Capitulo 3

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No me había equivocado con respecto a mi nuevo puesto. Tenía mil cosas que hacer y una de esas cosas era darle la bienvenida personalmente a cada uno de los residentes que acababan de llegar. Claro, no a todos, pero sí al primer grupo en arribar. Eran alrededor de cien personas, todas jóvenes y casi ningún niño. La mayoría estaban entre los quince y veintidós años. Revisaba la lista con detenimiento, nombre por nombre, hasta que llamaron a la puerta de mi oficina.

—¡Adelante, está abierto!

—Hola ¿estás ocupada?

—¡Lucy! Lo normal, ya sabes, ¿pasa algo?

—Me acaban de avisar que el primer grupo llegará en una hora y quería preguntarte si quieres ir a comer antes de darles la bienvenida.

—Tengo un montón de cosas por hacer, pero la verdad es que muero de hambre, así que creo que te tomare la palabra.

Lucy sonrió y ambas salimos a comer. Más tarde fuimos juntas con los nuevos. Yo di un discurso de bienvenida. Hablé de la suerte que tenían de estar ahí, la forma en que Andrómeda funcionaba y finalmente les di mis condolencias. Nadie en el grupo venía con algún conocido, de cierta forma, estaban completamente solos. Habían abandonado a sus familias y la tristeza se respiraba en el aire.

—Ahora serán llevados su nuevo hogar. Cada quien tendrá su propio espacio y contaran con todo los servicios, vivirán en edificios vigilados las veinticuatro horas, así que si tienen algún problema, no duden en hacérnoslo saber. Descansen y nos vemos en la cena.

Dicho esto, el lugar comenzó a quedarse vacío, dejándome a solas con Lucy.

—Ha sido muy lindo todo lo que les has dicho. —mencionó, Lucy. Había notado la forma en que mi ánimo se vino abajo después del discurso.

—Alguien tiene que brindarles palabras de aliento, ¿sabes? Tal vez sean el futuro, pero siguen siendo personas y no ha sido fácil abandonar la vida que tenían para venir aquí. No quiero que sientan que están solos, quiero que entiendan que no todo está perdido y que pueden confiar en nosotros. Si vamos a formar un nuevo mundo, hay que hacerlo bien.

Hablé sin mirarla. Tenía la vista fija en algún punto del infinito. Lucy estaba a un costado de mí y permaneció ahí sin decir nada. Pasamos un par de minutos en silencio hasta que volteé a mirarla. Ella tenía la vista clavada en mis labios, los contemplaba con tanto esmero que sentí un cosquilleo en el labio inferior. Lo mordí casi inconscientemente para aplacarlo y esto provocó que Lucy dirigiera su atención a otro lado, así terminamos viéndonos directamente a los ojos. De pronto me sentí mareada, como si hubiese bebido varias copas de algún licor muy fuerte. Lucy se acercó tanto a mí que pude sentir el rose de sus labios y la calidez de su aliento, yo terminé por eliminar la distancia que nos separaba (que en ese momento parecían kilómetros) y tomé sus labios entre los míos, la acogí en mis brazos con cariño y ella se movía dentro de mi boca con mucho cuidado, como si tuviera miedo de hacerme daño, y probablemente lo hizo, porque yo sentía la suavidad de sus caricias remover cada fibra de mi ser, sentía vértigo y un cosquilleo insoportable en todo el cuerpo, entonces caí a la razón. Me había excitado. Me separé de ella muy despacio antes de que notará mi incomodidad. Ambas sonreímos pero no dijimos palabra alguna.

—Creo que me tengo que ir –dije, de repente.

—Oh, claro, descuida... yo también tengo cosas que hacer.

—¿Te veo en la cena? –le pregunté, desde el marco de la puerta, cuando ya estaba a punto de salir. Ella me dedicó una sonrisa hermosa.

—Claro, te veo al rato.

Salí de ahí con una sensación de felicidad muy peculiar, algo que nunca había experimentado. Pensaba en lo mucho que el beso de Lucy me había sorprendido y todo lo que me provocó. Nunca antes había pensado en ese aspecto de mi vida. Pertenecíamos a un programa de educación que nos vigilaba a cada segundo y tan exigente que jamás habíamos tenido tiempo para preocuparnos por nuestra vida sentimental. El resto del día el trabajo se me dificultó como nunca antes, no podía dejar de pensar en Lucy y sentía a cada momento el sabor de sus labios es mi boca. Ya no podía esperar para verla en la cena de esa noche.

Esa misma tarde recibí una llama de mi madre mientras me arreglaba para la cena. Supongo que notó algo en mi tono de voz porque no se abstuvo de preguntar si me pasaba algo.

—¿Te encuentra bien, cariño? Te noto... diferente.

—Sí, ma' ¿Por qué la pregunta?

—Bueno, es que pensé que... ¿te gusta alguien?

Mis ojos casi se salieron de órbita a causa de la impresión que la pregunta de mi madre me provocó.

—¿¡Qué?! ¿Cómo sabes que me gusta alguien?

—Ah, entonces es cierto. Fue solo intuición, suenas igual a mí cuando acababa de conocer a tu padre. Cuéntame, ¿de quién se trata? ¿Llevan mucho saliendo? ¿Se están cuidando?

—¡¡Mamá!!

—¿Qué?

De pronto la llamada con mi madre se había vuelto muy bochornosa.

—No, mamá, no nos "estamos cuidando" porque aún no ha pasado nada y se trata de Lucy –hablé de ella para tratar de evitar más preguntas incomodas por parte de mi madre.

—Vaya, quien lo diría, aunque para serte sincera no me sorprende, siempre han sido muy buenas amigas, dime ¿es linda contigo? ¿Te trata bien?

—Bueno, la verdad es que todo sucedió hoy...

Mientras yo seguía hablando con mi madre alguien llamó a la puerta.

—Mamá, espera un momento –fui a abrir  y me encontré con que era Lucy. Le dije a mi madre que la llamaría luego y colgué sin esperar su respuesta. 

La Ultima Nave a MarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora