Es el límite entre vos y yo,
una correa asfixiándote en tu posición pautada.
Barcos desaparecidos,
pájaros arrepentidos,
el inminente final.
Me estiro e intento alcanzarlo,
casi olvidando que mi cuerpo tiene un margen,
ese que a veces me impide llegarte.
Pero no osaría culpar a mis huesos de tal desgracia,
sino a esa línea infernal que me sonríe burlona noche tras día;
me rodea con sus brazos de paternidad fingida,
prometiendo protegerme
(¿de quién?
¿de ellos, que no dejan de callarme?
¿de vos, que sólo intentas curarme?)
y jura que su única función es separarme de lo que más me duele.
Entonces le grito que por qué no puedo tocarlo,
a él, mi confín,
que me huye cada vez que intento abrazarlo.
Y ambos lloramos,
forzados a guardar silencio,
metidos en algún lugar del que nunca pedimos formar parte.
Él, creado para calmar mis miedos,
para fingir que la inmensidad del universo es algo irreal,
que siempre para todo hay un fin.
¿Por qué los poetas ven en él la libertad,
la posibilidad de avanzar, de conocer aún más,
cuando yo sólo veo una cadena
rodeándome de agua y tierra
que no buscan más que lograrme ahogar
si consiguiese rozar ese lugar del que me separan?
¿Por qué tanto afán en que permanezca acá?
¿De dónde surgió esa necesidad de mostrarme
(y de perseguirme hasta cansarse)
que todos mis sueños tienen un límite
y que tal vez no lo creó nadie más que yo?

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Metempsicosis
Fiksi Umum[antología de crónicas, cuentos y poemas escritos todos por las mismas manos]