Capítulo 6

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Algo que quedó grabado en mí y que jamás voy a olvidar, fueron sus ojos. Suelen decir que los ojos son las ventanas del alma. Sinceramente, viendo esos ojos creo que cualquier intento de explicarlo sería vano, y cualquier frase ya hecha está obsoleta.

Creo que a lo largo de los años jamás podría borrar de mi memoria la intensidad de su mirada, ese pozo profundo y misterioso que generó mil dudas en mí. Ni viviendo un milenio podría olvidar lo que sentí en ese momento al verlo a los ojos.

Me paralicé. Su mirada parecía haberme encantado y yo ya no podía moverme. Sus ojos... intentaré describirlos. Era una mirada oscura, cuando el sol se reflejaba en ellos parecían ser marrones, pero cuando ya no los alumbraba eran muy oscuros, realmente profundos, indescifrables.

Podía generar temor a alguno, pero yo creo que demostraba autoridad. Entendía que fuera guardián. Nadie se atrevería a desafiarlo. Nadie excepto yo. Pero a mí me controlaba de todas formas con su mirada. No creía, hasta el momento, en todas esas patrañas de lo místico que podía ser todo eso, sin embargo con unos ojos así, sentía que si existía magia, esos ojos la irradiaban. Pero me resistía a creer.

-y vos ¿Quién sos?, ¿un holograma?, quieren hacerme creer tonterías eso ya lo se. O seguro que algún truco raro están haciendo- le digo, oyéndome a mí misma convencida, pero sabiendo que en el fondo solo quería llevar la contraria, como siempre. O quizás solo esperaba que de verdad me confirmaran que estaban haciendo trucos para engañar a la gente.

-Tu mente quiere negar lo que ves, creando absurdas teorías, pero tu corazón quiere creer. Déjalo Ainara, déjalo creer o márchate de aquí- me dice con su voz grave sin apartar su vista, y aunque lo desafíe él sabe que me tiene atrapada.

-No me voy a ir, cualquier persona tiene derecho de venir a disfrutar de este lugar. ¿Por qué cuentan estas mentiras? ¿Qué esconden que otros no pueden ver?

-No crees que todo esto sea real. Voy a demostrarte que si lo es- dijo como si estuviera aburrido de escuchar mi reticencia.- acércate, intenta caminar sobre el agua hasta aquí.

-Estás loco!! Seguro querés que me ahogue- digo sintiendo como el enojo se expandía con mi sangre. Mamá suele decir que si existiera una máquina para crear enojo jamás me superaría, mi carácter es un tanto especial. Pero ni mi irritable forma de ser parece quitarle la calma a este hombre.

-El lago no es tan profundo como para eso, acércate y veras.

Si hay algo que soy además de rebelde, es curiosa. Y en verdad me intrigaba mucho todo esto, tenía muchas ganas de ver como intentaba convencerme este hombre, porque yo estaba segura de que no podría.

Me acerqué lentamente, mirando el agua, que estaba muy quieta. Empecé a estirar un pie sobre el agua, alcé mi vista y el me dirigió un leve asentimiento con la cabeza. Volví a bajar la vista, y luego mi pie. Mis zapatillas se mojaron un poco pero cuando dirigí peso a mi pie note asombrada que no se hundía. Coloqué mi otro pie y ya estaba parada sobre el agua, mis ojos no podían abrirse más a causa de la sorpresa.

-¿qué clase de truco es este? – dije con mi voz un poco más baja, pero él no respondió. Entonces me agache y metí mi mano en el agua al lado de mis pies. Y mi mano si se sumergía. No entendía absolutamente nada, era imposible, pero al verlo a los ojos sabía que todo en lo que me resistía a creer, en realidad si era cierto.

Me acerque un poco más, hasta que tomé algo de confianza y con pasos lentos me acerqué hasta estar a menos de un metro de distancia de él.

Era de tez trigueña, con rasgos aborígenes. ¿guaraní quizás? Era alto, fornido. Sus músculos denotaban trabajo, pero no como esos modelos de mis revistas de moda que entrenaban en gimnasios y tomaban anabólicos, más bien un cuerpo fuerte a causa del trabajo, de la vida en la selva. Su cabello era fino y negro, apenas un poco largo. Me recordaba un poco al hermano de Kenai, de la película Tierra de Osos.

Ya comenzaba a sentir como todas mis teorías caían estrepitosamente, una última barrera me impedía terminar de darme cuenta de que todo lo que me habían dicho podía ser cierto. Entonces pensé que debía tener al menos la certeza de que estaba equivocada, y la única forma era tocándolo, para saber si era real.

Aparté la duda de mi, debía confirmar si todo esto era cierto, por lo cual comencé a alzar mi mano lentamente, sin apartar la vista de él. Y lo toqué. Toqué su brazo, y al tacto era tan sólido y real como yo misma, aunque irradiaba un aura místico no era un holograma ni ninguna estupidez que se me cruzara por la mente. Ya no tenía teorías y la última que se me ocurrió no tenía sentido.

Fue cuando caí en lacuenta de las cosas extrañas que estaba descubriendo, y la Ainara escéptica, acausa de la impresión, se desmayó. 


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Todavía no encuentro nadie que pueda representar a "Él", si llego a encontrar alguien que se le parezca, lo subo en multimedia. 

El reflejo de mi deseoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora