En la oficina se respiraba tranquilidad, recientemente había entregado lo más pesado del mes así que podía estar en calma. Shoya parecía más animado y cuando eso sucedía era difícil no contagiarse de su entusiasmo. Yo-ka había pedido la tarde libre así que se había quedado solo desde la hora del almuerzo; esto lejos de nublar su día le daba la oportunidad de terminar sus deberes sin interrupción (aunque en realidad era él quien importunaba a su primo).
Todos en el trabajo parecían tener el mismo humor que él, las secretarias no paraban de reír mientras narraban anécdotas graciosas de su vida como estudiantes. Todo estaba en completa armonía, inclusive el jefe de piso era participe. El hombre era un tipo maduro, bastante guapo, además de amable y carismático con cada uno de los empleados a su cargo. Solían escucharse rumores no muy favorecedores de su jefe, pero Tatsuya siempre los ignoró por venir de personas sin ninguna ocupación.
¿Por qué pensaba en eso justo ahora? Porque el hombre no había parado de mirarlo desde que salió de su oficina, si bien reía y conversaba animadamente con el grupo de mujeres, su mirada estaba clavada en él. Al principio creyó que estaba alucinando, pero verlo caminar hacia su escritorio le hizo dudar. El mayor tenía alguna clase de interés sobre él, mas no podría asegurar cual.
—¡Tatsuya! ¿Te noto un poco desanimado?
No pudo evitar reír reflejo de los nervios que se apoderaron de él ante la presencia de aquel personaje tan enigmático.
—No lo estoy, sólo que hoy me pareció más entretenido verlos divertirse. Es usted un hombre muy interesante a la hora de conversar.
Respondió de la forma más cortés y correcta que encontró, aunque fue un tanto torpe. La sonrisa de su interlocutor ante su tropezada manera de hablar mereció una de su parte, nadie podría negar que a Sugizo le había favorecido la madurez que la edad brindaba.
—Me alegra que gozaras de eso, y lo harás más este fin de semana.
Tatsuya no alcanzó a comprender a que se refería, no creía haberse olvidado de alguna reunión o evento el fin de semana. Sugizo pareció leer su mente y se adelantó a responder sus dudad:
—Voy a ofrecer una fiesta celebrando un importante reconocimiento que me han dado a nivel internacional, he invitado a toda la oficina porque lo logré gracias a ustedes. —Cuando quiso darse cuenta el alto hombre ya estaba demasiado cerca, tanto que le fue imposible apartar la mirada de sus cautivadores ojos—. No puedes faltar.
—Claro que iré.
Ni siquiera meditó su respuesta, tampoco es que tuviera algún otro compromiso. Sugizo estaba por decirle algo más, pero guardó silencio al reconocer a alguien detrás de Tatsuya, la curiosidad llevó al más joven a voltear y al hacerlo se encontró con la desagradable presencia de Kei.
—Kei. —Saludó con ánimo el alto Sugizo—. Te estaba esperando, vamos a mi oficina.
Antes de emprender la partida a su lugar de trabajo Sugizo miró de nuevo a Tatsuya.
—La fiesta comienza a las ocho, no puedes faltar. Serás mi invitado especial.
El aludido evitó mirar a toda costa a Kei, el único momento en que le prestó atención fue cuando ambos hombres caminaron a la oficina del mayor. Todo el tiempo que estuvo cerca intentó mantener una postura firme, pero al verle desaparecer esa postura desapareció, no era tan fuerte como para fingir siempre. Le costó trabajo reconcentrarse en los últimos pendientes antes de irse a casa, y sólo podía culpar a que sabía que en cualquier momento el rubio volvería a aparecer al salir de la oficina de Sugizo.
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Cristal
FanfictionTatsuya ha sufrido un sin fin de decepciones amorosas, pero fue la última la que mayor daño le causó. Harto de llorar y lamentarse de su situación se propuso olvidar todo y hacer como si nunca le hubieran herido para poder seguir con su vida. Aquell...