Capítulo 4

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Durante la cena nadie pregunta por Naiara, ni mis abuelos, y eso me da mucha bronca. ¿Por qué a nadie le interesa saber si está bien o si le pasa algo? mis padres siempre se preocupan por mí, incluso a veces llegan a ser muy insoportables con sus preguntas: "¿qué te pasa?, ¿comiste? ¿Te duele algo? ¿Dónde fuiste? ¿Alguien te dijo algo malo?". Muchas veces los trato un poco mal y los hecho de mi cuarto, pero es que me agobian, siento que no me dejan respirar.

-Naiara se acostó porque le dolía la cabeza.- suelto sin más, con voz fuerte para que me oigan. Todos se quedan callados y me miran.

-sí, siempre le duele la cabeza, ya le va a pasar- contesta mi tía Analía haciendo un gesto con la mano como restándole importancia. Y todos continúan con sus charlas como de costumbre, por un lado siento molestia hacia mi tía, pero por otro envidio un poco a Naiara, nadie la atosiga como a mí, tiene una gran libertad porque nadie pregunta siquiera por ella.

Luego de terminar lo que tenía en mi plato, me excusé diciendo que tenía sueño, y me voy a dormir. Al entrar al cuarto veo a Naiara, que esta acostada hecha un bollito mirando hacia la pared. Seguro duerme, pensé. Me encogí de hombros y me acosté rindiéndome al sueño.

...

El insoportable canto del gallo me despertó. Miro la hora en mi celular y son las 5:30 am. Ahogo un grito de frustración en la almohada y me giro a ver si Naiara sigue durmiendo. Y para mi sorpresa su cama esta vacía y arreglada. Pongo los ojos en blanco y pienso que en Misiones todos están locos para levantarse a esas horas de la madrugada.

Después de media hora girando en la cama y de no poder dormir a causa de los perforantes sonidos que emitía aquel animal, me levanté decidida a plantarle la queja al primero que me cruzara.

Y como me esperaba, casi toda la familia estaba levantada, tomando mates y comiendo chipas caseras de la abuela. Entré en la cocina y simplemente solte mi pregunta junto con todo mi mal humor.

-¿¿porque diablos no se calla ese animal??

Todos me miraron por unos segundos y luego rompieron en risas. Yo no lo podía creer, todos se burlaban de mí. Realmente no comprendía cómo podían soportar esos sonidos taladrantes, y cómo podían estar levantados tan felices a esta hora.

-seguro quería que te levantes mi gurisita- dijo el abuelo con tono jocoso. A mí me hervía la sangre, pero no podía lanzar maldiciones al abuelo. Ignoré el delicioso aroma de las chipas de la abuela, porque sino no podría mantener firme mi enojo, me giré y me dispuse a marcharme de nuevo al cuarto con firmes zancadas, golpeando el piso todo lo posible. Mientras oía las risas de todos, puse mis ojos en blanco y resoplé como un caballo.

Ya en el cuarto me di cuenta de que no podría dormir más. Estaba ocupada refunfuñando y buscando algo que ponerme en las valijas cuando noté un papel blanco en la mesita de luz, con mi nombre escrito.

"Ainu, hoy tengo mucho que hacer y no creo que pueda acompañarte hasta el camping donde trabaja Airton, pero si querés podes ir sola. Eso sí, acordate que me prometiste no volver a ese lugar. Si te faltan excusas, decíles a los tíos que vas a estar conmigo en el potrero.

Nai."

Esa nota me recordó la curiosidad que sentía por el lago que había encontrado. Y ya que el insoportable gallo interrumpió mi sueño reparador, decidí que sería genial aprovechar el tiempo para averiguar más cosas de ese lugar.

Sinceramente, no me creía la historia de la contaminación. Sí, era posible, pero después de haber visto el lugar, no parecía estar muy afectado por ninguna sustancia nociva, además, debido a la cercanía con la población todos deberían estar afectados. Y a la contaminación no se la frena ni se la encapsula, mucho menos con alambrado de púas. Definitivamente debía haber algo mas, alguna razón por la que ese lugar estuviera cerrado.

El reflejo de mi deseoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora