|4|

681 56 45
                                    

Matteo y yo estábamos abrazados, no quería qye él me soltsra, él era el único que me entendía, el único con quién podría llorar y no me importar con nada más.

Nos separamos u él me sonreía.

— Me duele verte llorar, cosita —dijo acariciando mi mejilla. Desde que nos conocemos él me llama así, no sé porque.

— ¿Y ahora? — le dije y le dediqué una sonrisa — ¿esta mejor así?

— Sabes que sí — reímos. Eramos unos completos idiotas.

Nos sentamos en la cama y hablamos cómo unos cuarenta minutos, más o menos. Cuando estaba con Matteo el tiempo volaba, ni lo sentía. Pero siempre Simón venía a mi cabeza, ¿qué hacía él ahora?

— Ámbar, si quieres vamos a esa fiesta — dijo levantando, yo le agarré de la mano. Por más que quería, no podía.

—No, no quiero verlo con otras chicas — dije con los ojos ya llenos de lágrimas. Yo era estúpida, a cada diez minutos lloraba, y él siempre era el culpable.

No siempre.

— Te juro que si él esté con chica frente a vos, lo mato — Matteo dijo tan serio que lo creí. Abrí mis ojos cómo plato.

— Eso no, él y yo no somos nada — me senté de nuevo — él puede hacer lo que quiera, y yo también — dije muy segura, mismo que no lo esté.

— Entonces vamos, ese vestido ests re hermoso, creo que te va quedar de maravilla — dijo Matteo poniendo el vestido frente a mí, y imitando una voz de chica. Reí.

— ¡Pará, su imitación es horrible! —  le dije y caímos en la cama riendo. Yo y Matteo realmente eramos idiotas.

Yo no tenía amigas mujeres, así que él siempre sacaba ese lado chica que tenía dentro de él. Siempre decía que cómo mejor amigo, y único, tenía que hacer esas cosas, no quería que yo fuese un chico, más de lo que yo ya lo era. Enserio, aveces parecía un chico hablando o vistiéndome. Pero no me importa, eso no cambia mi gusto para chicos. Eso no cambia nada.

— Me lo confirmo, ¡vos sos gay! — le grité y reí muy alto. 

— Sí, estoy enamorado de Simón Álvarez, ¿lo conoces? — y así empezó uno más de nuestros jueguitos. Hice cara de sorprendida.

— Ay no te lo puedo creer — me levanté "enojada" — ¡yo también! Yo lo vi primero —le dije ofendida.

— Ay, nena... Él prefiere a mí — dice y hace un ademán con las manos. Reímos a carcajadas, solamente él para sacarme una risa.

Quedamos así por un tiempo, pero lo bueno no dura mucho. Simón y Nico volvieron y nos vieron. Simón estaba sin expresión alguba en su rostro, Nico sonreía.

Mis ojos y de Simón se encontraron, y fue cómo si nada estaba a nuestro alrededor. Él me miraba y yo cómo idiota hacía lo mismo, es que simplemente no puedo parar de mirarlo, nunca. Siempre viene él, y me hace más debil de lo que ya soy.
Quería hablar algo, pero de mi boca no salió ni una palabra, ni un quejido.

Sentí la mano de Matteo en mi hombro. Me sentí un poco más aliviada. Él siempre era mi calmaría.

— ¿Interrumpimos? — preguntó Simón y podía sentir el odio que corría por él. Sus ojos estaban más oscuros.

— No — dije lo fulminando con la mirada.

— ¿Qué haces acá, Matteo? — preguntó Nico intentando dejar el clima tenso que se puso.

Yo y Simón nos mirábamos. No despegamos nuestras mirada en ningún segundo. Cómo lo odio. Él me confunde siempre. Siempre pienso que a él no le importo, y cuando él me ve con un chico se pone así de celoso. Odio ese extraño modo que es él.
Nuestras miradas no se despegaban. Lo amaba, pero lo odiaba por ser así. Por confundirme cada día más en cuestión de lo que él siente hacía mí.

¡Te Odio!  |Simbar|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora