Introducción

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Papá siempre dijo que de no ser mujer sería el estereotipo del hombre perfecto. Al principio yo no entendía a qué se refería, pero las respuestas llegaron más rápido de lo que pensaba. Nunca fui una niña que gustara de jugar con muñecas o cosas por el estilo. Mi infancia fue una bici, un balón y una casa en el árbol. A la edad de nueve años era como el fénix de las matemáticas en mi clase, así que mis padres tomaron la mejor decisión de mi vida y financiaron una educación a mi nivel. Cuando tenía dieciséis años estaba preparada para comenzar la carrera de física nuclear pero no fui aceptada en ninguna universidad. Según los consejeros estudiantiles, yo no estaba lista para un ambiente universitario. Tal vez mis conocimientos fueran los de una chica de veinte, pero lo cierto era que seguía siendo una adolecente de dieciséis. No era de extrañarse mi afición por las mates, dado que mi madre era ingeniera en física cuántica y mi padre era el astrologo más brillante del país. La influencia que tenían mis padres en ese momento era más grande que la de cualquier político reconocido y utilizaron esta ventaja para exigirle al gobierno una educación acorde a mis necesidades. Así fue como terminé en una casa para cerebritos. Después de la petición de mis padres, se creó un programa para mentes jóvenes y brillantes, mismo que logró reclutar a solo seis personas en todo el país.

Los siguientes años de mi vida conviviendo con aquellos individuos a cada segundo del día se convirtieron en los mejores. Y aunque ni de chiste aquel estilo de vida podría considerarse normal, lo cierto es que era perfecto para nosotros. Nos convertimos en el grupo de ingenieros más jóvenes y mejor preparados de la historia. El programa había sido un éxito y era hora de que pagáramos por la educación que habíamos recibido. Se creó un proyecto dedicado a la investigación y desarrollo para crear lugares óptimos de vivienda en otros planetas. Sin duda nosotros creíamos que era una verdadera pérdida de tiempo cuando existían problemas más críticos en la tierra, pero nos limitamos a hacer lo que se nos fue solicitado. Siete meses después de arduo trabajo, teníamos todo listo. Desde el modelo de una nave que pudiera trasladar a personas sin experiencia en viajes espaciales, hasta la estructura de un edificio capaz de soportar las inclemencias del tiempo en otro planeta. Teníamos lista de materiales, personal requerido, tiempo que tardaría en realizarse y una cotización aproximada de lo se gastaría en un proyecto de tal magnitud. Se podría decir que fue todo un éxito porque apenas presentar nuestro trabajo se nos llamó a una junta para avisarnos que el proyecto se realizaría. Nos sorprendió la prisa con que el asunto se estaba manejando y cuando preguntamos cual era la razón se negaron a darnos dicha información, sin embargo, terminaron accediendo. Nos negamos a mover un solo dedo hasta que se nos fuera revelado el motivo de tal urgencia. Cuando tuve conocimiento de nuestra situación me arrepentí un segundo por la insistencia de querer saberlo todo, pero ya era demasiado tarde. Estábamos trabajando contra reloj antes de que el planeta pasara a ser historia. 

La Ultima Nave a MarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora