4. Tras la pista

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Los tres nos quedamos mirando la puerta atónitos, expectantes. Eran las cinco de la mañana, ¿quién podría aparecer en casa a estas horas? Miré a mi madre, que había dejado de llorar por primera vez en todo el día, y ella miraba a mi padre con ojos de auxilio.  Se lo que estaban pensando, que podía ser ella. Me levanté despacio y fui a abrir la puerta. Unos segundos antes de abrir pensé: "Por favor que sea Marta". 

- Dios mio Sara, me acabo de enterar, ¿que ha pasado? - el chico con el que quedó mi hermana hace a penas una semana estaba ahí.

- ¿Quien eres? - le dije

- Perdona, no me he presentado - dijo mientras entraba en casa - soy Carlos, un amigo de Marta. Acabo de llegar de Londres y mi madre me lo ha dicho en cuanto he entrado en casa.

- ¿Y qué es lo que te ha dicho? - le preguntó mi padre

- Que, que... que Marta no está.

Mi madre empezó a llorar, otra vez. Carlos me miró con ojos muy tristes, y mi padre se levantó para cerrar la puerta que aun seguía abierta. Supongo que no quería que los vecinos escucharan así a mi madre. Carlos se sentó en un sillón y se quedó ahí mirándonos en silencio. 

- Sara llama a la inspectora. Me dijo que les avisáramos cuando supiéramos quien era el amigo de Marta - me dijo mi padre mientras miraba fijamente a Carlos.

- Señor, no pensarán que yo le he podido hacer algo a Marta, ¿verdad? - dijo Carlos levantándose de un salto de aquel sillón.

- Espero que no chico, si no yo mismo me encargaré de arrancarte la cabeza

- Creo que es mejor que me vaya...

- ¡Tú no vas a ningún sitio! ¿Tienes algo que esconder? Que casualidad que estuvieras de viaje, ¿no? ¿Que le has hecho a Marta hijo de puta? - mi padre agarró a Carlos por el cuello de su camiseta y le puso contra la pared.

Yo me quedé inmovilizada, mi padre estaba fuera de sí. Ese chico quería a mi hermana, podía verlo en sus ojos. De repente, le pegó un puñetazo a mi padre y salió corriendo de casa. Entonces reaccioné, empecé a correr detrás de él, cruzamos el parque, él era más rápido que yo, pero entonces se frenó en seco y se quedo mirando fijamente el suelo. Yo seguí corriendo y me lancé encima suya, empecé a darle golpes mientras lloraba. Carlos me cogió de las muñecas y me zarandeó gritándome:

- ¡Sara escúchame! ¡Mira esto! - me dijo intentando enseñarme algo que había cogido del suelo.

Yo me calmé y lentamente él abrió su mano. Era una pulsera de esas que venden en las ferias, que las personalizan con tu nombre. Marta y yo nos compramos una cada una hace unos meses, esa era la suya. "Marta" susurré.

- Sara, esta pulsera la llevaba tu hermana el viernes por la noche. Me contó que os la comprásteis en la feria este verano. Tu hermana ha estado aquí.

Me levanté dejando a Carlos aun en el suelo, y corrí a casa, todo lo rápido que pude. Al entrar vi a mi padre mirando con cara de terror hacia la cocina, unas lágrimas empezaron a llenarle el rostro.

- Ana, suelta eso - oí como le decía a mamá

- Papá, ¿que está pasando? 

- Sara, sal de casa, llama a la inspectora - yo no podía moverme -  ¡ahora Sara!

Sin hacer caso a mi padre, entré a la cocina. Mi madre llevaba un cuchillo en la mano y tenía la punta apoyada en la muñeca de su brazo izquierdo. No podía creer lo que estaba viendo. Mi hermana había desaparecido y ahora mi madre quería cortarse las venas. ¿Que más podía pasar? 

