VI. Nueva oportunidad

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Yuuki era un maduro actor que creía existía determinado momento en la vida de una persona en el que podía mirar hacia su pasado y sentirse orgullo de su camino hasta el presente. Cuando un hombre llega a cierta edad, le decía su padre cuando niño, necesita estabilidad, calma, pero sobre todo amarse a sí mismo y buscar su propia felicidad.

Al mirar hacia atrás se encontró con un camino lleno de sacrificios en favor de una relación desgastante y tóxica. Le llenó de pena saber que había desperdiciado los mejores años de su vida, echado de lado sus sueños y ambiciones por una persona que le estaba lastimando tanto.

Estaba tan enojado consigo mismo por no darse cuenta de la situación hasta que Sugizo le presentó a su última conquista, un empleado cualquiera, en el día en que esperaba celebrar el reconocimiento de su "pareja". Nunca le había gustado dar espectáculo o montar escenas de celos así que, después de brindarle su sonrisa más fingida al mentado Tatsuya, salió discretamente de la casa que compartía con el jefe de éste.

Recordaba haber encendido un cigarrillo en la acera, lo necesitaba más que nunca, antes de ver la abrupta llegada de un guapo hombre artificialmente rubio. El recién llegado le abordó de manera tan torpe y descuidada que no pudo evitar soltarse a reír. Supo desde ese preciso momento que aquel joven había llegado para ofrecerle una nueva luz a su vida.

Un mensaje de Sugizo le trajo de golpe a una la realidad que seguía doliéndole, no por eso estaba dispuesto a dejarse caer, no cuando tenía la oportunidad de volver a vivir por y para sí mismo.

[Nuevo mensaje en Line de Sugizo]

¿Volverás pronto a casa? Te extraño, Yuu...

—Kei, ¿no te gustaría ir de viaje conmigo?

Le preguntó al chico rubio que preparaba el desayuno para ambos, dejando completamente de lado el mensaje recién llegado. La expresión en el rostro de aquel le hizo deshacerse en risa, le encantaba ponerlo nervioso, en realidad le encantaba poner nervioso a cualquier hombre. Sabía que su baja estatura, su cuerpo diminuto, delicado y sus finas facciones eran la debilidad de muchos, pero no por eso iba seduciendo a cualquiera.

—Sabes que no puedo irme.

La respuesta firme y sincera de Kei era algo de lo que más le gustaba de él, ¿qué no le gustaba de él? Prácticamente nada. El más joven se había aparecido como un ángel lleno de virtudes, una persona maravillosa a pesar de su torcida historia.

—Ya lo sé, pero ya que no quieres ganarte el amor de tu amado Tatsuya... —habló desde la barra de la cocina, sobre la cual subió los codos en un gesto infantil—, pensé que podríamos ir a buscar aventura, despejarnos, conocer gente nueva.

Kei volteó a mirarle con cansancio y Yuuki no pudo evitar volver a reír.

—Voy a dejarlo claro de una vez por todas... —le escuchó hablar mientras se dedicaba a servir el desayuno—, Tatsuya no es mi amado. Si lo ayudé es porque se lo debía, porque Sugizo me tenía harto y arruinarle la noche me pareció excelente.

—Cómo quieras verlo.

No le creía ni media palabra, no después de todo lo que tuvo que observar aquel día, pero si Kei insistía en negarlo no sería él quien le llevaría la contraria.

—Es la verdad. Eso de los compromisos sentimentales no va conmigo, no soy como tú o cualquiera de esos tontos enamorados.

—¡Auch! Ese fue un golpe bajo. —Se animó a tomar el plato que le ofrecía el otro—. Por cierto... —continuó sin interrumpir su ritual de desayuno—, desde ayer se corrió el rumor de que tú y yo somos pareja. Supongo que Sugizo algo ha escuchado porque acaba de mandarme un mensaje, aunque ha sido tan listo como para no preguntar directamente. —añadió no sin cierta amargura.

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