Capítulo 3

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- Axel. Axel. – escucho la voz de Natalie susurrar en mi oído – Axel despierta, tienes que cenar algo, no puedes irte a dormir con el estómago vacío. – sigo sin contestarla porque no tengo la menor intención de salir de la cama en este instante, bueno, ni en este instante ni en ningún otro – Axel, no voy a repetírtelo más veces, sal de las sábanas y ven a la cocina. – más silencio - ¡Axel que salgas de la cama ya te he dicho!

Me sobresalto tanto que por poco me da un ataque al corazón, eso sí que no me lo esperaba para nada. Que potencial de voz tiene la tía, podría apuntarse a un coro o algo por el estilo, seguro que sería mejor que pasar todo el maldito día metida en casa limpiando y recogiendo. Se lo tiene merecido, es lo que tiene ser una persona como ella, las lesbianas no tienen ningún derecho a tener un trabajo digno, deberían estar todas y todos, gays incluidos, metidos en casa con un psicólogo que les quitase toda esa mierda que tienen metida en la cabeza. Qué asco.

Cuando salgo de mis pensamientos, me doy cuenta de que Natalie sigue hecha una furia delante de mí gritándome cosas que no logro descifrar; será el cansancio.

- Por favor te lo pido hijo mío, sal de la cama y come algo, no quiero que te pongas enfermo, y menos en el inicio de curso. Hazme caso por una vez en la vida.

- Que pesada, está bien, lo que sea porque calles esa bocaza que tienes. – digo a regañadientes.

Salgo cabreado de mi habitación seguido de mi madre y me dirijo a la cocina, en la que me encuentro con Emma sirviendo la cena en los platos. La saludo con un gesto de cabeza y me siento en mi silla.

- Buenos días dormilón, que tal tu primer día de clase, ¿mucha gente nueva? Seguro que ha llegado gente muy maja e interesante. – dice Emma con una enorme sonrisa en la cara.

Me sorprende que esté tan feliz, seguro que su día ha sido una mierda, tanto como el mío; estar en un bufete de abogados no tiene que ser muy emocionante.

- Pues sí, hay gente nueva, algunos majos otros estúpidos y otros maricones. – se me escapa una sonrisa malévola, me divierte fastidiarlas con este tema.

- ¡Oye, no hables así de las personas homosexuales, son tan respetables como tú y como todos los demás! – Emma se enfada mogollón cuando oye hablar a la gente así de los homosexuales.

- No son personas normales, son enfermos mentales que deben mirárselo pero ya. Estaría dispuesto a pagarles a todos un psicólogo para ver si desaparece ya esta epidemia de una vez por todas. Y tengo la prueba muy cerca, sólo hay que miraros a vosotras, ¿de verdad pensáis que sois personas normales? No, yo creo que no. – esto me está empezando a molar.

Emma cada vez está más cabreada, y percibo que Natalie también, la puedo ver por el rabillo del ojo y está apretando los puños fuertemente intentando contenerse, pero no lo consigue por mucho tiempo.

- Mira niñato maleducado, estoy hasta las narices de tus rabietas y comentarios absurdos, no tienes ni idea de nada, a ver si abres un poquito la mente y los ojos y te das cuenta de una vez que por que a alguien le guste una persona de su mismo sexo no significa ni que esté enferma ni que no sea normal. Aquí el único anormal eres tú, que no tienes la suficiente capacidad mental como para enterarte de que somos todos iguales y por lo tanto tenemos los mismos derechos, lo que significa que tenemos que respetarnos los unos a los otros y no juzgar a la gente ni por etiquetas ni sin conocer el interior de las personas. – calla unos segundos para coger aire y finaliza su discurso – Y ahora, te pido que te pires a tu cuarto, que te metas en la cama o hagas lo que te dé la gana, pero ya no hace falta que cenes, no voy a perder más el tiempo contigo, no voy a perder más el tiempo con alguien que no hace más que despreciar a sus madres y tratarlas como si no fuesen nadie en la vida, te recuerdo que hemos sido nosotras las que hemos estado ahí desde que naciste, cuidándote y educándote.

No me lo puedo creer, ahora es cuando empieza lo bueno, no me pienso callar ni un segundo más.

- Por favor Natalie, cálmate, es solo una rabieta, dentro de unos años se dará cuenta de las estupideces que está diciendo y no tendrá más remedio que pedirnos...

No la dejo terminar porque lo que ha dicho Natalie ha sido la gota que ha colmado el vaso.

- ¿Perdona?, ¿de verdad me estás diciendo lo que creo que me has dicho? ¡Cómo te atreves! No habéis estado ni cuidándome ni leches, habéis estado haciéndome la vida imposible desde que era niño. Vosotras habéis sido la razón por la que he sido acosado durante tantos años por niños crueles, he sido víctima de no se sabe cuántas bromas por culpa de vuestra maldita condición sexual, ¿y ahora me vienes con que habéis estado cuidándome y educándome? ¿Me estás tomando el pelo? – nadie me contesta, la única respuesta que recibo es silencio. Silencio y más silencio.

Me giro y me dirijo a la puerta, la cual está a dos pasos de mí. No recuerdo haberme levantado de la silla y haber recorrido el espacio hasta la salida, pero me encuentro en el umbral de la puerta cuando escucho que la voz de Emma dice:

- Entiendo que te sientas así, sabemos que has sufrido mucho durante varios años, pero que sepas que eso no es para nada nuestra culpa. Es posible que ahora lo pienses y no tengas otra idea en la mente que nosotras siendo culpables de tu acoso escolar, pero en un futuro comprenderás que realmente la culpa no es nuestra, la culpa no es nuestra porque los realmente culpables de todo esto fueron tus compañeros, ellos fueron los que decidieron que ser homosexual o que tener dos madres estaba mal. Si tus compañeros no hubiesen pensado eso, no se hubiesen burlado de ti y tú ahora no estarías en esta situación. – se le salta una lagrima – Por favor Axel, vete a la cama y descansa, mañana tienes que volver a madrugar y no merece la pena seguir discutiendo por lo mismo de siempre. Buenas noches, te quiero, aunque tú pienses lo contrario.

- Yo también te quiero, que lo sepas. – añade Natalie con un hilo de voz, hoy parece realmente cansada y dolida. Supongo que a estas alturas de la película debe estar más que harta, y lo comprendo, porque yo también lo estoy.

Las miro a las dos fijamente y salgo por la puerta, subo las escaleras y me meto en la habitación. Vuelvo a darme una ducha porque necesito relajarme. Tardo apenas cinco minutos, me pongo un pijama limpio y miro el teléfono; son las doce y media de la noche, mañana debo despertarme pronto así que dejo el móvil en la mesilla y vuelvo a meterme en la cama por segunda vez en el día de hoy.

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Sé tú mismoWhere stories live. Discover now