- Si haces eso, si nos dejas a papá y a mi no te perdonaré nunca - le dije a mi madre

- Tu hermana no está Sara, se la han llevado, puede que ya esté muerta...

- ¡Marta no está pero yo si! Y yo también soy tu hija, ¿vas a hacerme esto?

De repente Carlos entró precipitadamente en casa, vio a mi madre con el cuchillo, a mi padre y a mi llorando y se quedó sin habla. Se acercó lentamente a mi madre, muy despacio. Con miedo de que mi madre se quitara la vida a solo unos centímetros de él. Y cuando estaban frente a frente, Carlos estiró el brazo y abriendo la mano le enseñó la pulsera a mi madre.

- E..e...esto es de Marta -dijo mi madre entre susurros

- Mamá Carlos la ha encontrado al otro lado del parque, al lado de la carretera. Puede que fuera ahí dónde... donde se llevaron a Marta.

- Vamos chico, llévame hasta el punto exacto en el que la has encontrado - le dijo mi padre a Carlos a la vez que le empujaba fuera de casa.

Yo me quedé ahí, mirando como mi madre apenas se mantenía en pie. Con una mano aún agarraba el cuchillo y con la otra, con apenas dos dedos, tenía cogida la pulsera de mi hermana. Me acerqué a ella, asustada le quité el cuchillo y ella ni siquiera pareció darse cuenta. De repente me abrazó. Tan fuerte que apenas tenía espacio para poder respirar. Deje el cuchillo como pude encima de la mesa y correspondí a mi madre en aquel abrazo que tanto necesitábamos. La oí llorar y pedir perdón entre sollozos. Dejé que se tranquilizará y, después, le agarré de la mano y le dije: "Vamos mamá, Marta está esperando a que la encontremos".

Y así, salimos de casa y nos dirigimos al parque donde mi padre ya estaba rodeado de decenas de policías. Algunos haciendo fotos al suelo, y otros tomándole declaración a Carlos. Al vernos llegar, la inspectora Díaz se dirigió a nosotras.

- Hola chicas, se que esto es muy duro y no puedo ni imaginar por lo que estáis pasando. Pero estamos aquí para ayudaros y, sobre todo, para ayudar a Marta. Ana - dijo mirando a mi madre - necesito que, por ahora, nos des esa pulsera.

Mi madre apretó aun mas fuerte la pulsera de mi hermana, después pasó su dedo índice por la parte en la que estaba escrito su nombre. Miró a la inspectora y se la dio.

- Por favor, no la perdáis, ahora mismo es todo lo que tenemos de ella.

- No se preocupe señora, yo misma me encargaré de que esté en buenas manos - dijo la inspectora dedicándonos una bonita sonrisa.

Llevé a mi madre a uno de los bancos del parque y nos sentamos un buen rato. No hacía falta hablar, el silencio nos reconfortaba mucho más. Unos minutos después, Toby llegó al parque.

- Creo que nos hemos dejado la puerta de casa abierta - dijo mamá.

Yo me levanté y seguí a Toby que fue directo al lugar en el que Carlos había encontrado la pulsera. Mirando a la carretera, Toby empezó a ladrar y después se tumbó en la calzada. Oía como gimoteaba. Me acerqué hasta sentarme con él y empecé a acariciarle.

- Parece que tu perro recuerda este lugar - dijo un joven policía 

- Mi hermana siempre le sacaba a pasear por aquí. Venían a este parque cada día y Toby corría de arriba a abajo hasta que ya no podía más. Es un buen perro, mi hermana le quería mucho.

- Querrás decir que tu hermana "le quiere" mucho -  me dijo, ofreciéndome su mano para que me levantara.

No se por qué había dicho eso. Quizá fue mi subconsciente, o quizá no. Puede que una parte de mi pensara de verdad que nunca más volvería a verla. Miré los ojos azules de aquel policía y le dije: "Marta le quiere mucho". Él me sonrió dulcemente y, asintiendo, se dio la vuelta y fue a reunirse con sus compañeros.

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