A mi madre

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Madre, mujer de acero y de seda, mujer con coraje y con bravura, mi defensora y consejera. Mi amiga, mi soporte cuando todo se cae y me abandona, cuando siento que mi mundo se desmorona.

La luz de tus ojos fue lo primero que me iluminó al nacer, el sitio en el que estaba era oscuro y húmedo, era solitario. Con tus brazos me acogiste y me diste calor, tu compañía nunca me faltó, aun en los momentos en los cuales no estuviste conmigo; porque ya te encontrabas dentro de mí.

Siempre me mirabas tan feliz y me susurrabas palabras dulces; al nacer este pequeño desastre te miraba con impresión, a pesar de no conocerte ya te amaba, desde el primer día de mi vida, incluso antes de nacer.

Fuiste madre y padre a la vez, me demostraste que nunca lo necesité a él. Di mis primeros pasos tomado de tus manos, desde niño me llenaste de tus mimos y reclamos. Me levantaste en mis caídas; curando mis golpes y mis heridas.

La primera escuela en mi vida fuiste tú con tus enseñanzas, con tus consejos me alertabas de la guerra, contigo aprendí que nada era fácil y que todo tenía un precio; honor, trabajo y sacrificio me enseñaste.

Siempre estuviste dándome el hálito de la vida en los tiempos de asfixia, calmándome cuando el desamor se me venía encima, tú siempre tan viva y llena de esperanza, aun en los momentos en que se desequilibraba la balanza.

Madre luchadora y trabajadora, que das la vida para darme vida, tu luz es una llama imperecedera; ni el tiempo, ni la muerte, nada podría borrar la huella de tu corazón valiente.

Hoy quise hacerte un poema que con pocas palabras diga lo mucho que para mí significas, pero he fallado madre; un mundo entero no cabe en unos pocos versos.

Hálito poéticoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora