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Estaba durmiendo en mi lado del auto cuando siento una mano tocando mi hombro me sobre salto, y abrí los ojos. Simón. ¿Qué ese chico hace tocándome?

— Pero ¿porqué me tocas, pibe? — le gritó en la cara. Miré a mi alrededor y no tenía nadie en el auto.

— Vamos, Sharon dijo que te llamara ya que no despertaba — suspiro y soltó un leve risa — vamos a desayunar.

Lo miré confusa. Mis tíos y primo, ¿me dejaron sola con ese chico? Los mato, lo juro.

— No tengo hambre — dije entre dientes.

— Pues, me da lo mismo — salió del auto — bye! — dicho eso el simplemente me dejó sola en el auto y escuché cómo el apretaba el botón de la alarma, y yo me quedaba encerrada dentro del auto.

Me desesperé y mis ojos se humedecieron. ¿Ese chico es loco, o qué?

Él se reía y yo, con mi miedo de quedarme en un auto sin necesidad, le gritaba para que abriera.

— ¡Simón! — le grité cuando sentí las lágrimas en mis ojos. Miré a sus ojos y él, que también me miraba riendo, paró de reír al momento y vino a abrir el auto — ¡idiota, te odió! — le dije y di un zape en su antebrazo.

— Parece una nena llorando sólo porque te deje allá — dijo señalando el auto, en cuanto andábamos en dirección al restaurante.

— Y vos sos un patán — le dije y solté un bufido.

Cuando nos adentramos procuré con la mirada a mis tíos, que luego nos vio y hizo un ademán con la mano.

Simón estaba detrás de mí, aún riendo por lo que me paso y yo con un odio aun mas grande de lo que ya tenía hacía él.

— Tardaron mucho, he — dijo mi primo entre risas, mi tío lo acompañó. Boludos.

— Lo que pasa es que Ámbar empezó a llorar porque yo le hice una broma...

— De muy mal gustó, dejarme decirte — agarré mi teléfono, no les quería escuchar más, pero me fue inevitable.

— Y bueno, continuando; le hice la broma y ella lloró cómo una nena pequeña — todos empezaron a reír y yo rodé lo ojos.

¿Cómo pueden reír de mi desesperación? Es que ellos no saben que a mí me dan miedo quedarme encerrada en un auto, y aún mas sola, recordando todo lo que pasó en aquel accidente donde toda mi vida se derrumbó.

Sentí una punzada en mi cicatriz. La toqué, y sentí una lágrima en mi mejilla. Yo juré no llorar frente a él, pero es inevitable.

— Querida, ¿estás bien? — me preguntó madrina pasando su mano por entre la mesa y agarrando la mía.

— Estoy perfecta — les sonreí y quité la lágrima. No lloraré frente a él — estoy con hambre... ¿Qué pidieron?

— ¿No es que no tenía hambre? — preguntó Simón con el ceño fruncido.

— Pero me dio — sentí el gusto amargo en mi boca.

— Ámbar, su amigo ese, te llamó — dijo Simón molesto.

— ¿Qué amigo? — pregunté dudosa. Yo tenía dos amigos — y ¿porqué atendiste mi teléfono? — casi grité.

Él se encogió de hombros, no me dio importancia.

— Estabas durmiendo. Y fue el tal Matteo — lo miré furiosa.

— Matteo e llamas y ¿no me despertaste? — exalté la voz.

— Ahora ¿qué? — él también exaltó la voz — ¿es su novio? — me calme y me senté de nuevo.

Ignoré su comentario. Él tenía razón, Matteo no era mi novio, pero no desquitaba lo importante que ers en mi vida.

¡Te Odio!  |Simbar|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora