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Me desperté, al escuchar un estruendo en la lejanía

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Me desperté, al escuchar un estruendo en la lejanía. Frunciendo el ceño, me acomodé, comprobando que me encontraba en la mullida cama de la habitación que me habían asignado al llegar al refugio.

Me levanté extrañada, al ver que por debajo de la puerta se filtraba una luz roja que iluminaba toda la habitación, mientras percibía ruidos en el exterior, comprendiendo que algo iba mal.

No sabía con exactitud cuánto tiempo había pasado dormida, pero me sentía completamente descansada, a pesar del esfuerzo sobrehumano que había realizado durante el entrenamiento y el posterior enfrentamiento contra Valentín, y que me había llevado a la inconsciencia. Y algo me decía que debía acostumbrarme a ello, dado que no sería la primera vez que me desvaneciera, hasta no obtener la suficiente práctica.

Suspirando, me encaminé hacia una pequeña mesa que se encontraba en un rincón de la habitación y tomé mi mochila, la cual había preparado con un paquete de galletas, algo de ropa y artículos de aseo y de primeros auxilios, convirtiéndola así en un pequeño kit de emergencias.

Con lentitud, abrí la puerta que conducía hacia el pasillo y escuché un nuevo estallido, esta vez mucho más cerca, mientras oía gritos y algunos disparos a lo lejos.

Mi instinto indicaba que aquello era obra de... Anthony.

Nerviosa, pero procurando no desesperarme, comencé a correr por el pasillo bañado por la intensa luz roja, con la intención de llegar al salón en el que se encontraba el gimnasio, recordando que allí se encontraba una salida de emergencia que conducía al patio trasero, es decir, a las lindes del bosque. Si lograba llegar hasta allí, podría esconderme con facilidad.

Corrí sin descanso, atravesando toda la vivienda, sin ser capaz de oír mis propios pasos, por culpa del pánico que me invadía y los potentes ruidos que se sucedían a mi alrededor.

No me hallaba muy lejos de la sala, cuando una explosión sacudió el lado derecho del edificio, arrojándome al suelo.

Gruñí, apretando los dientes, adolorida y sintiendo que mis oídos pitaban por culpa del estruendo, para luego tragarme todo lo que sentía y obligarme a avanzar a gatas.

Cuando había gateado unos pocos metros, logré captar la voz de alguien que se encontraba frente a mí. Frunciendo el ceño, agucé mi vista, viendo a Leslie entre el humo y los escombros, quien se acercó rápidamente y me ayudó a ponerme de pie.

Sin decirnos ni una sola palabra, nos encaminamos hacia la sala de entrenamiento, donde nos esperaba Valentín, cargando una mochila con un par de navajas y otros artilugios que no fui capaz de distinguir.

—Me alegra que estés bien —murmuré, mirando a Leslie, logrando que Valentín mirara en nuestra dirección al escucharme.

—Debemos irnos ya. Usaremos el portal —nos informó sin la más mínima emoción.

Lucha Eterna. Fuego Y Agua 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora