Era el mes de julio del año 1971. En un pueblo perdido dentro de la Ciudad de México, cerca de la colonia Portales, se llevó a cabo una de las historias más perturbadoras y macabras de esta gran urbe.En la calle Pirineos 15, vivía Trinidad Ramírez con su segundo matrimonio, el peluquero Pablo Díaz. Para mantener a sus hijos, Trinidad se veía en la necesidad de basar su economía familiar en la venta de tamales y atole, preparados por ella misma.
Pablo, era un hombre corpulento, "chapado a la antigua" que abusaba física y psicológicamente de su esposa e hijos adoptivos.La tarde del 17 de julio, Pablo llegó alcoholizado para encontrarse con la sorpresa de que no había dinero para pagar las cuentas del mes. Esto, aunado al incesante ruido de los hijos menores de Trinidad, terminó por colmar con la paciencia del peluquero, llevándolo a la ya cotidiana violencia hacia su esposa e hijastros.
Ante su impotencia, Trinidad se dio cuenta que no quedaba más que esperar a que bajaran los influjos del alcohol para poder tomar cartas en al asunto. Fue aquí cuando decidió que no aguantaría un sólo maltrato más por parte de Pablo.
Ya entrada la madrugada, después de asegurarse de que Pablo dormía plácidamente, Trinidad tomó con sigilo un bate de béisbol. Cegada por el odio y el rencor que le había guardado a lo largo de tantos años, descargó numerosos golpes en su cabeza hasta que notó que su esposo ya no respiraba.
Trinidad supo de inmediato que tenía que deshacerse del cuerpo. La solución más rápida y que dejaría menos evidencia la encontró en su misma cocina.Con la sierra que usaba para cortar la carne de los tamales, Trinidad comenzó cortando las extremidades inferiores, luego las superiores y terminó cortando la cabeza.
Tomó la cabeza y brazos, los colocó dentro de dos ollas y los puso a hervir. Elaboró tamales con los brazos de su difunto marido con la intención de venderlos a la mañana siguiente, pero conservó la cabeza dentro de la misma olla, escondiéndola debajo de su cama. El resto del cuerpo, lo depositó en el carro que usaba para vender tamales y lo abandonó en un lote baldío, cerca de colonia Justo Sierra.Ésta es una de tantas versiones de esta oscura historia. Cada vez que es contada, se le agregan detalles, distorsionándola del contexto original. Pero siempre queda la interrogante: ¿Dónde acaba la realidad y comienza la leyenda urbana?