Seis

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Son las tres de un jueves. Un jueves en el que la chica del metro está enfadada. Bueno, quizá esa no es la palabra adecuada: está molesta, cansada, irritada y no se siente con ganas de dedicarle a nadie una sonrisa.
¿El motivo? Ha pasado un día intenso, teniendo que dedicar su tiempo a una de esas personas que te gustaría que estuvieran en cualquier otro sitio menos en el que estás tú. Una persona falsa, mentirosa, maleducada y pesada. Una de las pocas personas a las que la chica del metro es incapaz de sacar una sola cosa buena.

Porque las personas falsas no son las que intentan ser educadas aunque no te tengan mucho aprecio; ellas fingen quererte y escucharte, cuando lo que hacen es tergiversar tus palabras y usarte en su propio beneficio, las personas falsas valoran a muy pocas personas en el mundo.
La chica del metro no es tonta, no piensa que todos esconden un mundo rosa y amor en su interior, pero siempre intenta ver lo mejor de cada persona, procurando que lo que le molesta o desagrada no se ponga por delante. Y sabe que hay personas que tienen demasiadas cosas malas, y por muchas veces que busque no consigue encontrar nada bueno a lo que agarrarse.
Eso es lo que le ocurre con esta chica.

Cuando consigue despejarse un poco y volver a su ocupación habitual ya ha pasado media hora y la chica del metro no puede evitar un resoplido de frustración al preguntarse por qué hay personas que te hacen perder el tiempo de esa manera, y más cuando no las aprecias.
Interrumpe esos pensamientos al ver a una adolescente de su edad con un uniforme marrón, el pelo recogido en una larga y preciosa trenza y sus ojos oscuros brillantes en un intento de contener las lágrimas. Tiene la cara seria y sus labios forman una fina línea concentrados en no revelar el más mínimo sentimiento.

La chica del metro se dispone a dedicarle una de sus habituales sonrisas cuando se detiene, pensando que quizá no quiera la sonrisa de una persona extraña, por muy triste que se sienta. Segundos después le sonríe, apartando aquellos pensamientos tan impropios de ella y buscando alegrarle un poco, sea lo que sea que le pase. Ella la corresponde con una sonrisa, aunque ésta es débil y una lágrima se desliza silenciosa por su mejilla.

Puede que haya tenido un problema familiar, un problema con las amigas, un problema con el colegio...no faltan motivos por los que la gente puede tener un mal día. Sin embargo, existen mil motivos más para componer una sonrisa y conseguir afrontarlo. Y precisamente por eso la chica del metro hace lo que hace, observa a las personas e intenta, con un pequeño detalle, alegrarles el día a a los más tristes.

La chica del metroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora