A mediados del siglo XVI vivió Doña María Avila, una mujer bonita, joven y acaudalada, quien se enamoró de un humilde mestizo de apellido Arrutia quien quería casarse con ella para conseguir fortuna y linaje.
Al enterarse Gil y Alfonso, los hermanos de Maria, se opusieron al romance. Alfonso le prohibió a Arrutia verla pero el mestizo se negó, los hermanos decidieron darle mucho dinero con la condición de que se fuera a vivir lejos de la ciudad y el aceptó sin molestarse en despedirse de la enamorada.
Después de 2 años doña Maria seguía en depresión y sus hermanos acordaron enclaustrarla en el antiguo convento de la concepción. Allí siguió deprimida por el mestizo y rezaba por el.
Una noche no soportó más la falta del mestizo y se ahorcó en un árbol de duraznos en el patio del convento. Ella fue enterrada ahí mismo en el cementerio del lugar. Un mes después, el fantasma de la ahorcada doña Maria acostumbró a aparecerse todas las noches reflejándose en las aguas de la fuente del convento cuando alguna novicia o monja se veía el rostro.
Las madres superiores prohibieron la salida de las monjas a la huerta después de puesto el sol.
Estas apariciones se prolongaron por mucho tiempo después, ella siguió rondando hasta hoy en día llorando por el mestizo, en cuanto a el fue quemado con su dinero...