Capitulo 7: "Si o si"

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CAP 7: "Sí o si"

18 años.

El sol invernal me molestaba, habían corrido las cortinas de mi habitación y eso logró despertarme. Estaba tan frío que ni la luz me convenció para salir de mi cama, estaba cómoda entre las tibias sábanas y la esponjosa almohada que mamá ma había comprado la samana pasada.

Era una paz, una tranquilidad amortiguadora.

Hasta que Lucie entró corriendo y se puso a saltar sobre mi cama.

- ¡Es el día, es el día! - gritaba. Se tiró encima de mí y me destapó. Busqué las mantas con mi mano, pero las había apartado hasta dejarlas al borde de la cama. Genial, ahora debía levantarme.

- ¿De qué estás hablando, enana? - le pregunté irritada.

Los ojos verdes de Lucie brillaban de excitación, algo la tenía muy emocionada. Algo que yo no podía recordar.

- ¡Es el día! - repitió. Le tiré el cabella y la boté al suelo. Se quejó un buen rato hasta que al fin se quedó callada.

- Ahora que estás calmada y no estás aplastándome, me dirás de qué bendito día estás hablando.

- ¡Es el cumpleaños de Piero! - exclamó.

Claro, era el cumpleaños de rojo. Lo había olvidado por completo. O al menos eso intenté.

- ¿Y por eso me despiertas? - le gruñí. Lucie ya tenía catorce años y aún seguía siendo bastante infantil. Carol cuidaba de ella como si fuera su hija, como FRancis se había marchado hace ya algunos años a Italia para estudias, consolaba su tristeza en velar por la felicidad de Lucie. De cierta manera eso me me gustaba, ni Carol ni Lucie sufrían, se tenían la una a la otra cuando más se necesitaban.

- Sí, es que ya es un adulto. ¡Ahora es un hombre! - gritó otra vez. Iba a dejarme sorda antes de que yo cumpliera las 18.

- ¿Y qué se supone que era antes? - ambas miramos hacia la puerta, donde Piero se apoyaba en el umbral con los brazos cruzados sobre su pecho. Iba en pijama al igual que Lucie, tenía el cabello despeinado y se notaba de lejos que recién había despertado.

- Eras una hada - le dediqué una sonrisa burlona y él me devolvió una mirada asesina.

Tuve una larga discusión con él después de que me regalara a Nana, le expliqué que todos esos años creía que el hada de las galletas me las dejaba frente a mi puerta cada vez que me sentía mal. Le dije que era un acta muy dulce de su parte, pero que no lo hiciera más hasta que se me pasara el enojo por lo de Sparks, que si quería mi perdón una simples galletas no bastarían.

No rechistó y me hizo caso, como todas las cosas que le pedí después de ese día.

- Lo importante es que ahora soy un hombre...

- Y mi chofer - agregué rápidamente. Lucie estalló en carcajadas.

Cuando Piero fue a dar su examen para conducir, se puso tan nervioso que terminó por atropellar a las ancianas de maniquí que colocaban en la pista, pinchó un neumático y vivió su primer choque en el que destrozó toda la parte delantera del auto. Seguía siendo el mismo desastre como conductor que a los quince años.

El auto que papá le regaló para sus 16 seguiría estacionado en el porche una tamporada más.

- Al menos tengo auto - me dijo. Entro a mi habitación y se sentó sobre la cama -. Y un pijama decente.

Observé mi pijama, un pantalón y una camiseta con dibujos de vacas. Por las noches hacía frio y en las tiendas no vendían nada más normal que esto. Era mejor que el pijama de Barbie.

Marry MeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora