Una mariposa.

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Parecía que aquel ser que pensé extinto en mi interior, había resucitado al mirarlo a él.

Extrañaba tanto esa sensación en mi interior.
Pero me odié tanto por volver a sentirlo.

Estamos hechos de mariposas.
Mariposas llenas de vida, alegría, amor, esperanza y fuerza.

Pero como todo, nada es eterno y en algún momento se acaba.

Regalamos nuestras mariposas a otros para darles toda esa fuerza,
pero al final quedamos sin nada
y sin nadie que se apiade de nuestra necesidad de una fuerza.

Esas mariposas renacen y reviven con un amor.
Pero así como nacen, también mueren y su muerte se siente hasta los huesos, doliendo en cada rincón del alma

Siempre estamos un tanto incompletos
por tratar de completar a otros.

A veces es necesario mantener enjaulados a esos pequeños seres, para evitar que nosotros terminemos enjaulados.

Son tan pequeños, pero tan poderosos.
Una bendición, así como una maldición.

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