Epílogo

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Días después de descubrir la verdad, me encontraba en una de las habitaciones del castillo, sentada en la mullida cama en la que mi primo descansaba, inconsciente, mientras un médico preparaba el cuarto paño frío del día, con el que buscaba reanim...

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Días después de descubrir la verdad, me encontraba en una de las habitaciones del castillo, sentada en la mullida cama en la que mi primo descansaba, inconsciente, mientras un médico preparaba el cuarto paño frío del día, con el que buscaba reanimarlo y bajarle la fiebre que había comenzado hacía horas y que parecía no querer remitir.

Aquello no era normal, sin embargo, nada en nuestras vidas rozaba la norma.

Cuando el médico colocaba el paño humedecido sobre la frente de Jared, mi padre, quien se encontraba mejor que al salir de su celda ―ya no se lo veía tan demacrado―, entró en el cuarto, con el semblante serio, seguido de mi madre, quien había llegado junto a Tomás, hacía tan solo dos días. Sonreí. La familia por fin se había reunido.

Tomás se había hecho amigo del hijo de uno de los guardias del castillo y con él se dedicaba a correr por el patio, mientras practicaban figuras con el agua, confirmándome que me había ocultado aquella habilidad que ahora le era imposible controlar. Al menos en algo estábamos en las mismas condiciones, a ambos nos quedaba mucho que aprender.

Durante esa mañana, me había logrado contactar con Alejandro, quien se encargó de manifestar su alegría por el reencuentro, asegurándome de que vendría a vernos en cuanto le fuese posible. Él pertenecía al reino, siempre sería bienvenido aunque hubiera cometido errores de los cuales no tenía noción.

Sin embargo, nada ni nadie era capaz de robarme tantos pensamientos como aquel muchacho que se encontraba encerrado en uno de los calabozos de las mazmorras. Mi padre me comentó que aún se hallaba allí, es más, lo había frecuentado y parecía apreciarlo.

―Es algo complejo. Su reacción es inconsciente, no puede controlarla ―murmuró el médico en un suspiro.

Fruncí el ceño, volviendo a la realidad. Estaba perdida en mis pensamientos y no había sido capaz de captar la conversación, sin embargo, el hecho de que mencionaran que aquello era incontrolable para Jared había llamado toda mi atención.

―¿A qué se refiere? ―interrogué.

Con tranquilidad, el médico me miró y suspiró.

―Cuando hice una revisión completa de su estado, me encontré con algo que me pareció extraño y me transmitió intranquilidad ―explicó, acercándose a la cama y girando el torso de Jared, dejando ver su espalda―. Esta marca de aquí ―indicó, haciendo que todos miráramos hacia allí―. Primero pensé que era un tatuaje, dado que tiene uno en el brazo, pero... ―agregó, haciendo una mueca.

Con detenimiento, observé la negra marca que mi primo tenía grabada en su piel. Se refería a un diseño con forma de pluma, que yo sabía que no se trataba de un tatuaje común y corriente, ya que, al mirarla, pude percibir algunos destellos de color púrpura. Sin embargo, al darme la vuelta, me di cuenta de que mis padres no lo veían del mismo modo. Para ellos aquello no era más que un dibujo negro que no tenía ni el más mínimo sentido.

Lucha Eterna. Fuego Y Agua 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora