¡Te Odio! |Simbar|

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Ya hace dos días que estábamos en la playa y todo iba de mal a peor. Mis tíos estaban preocupados conmigo ya que yo no comía mucho, la verdad es que desde que mis padres murieron no como mucho, no tengo apetito cómo tenía antes. Nico y Simón me molestaron todo los días y segundos de mí vida. Matteo y yo hablamos todo los días, lo extrañaba mucho, él me dijo que cuando vuelva nos vamos al cine con casi todos nuestros amigos de clase, estaba feliz, pues hace tiempo que no salía con todos, para ser mas precisa, desde la muerte de mis padres.

— Dale, Ámbar — dijo Nico haciendo un puchero — ¡va a ser divertido!

— No quiero, además no compré ropa para ir a esa fiesta que va a tener, y tía Sharon no va a dejar que vos salga — dije obvia. Nico y Simón intentaban llevarme a una fiesta que iba a tener cerca de la playa con una presentación en vivo de Mateus Alves, mi cantor favorito.

— Ya le dije, y ella aceptó, desde que vos y yo no lo deje sólo y no puede beber nada — dijo Simón con una hermosa sonrisa. Rodé los ojos.

— No tengo ropa para usar esta noche — crucé mis brazos y senté  en el borde de la cama molesta.

— No hay problema, compré eso para vos — dijo Simón extendiendo su mano que estaba agarrando un vestido negro abierto en la espalda; mi tipo de vestido preferido — lo vi hoy en una tienda y me acordé que te gusta mucho ese tipo de vestido — sonrió, y yo di una leve sonrisa. Simón debía estar queriendo algo para regalarme esto.

— ¿Qué quieres de mí? — dije frunciendo el ceño — ¿porqué? ¿Con qué dinero? — me levanté, ahora lo retaba con la mirada.

— Me voy — dijo Nico que salió corriendo de la habitación.

— Yo no quiero n-nada de vos — dijo tartamudeando — porque es hermoso, mi mamá me dio su tarjeta — se encogió de hombros. Quedé sorprendida con lo que me dijo.

— No puedo aceptar — dije devolviendo el vestido.

— Sí, puede. Sé que querés ir a la fiesta pero no puso un vestido en su valija — coloco el vestido en cima de la cama.

— No quiero, ¡basta! — le grité y salí de la habitación.

Pase por todos en la sala y fui a la playa, necesitaba pensar.

Miré el paisaje, el atardecer, era hermoso. Sonreí. Cerré los ojos y escuché las olas quebrando, el sonido de los pájaros, los rayos del sol quemando mi piel. Amaba todo eso, sentir la naturaleza. Era cómo estar junto a mis padres. Ellos siempre estaban acampando, y ellos amaban estar en la playa con tanta cosa hermosa para hacer, y ver.

Me senté en la arena y saqué una foto del paisaje, siempre iba a recordar de lo que mi tía me dijo.

<< Esa es la playa favorita de su mamá, ella siempre quiso que vos la conocieras. Fue acá que ella y su papá se conocieran. >>

Sonreí de verdad, por primera vez después de seis meses.

— Hermoso, ¿no? — dijo esa voz que siempre me gustó.

Giré para mirarlo con el ceño fruncido.

— Quiero quedarme sola — dije fríamente.

— Todo bien, fiera — rió — ¿te vas en la fiesta? — preguntó levantándose.