Capítulo 8

20 2 5
                                    

Cada metro que me iba separando de aquel lugar durante el camino de vuelta, me hacía olvidar lo que había visto, y volvía a creer que todo era un artificio de mi imaginación. En el fondo sabía que lo que había visto era cierto, y que todo lo que creía antes ya no tenía sentido, pero realmente estaba confundida y quería creer que esas cosas que había presenciado no eran reales.

Seguramente mi cara debía ser un poema con la confusión que sentía en esos momentos. Teko, como había decidido llamar al guardián del lago, no había querido decirme más que su nombre, y me dio advertencias extrañas, que no entendía en absoluto. Y era lógico que no comprendiera nada, todo eso era además de misterioso, muy nuevo para mí.

A parte de todo esto estaba el mismo Teko, que me intrigaba muchísimo, me había capturado con su aura de misterio. Entonces me pregunte ¿Teko es una persona con poderes raros? ¿o será otra cosa?

Ya estaba acercándome a la casa de los abuelos, por lo que guardé todas mis dudas en un rincón de mi agotado cerebro hasta volver a Yrasema. Porque si de algo estaba segura, era de que iba a volver, y Teko me tendría que escuchar, necesitaba respuestas, explicaciones coherentes, e iba a conseguirlas, porque no había nadie más terco y persistente en el mundo que yo misma.

Cuando iba llegando me di cuenta de que casi estaba atardeciendo, y yo había estado fuera todo el día. Comencé a asustarme, no fui consciente del tiempo que paso, mis padres iban a querer matarme. Estaba pisando el patio trasero cuando unas pequeñas manos me agarraron por el brazo, estirando fuerte.

-¿Me podrías decir en donde diablos te habías metido Ainara?- me dijo Nai con furia, en su rostro se notaba la preocupación, el enfado y el alivio. – No sabía que excusa más inventar.

Naiara estaba desquiciada, obviamente jamás se había metido en problemas y por ello esta situación la estaba sobrepasando. Debía calmarla o me arrancaría el brazo, además de hacer que mis tímpanos explotasen.

-ya, ya Nai, tranquila, ya volví, por Dios, respirá- y cuando note que se había calmado un poco me atreví a responder- estaba por ahí.

-¿¡Por ahí!?, ¡¡¡por ahí!!!- me dijo volviendo al frenesí otra vez, quizás decir "por ahí" no fue buena idea.- Tus padres están muy enojados, estaban a punto de ir a buscarte. Les habré mentido veinte veces en lo que va del día, y sabés cuanto odio mentir.

-Está bien Nai, ya estoy acá, discúlpame no me di cuenta de cómo pasó la hora- dije tratando de consensuar y de que me comprendiera. Pero nada parecía calmarla, nada de lo que decía, nada podría bajarla de la nube de histeria en la que estaba, así que hice lo que siempre, desde niñas, la hacía reaccionar: le di un golpe en el brazo con el puño. No tan fuerte como para lastimarla, pero sí como para que se relajara.

-¿Por qué haces eso? Vos me metes en problemas y encima me golpeas- dijo enojada, pero ya más dispuesta a escuchar que antes-

-Vamos adentro antes de que mis padres llamen a la Interpol, pero decime primero que cosas les dijiste para no meter la pata.

-Les dije primero que estuviste conmigo en el establo y que cerca del mediodía te fuiste a visitar a Airton, y que seguro él te invitó a almorzar. Y que después fuiste a comprar algo para mí. Pero ya no me creen, te dije que soy mala mintiendo.- me dijo mientras nos dirigíamos adentro.

-Nai, por favor, calmate, no es la primera vez que lo hago mis padres están acostumbrados. Además, no mentiste, si estuve con vos y si fui a visitar a Airton, solo que me entretuve en el monte un rato. Listo. Ahora yo soy la que va a recibir el sermón, asi que podes relajar tu mente de chica santa de una vez.

El reflejo de mi deseoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora