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Trate  en vano de articular una palabra, pero mi estado mental no me lo permitía, el área de wernicke en mi cerebro estaba siendo presa del miedo y el desespero.

Mi defensa no tenía oportunidad de actuar en medio de esta confrontación tan desigual, sus labios - que por cierto eran hermosos, pequeños y de un color que hasta la mas dulce manzana en primavera envidiaria- no paraban de expulsar palabras hirientes hacia mí.

No tuve más remedio que seguir a mis impulsos... Durante ese lapso de tiempo que dura un parpadeo, no mayor a un segundo, y sin pensarlo mucho, me abalancé sobre ella, sujete con rudeza sus mejillas y frene esa ráfaga de palabras con un beso.

Me sentí como un kamikaze que piloteaba con sus labios un  terreno bastante hostil, arriesgando mi dignidad, mi vida, mi orgullo -que para ese entonces no valía de nada-, arriesgandolo todo, solo para lograr calmar tanta ira, y transmitir lo que quería decir, todas esas expresiones represadas en mi cabeza con un beso.

AUN SIN TITULODonde viven las historias. Descúbrelo ahora