Tres años después...
—Tenemos todo listo, señor. El lugar puede ser ocupado, de ser necesario, ahora mismo.
—Gracias, Lauren, sabía que podía confiar en ustedes. Estén preparados, la gente comenzará a llegar en los próximos días. También llegará el equipo encargado de la administración y seguridad del lugar, debemos hacer esto lo antes posible.
—Entendido. Estaremos informando.
La comunicación finalizó. Acabábamos de culminar el proyecto después de tres años de arduo trabajo. A lo largo de todo este tiempo por azares del destino me había convertido en la cabeza del equipo. Todo giraba en torno a cada decisión que yo pudiera tomar. Mi mano derecha era Lucy. Había compartido tanto de mi vida con aquel grupo de inadaptados que no podía considerarlos menos que familia, sin embargo, tenía una conexión especial con Lucy. Con ella me entendía incluso sin hablar, era como leer su mente. Podría jurar que quería a esa chica más que a mi propia vida.
Me acababan de nombrar directora general. Y lejos de hacerme sentir mejor, solo la simple noticia me provocó dolor de cabeza. Sabía por experiencia, que un puesto importante, no es otra cosa que más trabajo. A pesar de todo, intenté relajarme. Esa noche tendríamos una cena para celebrar, así que puse mi mente en blanco para después llenarla con un solo objetivo: divertirme.
A la mañana siguiente Lucy fue a mi habitación muy temprano.
—Lauren, el personal de seguridad y administración acaba de llegar. Necesitan que los recibas.
—¿Qué? ¿Por qué tan temprano?
—Pero si son casi las doce del día.
Me levanté de la cama como un resorte. Me había quedado dormida en mi primer día como directora general. Sin mencionar la resaca que me abatía. No le di mucha importancia al hecho, ni de chiste se les ocurriría despedirme. Lo que realmente me importaba era no hacer esperar a la gente. A lo largo de mis años trabajando, terminé por entender que hacerle perder el tiempo a alguien es una falta de respeto horrible, además de que retrasa el trabajo de todos. Por eso procuraba ser lo más puntual posible. Al nuevo personal no pareció molestarle mi demora. Estaban impresionados contemplando Andrómeda –así bautizamos a ese pequeño nuevo mundo-. Andrómeda era la nave que habíamos creado con el fin de alojar a parte de la población para cuando el mundo desapareciera. Estaba conformada por varios kilómetros de tierra desprendida que flotaba gracias a propulsores capaces de hacer la materia ingrávida y por encima un casco de cristal blindado, encargado de resguardar el oxígeno de todo el lugar y proteger de cualquier percance exterior. Era la nave perfecta, con excepción de una cosa: solo era capaz de alojar a un millón de personas. Sé que un millón no es poco, pero comparado con la cantidad de personas que habitan la tierra, eso era apenas una mínima parte. Pensaba en todas las familias rotas y me preguntaba si hubiera sido mejor no actuar y morir como lo hacen los valientes: entre los que amas. De cualquier forma ya era tarde para pensar en eso. Ahora algunos teníamos una segunda oportunidad y lo único que podíamos hacer era aprovecharla.
Me fue entregada una lista del primer grupo de personas en arribar a Andrómeda. No había pensado en lo difícil que aquello iba a ser. La selección de las personas fue en base a las capacidades físicas y mentales. Selección natural, le llaman. Así que me preparé para lo peor: niños sin sus padres, madres sin sus hijos, hombres sin sus familias, personas que abandonaron al amor de su vida. Me preparaba para el ambiente de duelo más lúgubre en la historia de mi carrera.
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La Ultima Nave a Marte
Science FictionUna importante Ingeniera en física nuclear trabaja en un proyecto para el gobierno. Su misión es salvar a la mayor cantidad de personas antes de que el mundo desaparezca. En el transcurso de su trabajo conoce a Camila, de quien termina enamorándose.