Mientras volvíamos todo era silencio, una vez mas bailaba y se divertía entre nosotros.
Estábamos ausentes, más distantes que nunca. Me sentía aliviado al haberle dicho lo que pensaba, casi sin pensarlo, había descargado mi mochila de sensaciones, pero a la vez no terminaba de comprender si había resultado en un acierto o un error.
Ella por su parte caminaba sin separar su mirada del piso, su mano ya no se mecía cercana a la mía, ella no estaba siquiera cerca de si misma.
Llegamos a la hostería sin emitir una sola palabra. Esta vez el problema no era elegir que decir entre tantas opciones, esta vez, no había que decir.
La miré, como preguntando si aún querría cenar conmigo y al notar mi mirada volvió a sonreír, y con su sonrisa, mi alma al cuerpo. Por un instante pensé que no vería sus blancos dientes detrás de la cortina de sus labios nunca más.
-¿Crees que estoy enojada no? Pregunto mientras se comenzaba a derretir la pared de hielo que se había formado desde que emprendimos el regreso.
-No se, tal vez te cayó mal mi comentario, realmente no quise ofenderte ni sonar desubicado, lo lamento- Era todo lo que podía decir.
-Me encantaría que cenáramos- dijo en un tono de voz tierno, casi tímido.
-Claro, a mi también me encantaría-
-Entonces vamos, me muero de hambre- Y todo se volvió en cámara lenta cuando su mano se acerco a la mía, y sin dudar la tomó para guiarme.
Corazón y respiración agitados. Nuevamente la traspiración en mi espalda, una mezcla de excitación y desconcierto como quien recibe lo que tanto añoró en un momento y hace tiempo ha dejado de esperar.
La cena fue magnifica, a los pocos minutos de sentarnos la distancia entre nosotros ya era historia. Las risas se adueñaron de la conversación, como solían hacerlo en nuestras charlas, cada vez más frecuentes.
La noche no tardó en llegar, pero menos tardó el cielo en aclarar, recordándonos que hacía horas y horas que estábamos hablando y que el sueño se había perdido jugando cartas con nuestras ganas de estar juntos.
Amanecía y nuestras miradas, a través del ventanal, contemplaban al sol salir por sobre el mar sin terminar de creer que podíamos haber pasado la noche entera sentados en aquellos grandes sillones entre las chispas del fuego del hogar. Nuestros pies descalzos, nuestras manos entrelazadas, nuestras bocas más verborrágicas que nunca, se habían contado todo lo que el tiempo les había permitido y los segundos no alcanzaban, los minutos no alcanzaban, la vida parecía no alcanzar para estar juntos.
Durante un instante reinó el silencio, ambos estábamos despertando de aquella abstracción en la que nos zambullimos casi sin quererlo, casi sin notarlo.
Ella me miraba, sus ojos me miraban, su tacto me miraba, sus oídos me miraban, su gusto y su olfato me miraban; toda ella me miraba, apacible, contemplante, simplemente... me miraba.
-¿Te preguntaste alguna vez que es el AMOR? – Me dijo
El silencio se hizo a un lado y reverenció su dulce voz.
Su pregunta quedó retumbando en mi cabeza, nunca lo había notado, hasta ese momento. No conocía una sola definición que pudiera llegar a responder aquella pregunta.
El amor... ella me preguntaba si sabía que era el amor ¡Qué pregunta!
Busqué pero no encontraba las palabras para definirlo, ese sentimiento que utopizamos y al que luego le echamos la culpa de no ser como creíamos. El mismo sentimiento al que le agradecemos nuestros momentos más plenos.No conseguía la manera de definirlo.
-Prometo algún día responderte, pero hace tiempo que no hablo con mi corazón- Respondí casi sin pensar lo que decía.
Ella sonrió y asintió con un aire de ternura en su mirada, como si hubiera oído lo que yo pensaba.
- Entonces... me debes una respuesta, y debes saber que lo recordaré- Sus ojos no dejaban escapar a los míos, y mis ojos no ofrecían resistencia.
Nos quedamos viéndonos como si esa fuera la última vez. Verla era más que mirarla, verla era contemplarla, como quien se detiene frente a una obra de arte y se pierde en un instante, obnubilado, sin pensar en nada, solo contemplando.
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Un sueño entre la Tinta y el Mar
SpiritualEl amor puede hallarse donde menos lo esperamos. Las preguntas más profundas pueden tener su respuesta escrita en la arena. Todo puede pasar cuando un escrito que ha perdido su inspiración sale en busca de su último libro.