Cuatro

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Son las tres y media, la chica del metro ya está cómodamente sentada en un sitio al lado de la puerta, ese que tanto le gusta, ya que puede observar sin problemas a la gente que va y viene. Tiene una pequeña sonrisa en la cara, le ha parecido ver al chico del otro día, sentado un poco más allá y moviendo la pierna nerviosamente, como si fuera una costumbre imborrable.

Pero esa sonrisa no dura mucho, esboza una mueca de disgusto al ver a una madre con prisa que tira del brazo de un niño de no más de cuatro años. El niño no llora, sino que tiene los ojos azules muy abiertos y una carita de pena, como si no entendiera por qué su madre le trata así. Además va demasiado abrigado para el tiempo que hace: guantes, una bufanda tapándole la boca y un gorro que casi no le deja ver...parece enfermo.
La mujer va con el móvil en la oreja y cinco bolsas en cada brazo.

La chica del metro resopla, ella piensa que la prioridad de una madre siempre es cuidar de sus hijos, en las circunstancias que sean, y no llevarlos como si fueran un trasto más o una preocupación innecesaria.
Por eso, cuando los dos pasan por delante de su asiento saca un caramelo de su bolsa y se lo da al niño con una sonrisa. El niño compone también una sonrisa y le dice "muchas gracias" mientras corre detrás de su madre.

La chica del metro sigue mirando a su alrededor, deteniéndose un momento a observar a un chico joven que rodea con el brazo a una chica dormida, apoyada en su hombro. Suelta un suspiro, ojalá encontrara alguien así, que estuviera con ella incluso cuando no se diera cuenta, que la rodeara con el brazo para no tomar nunca caminos diferentes, sino estar siempre unidos. Le da igual si es novio, amigo, amiga, prima segunda...lo que quiere es alguien que se pare por ella, que si es necesario lo deje todo para cuidarla, pero eso, en este mundo que anda tan deprisa, no es posible.

O al menos, eso es lo que cree ella.

La chica del metroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora