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—¡Cachen weon! ¡Llego el emo! —Gritó un weoncito.

Todos se empezaron a reír.

—¡Oe, emo culiao! ¡Agáchate y chúpame el pico pa ver si te poni más feliz! —Gritó otro, y las risas aumentaron.

Hijos de puta weon.

—Dejen de molestarlo, weones pesaos. —Habló el Nico, y no faltaron los aweonaos que empezaron a gritar el típico "Uy", y otro tipo de weas.

—Wena Gaule, no sabia que te comiai al emo weon. —Respondió el weon. ¿Cómo se llama este culiao? Matías, creo.

El Nico se puso más serio que la chucha, ya lo veía sacando la navaja al culiao.

—Bueno, será mi problema po, además, vo se la chupai al Urrutía y nadie te dice nada. —Contestó al Nico, y empezaron gritos y risas.

La wea desastre por la chucha...

—Cagaste maricón culiao.

El weon se paró y se tiró encima del Nico, y le chantó un combo en la cara muy brígido.

Me limité a abrir los ojos, no supe como reaccionar, y me sentí tan inútil.

—¡Nico! —Gritaron el Jaime y el Edgar a coro, y corrieron hasta allá, y yo seguía en el mismo lugar, inmóvil, sin saber qué mierda hacer.

Un weon agarró al Jaime por los brazos, y el Jaime le mandó una patá en los cocos.

La Isi llegó de repente, demasiado alterada, y me abrazó.

—¿Estai bien, Naiko? ¡Naiko! ¡Habla por la re mierda weon!

—E-el Nico.

Y volví a caer en trance.

No podía mover ningún puto músculo.

Y lo peor fue ver cómo le sacaban la cresta al Nico.

Y no hice nada para evitarlo.

—¡Edgar weon, llama a alguien!

—¡¿Qué wea haci vo pegándole a mi amigo, peazo' de mierda?! —Gritó alguien, me di vuelta para ver de quien era la voz, y era un cabro macizo, moreno, con los ojos particularmente rojos, y con el ceño fruncido.

Se acercó hasta la escenita, y pescó al weon del poleron, levántandolo, y le pegó un combo de aquellos.

Lo tiró contra la pared, y ahí quedó la cagá.

Salieron los amigos del weon, tanto como para pegarle al héroe hasta ahora anónimo del Nico, al Jaime, y al mismísimo Nico.

Y yo seguía ahí, como un puto vegetal.

Mi único impulso fue empezar a llorar sin ningún tipo de sufrimiento ni nada.

—¡Jóvenes! ¡Corten su pelea! —Gritó el inspector, pero eso no sirvió de mucho, y salieron otros inspectores mastodontes de no sé dónde, pero salieron, y separaron a todos.

Fui corriendo hasta el Nico, y lo abracé.

—Tengo la culpa de todo weon, ¡de todo! —Susurré, el Nico se rió y me sobó la espalda.

—No weon, la culpa es de estos mediocres culiaos por meterse con quién no deben.

—Ustedes se vienen a la oficina conmigo.

El inspector tomó al Nico del brazo, y al weon que le pegó. Obviamente, también se llevaron al Jaime y al héroe anónimo.

El labio me empezó a temblar.

emo; ednaikoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora