Sugizo bebió una copa más sentado sobre la elegante alfombra de su oficina en casa, no recordaba con exactitud cuantas más había vaciado aquella noche, realmente no le importaba. Nada ahora tenía importancia, sin él toda su vida personal había perdido sentido.
No podía olvidar lo doloroso que fue llegar a casa y, encontrar solamente una carta de despedida dirigida a él en donde antes estuvieron las pertenencias de Yuuki. En ella estaban enumeradas cada una de las razones por las que lo dejaba, para ninguna de ellas tenía modo debatir. Sabía que era un cretino.
Tenía una justificación, una excusa burda que ahora de nada podría servirle, era demasiado tarde. Las heridas que le había provocado eran tantas y tan profundas que se negaba a siquiera intentar curarlas.
Se sentía tan vacío en aquel lugar que lo rodeaba de todos los reconocimientos alcanzados durante su carrera, eran lo único que le quedaba y ninguno de ellos podía devolverle al ser amado.
Desde que lo conoció, hace quince años atrás, todo su mundo había girado en torno a él. Si Yuuki era feliz él también lo era y así con cada una de las emociones que sintiera el más bajo. La angustia y desesperación que sintió desde hace años debía advertirle que el otro tampoco lo estaba pasando bien.
Profesionalmente, sabía que debía seguir adelante y no tirar por la borda lo que había construido a base de años de esfuerzo y sacrificio. Pero esta noche, esta noche lo único que quería hacer era ahogarse en alcohol y no saber más del mundo entero. Necesitaba gritar fuerte y claro hasta desfallecer o hasta que su alma aceptara que ya nada traería de vuelta a su amado.
Después de una tarde agitada recogiendo sus pertenencias de la casa de Sugizo, esta era la última noche que se quedaba en la de Kei. Había encontrado un pequeño departamento, sabía que con el tiempo podría convertirlo en su refugio lejos de las cámaras. No menospreciaba la ayuda que el joven rubio le brindaba, estaba realmente agradecido con su hospitalidad; pero creía que para rehacer su vida necesitaba valerse por sí mismo en todos los aspectos.
El sonido de la cerradura de la puerta cediendo le distrajo de sus pensamientos, no tenía que ser adivino para saber de quien se trataba así se levantó de inmediato del sofá para ir a recibirlo con una suave y sincera sonrisa en el rostro.
-¿Mucho trabajo?
Cuestionó al recién llegado mientras sostenía su maletín para que éste pudiera retirarse el calzado. No pasó alto la mirada curiosa que Kei le dedicó a las maletas que había dejado cerca de la entrada, pero no le preocupó, su partida no era algo que deseara ocultar.
-Tenía mucho papeleo. -Entonces lo vio duda y sin que éste hiciera pregunta alguna, sabía que era lo que diría-. ¿Te irás mañana?
Kei sonó un tanto frío, tal vez distante, pero esto no le incomodó, estos últimos días había convivido tanto con él como para saber que su presencia no le molestaba al otro en absoluto.
-Conseguí una oferta que no podía rechazar. -le comentó mientras acomodaba su maletín en el mueble de la entrada-. Está muy cerca de aquí así que no tendrás nada fácil el librarte de mí.
La sonrisa suave en el rostro contrario le indicó que su comentario había sido bien recibido y que el otro también podía sentir esa conexión especial que existía entre ambos lejos de todo lo ocurrido aquellos días.
El resto de la noche disfrutaron de una conversación amena acerca de sus intereses personales, dejaron, por primera vez, de lado todo lo que tuviera que ver con Sugizo y Tatsuya y se convirtieron en una pareja de amigos que se desvela hasta el amanecer conversando de trivialidades.
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Cristal
Hayran KurguTatsuya ha sufrido un sin fin de decepciones amorosas, pero fue la última la que mayor daño le causó. Harto de llorar y lamentarse de su situación se propuso olvidar todo y hacer como si nunca le hubieran herido para poder seguir con su vida. Aquell...