3. Buenas noches.

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Al fin el pesado día estaba llegando a su fin... quiero decir, estaba cansado del largo viaje que había hecho en autobús y Alma, junto con Lenalee no había parado de arrastrarme de aquí para allá. No me mal interpreten, ellos son realmente adorables, son unas muy agradables personas que estaba muy contento de haber conocido e incluso Tim congenió muy bien con ellos, pero como dije, estaba hambriento y la visita a la cafetería fue mucha más corta de lo que imaginé... puesto que la cocina estaba cerrada y tuve que tomar un pequeño bocadillo afuera en el jardín junto con los chicos. Obviamente eso no bastaba en lo más mínimo para saciar mi estómago... y de solo pensar que debía llegar después a esa desastrosa habitación y desempacar aun mis cosas me hacía sentirme aun más agotado.

Pero el verdadero llegó, cuando me despedí y me di cuenta que... en efecto, no recordaba en absoluto como llegar hasta mi residencia. El camino que se supone, sería el más corto, terminó siendo el opuesto y caminé en círculos durante horas, no había ni un alma por las calles, era demasiado tranquilo... demasiado... ¿a quién se supone que iba a preguntar ahora? – ¿Dónde estoy, Tim? – Suspiré caminando sin esperanza ya alguna.

– Eh, oye. – Un sin techo me habló repentinamente, sentí un escalofrío y apresuré el paso, ya estaba anocheciendo y comenzaba a preocuparme realmente de no tener que acabar como ese pobre hombre, durmiendo entre cartones durante esa misma noche...

Aunque siendo sincero tampoco sería la primera vez...

– Ey, el chico de pelo blanco (1)* ¿estás perdido verdad? – Me volteé sorprendido a mirarlo por primera vez mientras Timcampy se escondía en mi capucha, en realidad, era un chico que se veía bastante inofensivo, incluso diría hasta feliz mientras empujaba su carrito de basura con una ranita -¿o era un sapo?- sobre su cabeza.

– Ehm... – Me sonrojé de lo evidente que era mi situación. – ¿Usted sabe... dónde está la residencia de Black Order?

– Claro que lo sé. – Se apoyó sonriente sobre su carrito. – Pero solo te lo diré si me das algo de comer. – Bien era obvio que no iba a ofrecerse tan amable sin esperarse nada a cambio. Dudé un rato, pero era preferible darle uno de mis bocadillos a pasar la noche fuera por idiota, así que rebusqué a en mi mochila algunos que había comprado para la noche, cuando se lo di me recibió con una gran sonrisa. – ¡Muchas gracias, amigo! – Mirándolo de más cerca se veía bastante joven y no pude evitar sentir algo de pena por él. De repente, puso su rostro a escasos centímetros míos, mirándome intimidante a los ojos, con una seductora sonrisa. – No sientas pena por mí, Allen, esta es la vida que yo mismo escogí tener...

Hasta ese punto, me quedé sin palabras, de alguna forma.

– Ten cuidado. – Dijo mientras pasaba su mano con mitones desgastados sobre mi mejilla, sin llegar a tocar, solo sintiendo una extraña energía. – Los chicos tan lindos e inocentes como tú... suelen ser presa fácil.

¿¡A qué se supone que venía eso!?

Después me indicó hacia donde tenía que ir, sorpresivamente estaba mucho más cerca de lo que creía y me avergoncé mucho de mi mismo, además, no podía olvidar esos ojos extraños, que por momento me parecieron dorados, exceptuando a Alma, todos los chicos con los que me he topado hoy resultaron ser atractivos e intimidantes.

Ya pasaba la hora del toque de queda, y no podía entrar por la puerta de adelante... recordé que Alma me había dicho que si estaba en apuros, siempre podía entrar trepando la vaya de atrás y colarme por la ventana que daba a nuestro pasillo. Para hacer eso, tenía que pasar por delante de la pequeña caseta de vigilancia que controlaba que ningún extraño entrase. Esperé un rato a alguna distracción de cuclillas, pegado junto al muro y cuando el Señor Apo fue a buscar una tacita de té corrí todo lo que pude hasta cruzar la esquina, Apocryphos que era el nombre completo del vigilante nocturno, era demasiado largo para recordarlo o si quiera pronunciarlo medio bien... por lo que todo el mundo lo llamaba así.

No puedo dormirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora