8. ¿Por qué Marta?

168 9 8
                                    

Me despertó la luz del sol entrando por la ventana. Abrí los ojos y vi en el techo el ventilador de colores que había en la habitación de mi hermana. Recuerdo que se lo compraron el verano pasado y yo me puse muy celosa porque el mio era blanco, de esos normales que hay en cualquier casa. Estuve un montón de días sin hablarles a mis padres por un simple ventilador. Me levanté de la cama muy despacio y le di al interruptor para ponerlo en marcha, empezó a girar muy despacio y fue cogiendo velocidad rápidamente. Volví a sentarme en la cama y me quedé ahí inmóvil durante lo que me parecieron horas, hasta que escuché el timbre.

     Me despertó el frío que desprendían las paredes de aquella habitación, ahí dentro era imposible saber si era de día o de noche, no habían ventanas ni nada que dejara pasar algo de luz del exterior. Intenté concentrarme en escuchar el sonido de los pájaros en la mañana, o el ruido de los coches, pero no se oía nada. Tampoco le escuchaba a él en el piso de arriba asi que supuse que estaría durmiendo. Empezaron a rugir mis tripas, metí la mano bajo la almohada y cogí un trozo de pan del tamaño de la yema de mi dedo. Se estaba empezando a poner duro, cerré los ojos y pensé en lo tierno que estaba ayer para que me supiera igual de bien. Bebí un pequeño trago de agua y volví a tumbarme en el colchón, adentrándome en lo más profundo de mi mente donde guardaba los mejores recuerdos...

Me levanté de la cama y me asomé al pasillo para ver quien había tocado el timbre. Era la inspectora Diaz.

- Buenos días, ¿habéis podido descansar?

- Ana está durmiendo ahora mismo y Sara creo que acaba de despertarse, yo aun no he pegado ojo... - le dijo mi padre

Bajé las escaleras, le di un beso a mi padre y dos a la inspectora y esperé a ver que noticias traía hoy.

- Solo he venido para saber si te gustaría acompañarme hoy también- me dijo sonriéndome.

- Por supuesto, ¿me das cinco minutos para cambiarme?

- Claro Sara, te espero aquí con tu padre.

Subí a toda prisa y me cambié de ropa, había dormido con la del día anterior puesta, me hice una coleta bien alta y bajé. La inspectora y mi padre estaban sentados en el sofá en silencio, miré a los ojos a mi padre y parecía realmente cansado. Entré a la cocina y le preparé un té muy deprisa, después volví al salón.

- Toma papá, bébetelo y acuestate a dormir un par de horas. Volveré a la hora de comer y prepararé algo. Inspectora, ¿te gustaría comer con nosotros?

- Sería un placer Sara - dijo poniéndome la mano en el hombro.

Salimos de casa y la inspectora empezó a explicarme cómo iba la investigación. La verdad es que no fueron buenas noticias. Según lo que me contaba, los investigadores estaban un poco estancados, no habían pistas nuevas, ningún vecino parecía saber nada y los análisis del laboratorio sobre la pulsera de mi hermana no habían revelado nada, habían concluido que se le había caído en un descuido. En ese momento tuve ganas de volver a casa, meterme de nuevo en la cama y dormir durante mucho tiempo, pero sabía que mi hermana estaba viva y que necesitaba que alguien luchara por ella y la encontrara.

- ¿Quieres que vayamos a desayunar? - me preguntó la inspectora

- Vale, aquí al lado hay un bar que hacen unos churros con chocolate buenísimos - le dije sonriendo mientras pensaba en chocolate caliente

Nos acercamos al flamante coche de la inspectora, un BMW negro tan brillante que me vi reflejada en él cuando fuí a abrir la puerta. Condujo siguiendo mis indicaciones, tan solo un par de calles, para llegar al bar Alaska. Nada más entrar el señor González vino a abrazarme.

- Siento mucho lo de tu hermana, espero que la encuentren pronto, seguro que está bien Sara.

- Muchas gracias - le dije devolviéndole el abrazo.

- ¿Te pongo lo de siempre? - me dijo entre sonrisas

- Si, y otro igual para la inspectora- la inspectora se acercó y le estrechó la mano.

- Encantado - dijo el amable dueño del bar. La inspectora le dedicó una de sus mejores sonrisas agradeciéndole sus palabras.

Fui directa a la mesa en la que siempre me sentaba con mi hermana y mis padres, estaba casi al final del bar pero no era la última, cuando abrían la puerta en invierno no sentías el frío y además tenía al lado la ventana desde la que podías ver toda la calle nevada los últimos meses del año.

Me quedé un buen rato observando, a través de la gran ventana, a la gente que paseaba por la calle. No podía evitar pensar si alguno de ellos era el responsable de la desaparición de mi hermana, ¿y si alguna de estas personas no era tan inocente como parecía? Vi a una pareja de ancianos, ajenos a todo lo que estaba pasando, felices agarrados de la mano. Me entristeció la idea de que mi hermana no pudiera pasear de la mano nunca con Carlos, que no viviera con él todo aquello que debe vivir cualquier joven enamorada...

- ¿Estás bien Sara? - la inspectora me atrajo de nuevo a la realidad.

- Si, solo pensaba en Marta...

- Vamos a encontrarla Sara, te doy mi palabra

Eso me tranquilizó. Si una mujer como la inspectora Díaz te decía algo así no te queda más remedio que creertelo.

- Gracias inspectora

- Puedes llamarme Teresa - me dijo dedicándome una agradable sonrisa.

   Una voz me trajo de nuevo a la realidad. Esa voz penetrante que inundaba la mayoría de mis pesadillas cuando cerraba los ojos.

- Marta ponte la venda en los ojos y sientate en el colchón - me ordenó firmemente

Yo seguí sus instrucciones tal y como el me indicó, pero antes de que entrara me metí todo el pan a la boca por si acaso se lo llevaba. Abrió la puerta y yo aun no había podido masticar toda esa bola de pan duro que tenía entre los dientes.

- ¡Escupe eso inmediatamente! - me dijo acercándose rápidamente a mi y agarrándome la mandíbula.

Yo, sin más, lo escupí.

- Marta te dije que no ibas a estar en ningun sitio mejor que aqui, yo solo quiero cuidarte, asi que tendrás tu comida cada día.

Escuché como dejaba algo metálico en el suelo. Un segundo después me besó en la frente y se fue. Una vez fuera me permitió quitarme la venda.

Frente a mi tenía una bandeja con una botella nueva de agua, un trozo de pan caliente y una manzana, esta vez verde. Me quedé unos minutos pensando si debía creerle, arriesgarme y comérmelo todo a la espera de tener una nueva bandeja el día siguiente. Puede que fuera el hambre que tenía o el olor a pan recien hecho lo que me hizo tomar la decisión y devorarlo todo.

   Después de una mañana recorriendo casa por casa el vecindario tenía la sensación de haber perdido el tiempo. Me enfadé conmigo misma por inútil, por no ser capaz de encajar las piezas de este complejo puzzle. ¿Por qué Marta y no yo?

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Apr 14, 2014 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

AtrapadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora