una pareja. A pesar de cómo estaban las cosas, YiXing siempre podía sonreírme y recordar porqué la vida era bella.

En una ocasión tuve celos de mi mejor amiga. Jessica había sabido ganarse a YiXing, ellos congeniaban a la perfección, entonces comprendí que es como si mi vida estuviera completa.

La ansiedad de YiXing había estado siendo controlada, yo mismo le cuidaba como Jessica. Así que el día que comimos juntos, Jess se encargó de preparar una comida deliciosa y exclusiva para todos. Ese mismo día juntos, me percaté de aquello que estaba ignorando ver desde hacía un tiempo.

—YiFan... ¿lo ves?

Salí de mi ensoñación cuando Jessica me habló. YiXing había ido a la cocina por té, quizá por eso ella aprovechó la oportunidad de hablarme muy bajito.

—Te estoy hablando, idiota.

—¿Qué? —pregunté recibiendo un pedazo de pan en la cara, ella empezó a reír y se calmó al momento.

—Que si ves lo que pasa con YiXing.

—¿De qué hablas?

—¿Eres idiota congénito? —dejó sus ojos en blanco y tiró su cabello al hombro, luego se acercó más a mí—. Te decía que si habías notado que YiXing camina de una forma extraña.

—¿A qué te refieres? Yo le veo normal.

—Tú porque lo miras diariamente, pero realmente yo he visto que camina como si estuviera mareado.

—Le veo normal Jessica, tal vez tú tienes vértigo.

Ella bufó cruzándose de brazos, yo aproveché para devolverle el golpe del pan. YiXing regresó luego de poco, y juntos reanudamos la comida.

***

La semana que vino luego de esa tarde, le estuve prestando mucha más atención a mi pequeño chico torpe. Miraba constantemente sus pies. Caminaba ocasionalmente muy pausado, otra veces, se quedaba mirando la nada. La torpeza llegó junto con dolores de cabeza y a un YiXing irritado.

No quiso ir al médico, porque después de ese episodio todo volvió a ser normal.

Aunque, sabiendo un poco de su infancia, los lentes descansando en su nariz estaban regresando.

Mi padre agradeció a Dios cuando nací, él me enseñó un montón de cosas sobre la vida, pero me dejó hacerlas prácticas porque ciertamente jamás estuvo conmigo. Mamá me curaba los raspones que me daba de niño al correr, besaba mi herida y recitaba un cuento mágico para que dejase de dolerme, ojalá que así fuera cuando crecí.

Ellos me mostraron muchas cosas sobre la vida, sobre el amor... ojalá me hubieran enseñado que la pérdida era aun más dolorosa.

Así como YiXing llegó sin avisar, así mismo se fue.

No hubo nota de despedida, tampoco un mensaje de texto o alguna llamada. YiXing se fue, dejando sobre la mesa de noche "Agridulce" uno de sus libros favoritos. Busqué en ese libro en braille alguna nota, algo perdido que me dijera el paradero de mi novio, pero sólo encontré una frase resaltada con tinta amarilla en las últimas páginas. Tardé una hora encontrando el significado en internet, pero al final descifré todo lo que quería decir una cita simple.

—Dicen que el cigarro es pernicioso, pero... ¿has probado el amor?

Mi vida se fue ahí, en un libro blanco con puntos, un remolino de sentimientos en mi pecho, y dos vasos de vodka que le dieron inicio a todo.

***

La vida sin YiXing era oscura, era el mismo averno en la tierra.

Día a día mis penas aumentaban, mi falta de amor se consumía en costosas botellas que acaban circulando en mis venas. No sabía nada, mi mente se había pasado días enteros tratando de comprender la razón de su partida. Y es que jamás me había dolido tanto el corazón.

Quería llorar, gritar. Decirle que volviera, que lo intentáramos nuevamente todo. Deseaba tenerlo entre mis brazos, besarlo, hacerle saber que lo amaba. Sólo le di todo y él se fue, YiXing ni si quiera me dio la cara para llorarle a gusto.

Lo extrañaba tanto, y dolía no poder tenerle conmigo.

Cuando Jessica se cansó de hacer llamadas telefónicas, llegó a mi casa para abrazarme. Es quizá por ello, que ella no era sólo una amiga, sino, la hermana que jamás pude tener. Reparó mi aspecto, mi casa y cada detalle de mi autoestima para hacerme ver como antes. Sólo que no pudo llegar a hacer que mi tristeza por la partida de YiXing se fuera del todo.

Cada día regresando a mi casa, cada vez volviendo a consolarme y a quitarme cualquier botella de alcohol de las manos. Uno a uno para levantarme. Yo sentía que era imposible.

Una mañana me extendió un papel para dejarlo en mi mano. Luego volvió la vista a la pantalla de su móvil.

—Es su número telefónico. Lo encontré y no me preguntes cómo. Arregla las cosas de una maldita vez para que vayamos a la semana de la moda en Paris.

Supongo que mi cara se iluminó cuando lo dijo, porque no tardé mucho escribiendo un texto. No fue simple ni pequeño, me llevé bastantes letras tratando de resumir un mes tan triste. Incluso Jessica dejó su atención en lo que hacía y esperó muy paciente conmigo a una respuesta.

—¿QUÉ DIJO? —gritó Jessica tratando de ver la pantalla. Yo negué.

—No quiere hablar conmigo.

—¿De verdad eso te dijo?

—Sí.

—¿Pues quién se cree ese tipo? Todavía que te deja como un perro en la calle, se va sin decirte ton ni son y luego, de buenas a primeras te dice que no quiere hablar contigo ¡Está mal del cerebro! —gritó ella, tanto que me asustó. Me arrebató el móvil y, luego de escribir un montón de cosas, se colocó el aparato a la oreja—. ¡¿BUENO?!

Hubo una pausa, pero ella explotó luego de eso.

—¿Quieres que te deje en paz? ¿Quieres que deje de molestarte? ¡Ten las bolas suficientes para decírselo tú! Qué cobarde eres YiXing, eres un puto cobarde que deja las cosas así.

Una pausa más, ella con su mano en la cintura, el ceño fruncido y sus ojos moviéndose a todas partes. Yo con un nudo en la garganta, un "por favor regresa", que quería salir de mi boca.

—¡Pues entonces haz las cosas bien! Joder. —Tenía ganas de correr y quitarle el móvil, pero ella suspiró asintiendo—. No regreses sino tienes tus mierdas listas, YiFan no se merece esto.

Ella no dijo nada cuando colgó, pero después me abrazó y me pidió que lo olvidara de una vez.

Al siguiente día me atreví a llamarlo. No contestó.

Le envié un mensaje, pero tampoco funcionó. Así que por último dejé:

Yo no necesito de nueve vasos de vodka para decirte que te amo. Ni tú necesitas irte lejos, para saber qué me quieres cerca.

Lo envíe con la esperanza de recibir algo de vuelta. Pero eso se fue junto con las estrellas que borró una oscura nube.

 Pero eso se fue junto con las estrellas que borró una oscura nube

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Un puñado de estrellas »KrAyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora