Con ojos llorosos recibí lo que mi abuela me había dejado antes de partir de este mundo, ella era la única que tenía y ya se fue. Introduzco a mi auto las dos cajas de cartón que tenían mi nombre escrito a cada lado de estas, al llegar a casa me pongo a mirar lo que contenían cada una. Ropa, un par de joyas, fotos, pero algo cautivo mi atención apenas la ví, aquella caja, la saqué de ahí y me quedé admirandola un par de minutos antes de continuar sacando las pertenencias.
Un par de horas después me encontraba dando vueltas en mi cama intentando dormir, pero mi mente solo podía pensar en ese juguete para niños que nunca me dejaron tocar, cansada de no estar tranquila retiré mis cobijas de mi cuerpo y me adentré en la sala para encontrarla donde la había dejado. Tomé la manija que tenía a un costado y comencé a girar la varias veces, al soltarla comenzó a sonar una canción infantil que se me hacía conocida, pero el nombre no me recordaba. Un payaso salió disparado de la caja y un grito gutural se formó en mi garganta, al ver que era, me reí por lo estúpida que era.
El payaso era raro, a diferencia de la caja este no tenía colores llamativos, era blanco y negro. Su cabello despeinado oscuro, camisa a rayas y unos tirantes la acompañaba, tenía unas extrañas plumas en el cuello, sus brazos estaban caídos y la expresión en su rostro era como si estuviera llorando. No da miedo más bien se ve como si estuviera sumergido en depresión, no llegó todavía a comprender porque no podía jugar con él cuando era más pequeña.
Cierro la caja con cuidado de no dañar nada y la coloco en la mesita de café, acto seguido me dirijo a la cocina para tomar un vaso de agua. Escucho movimiento en la sala y los pelos se me ponen de punta, lo único que pasa por mi cabeza es que alguien se metió a robar. Dejo el vaso en el trastero, luego busco un cuchillo y con movimientos lentos camino hacia la habitación susodicha, pero al llegar ahí, no hay nadie, pero la caja se encuentra en el suelo.
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La Profecía (Laughing Jack)
FanfictionLa curiosidad me mataba no podía dejar de ver esa caja, algo dentro de mí me exigía hacerla funcionar, sabía que no tenía que abrirla, pero uno nunca escucha las advertencias.