Capítulo 15: Secretos

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Desperté pegada a su pecho, cubierta del frio por una manta que ocultaba nuestra desnudez. Lancé un suspiro de satisfaccion al aire, disfrutando de una mañana tan espectacular. ¿Mañana? Abrí los ojos con sorpresa al percatarme de la luz clara del amanecer colarse por las ventanas.

Una parte de mí deseó quedarse en ese lugar feliz, disfrutando del sueño que era su compañía, pero otra se alertó por la hora, recordando que pese a las horas de libertad que había disfrutado, debía regresar a mi vida en el palacio y de preferencia hacerlo antes de que notaran mi ausencia. 

—Nathaniel, despierta —lo moví con premura.

De inmediato abrió los ojos, viéndome primero sorprendido, después volteó a la ventana notando la luz matutina y se levantó de golpe, buscando su ropa en el suelo. 

—Discúlpame —sonó apurado, entregándome mi vestido sin voltear a verme, mostrandose apenado— me quedé dormido.

Pude ver su rostro ruborizado a pesar de que mantenia los ojos pegados al suelo y la cabeza agachada. Desvié la mirada tomando el vestido y él se volteó dándome la espalda en un gesto de "privacidad".

—Ambos nos quedamos dormidos —sonreí, vistiendome con prisa. Mantuve mi tono tranquilo recordando la dicha de sus besos y sus caricias, que lograron enchinar mi piel con el simple recuerdo.

No pude creer lo que había pasado entre nosotros, en aquella hermosa cabaña a la luz y el calor de la chimenea. No queria irme y romper la burbuja de ensoñacion en la que me encontraba. Temía que al salir de ese lugar mi memoria fallara y los detalles de aquella noche quedaran borrados en la nada.

No queria irme.

Cuando Nathaniel terminó de vestirse se arrodilló en la alfombra a mi lado, ayudandome a subir las mangas que hace tan solo unas horas bajó, desnudandome. Enrojecí ante ese pensamiento, anhelando revivir la experiencia de sus manos sobre mi piel. Sonrió apenado, como si el rumbo de sus pensamientos fuera similar al mio. 

—Eres hermosa —recalcó, besando mi hombro por sobre la tela. Sentí mi corazón acelerarse con los recuerdos, que me enmudecieron, haciéndome pasar saliva, nerviosa y apenada.

Alcé la mirada, buscando sus ojos que no tardaron en conectar con los mios, mostrandome un brillo especial sobre su habitual tono gris. Poco a poco acercamos nuestros rostros, hasta terminar uniendo los labios en un beso carente de ternura. Anhelaba su toque tanto como él el mio o por lo menos, por la forma en que me besó es lo que intuí. Aquella noche había tocado el cielo y esa mañana estaba dispuesta a volver a visitarlo. 

—Es tarde —dijo al alejarse para tomar aire, bajándome de mi nube de fantasia—. Debemos regresar —su tono reflejó pesar. Ninguno de los dos queríamos movernos de allí, estaba segura, pero ya era tiempo de volver a la realidad.

—Solo unos minutos más —supliqué, besándolo con la esperanza de que accediera a mi petición y al sentir la sonrisa formandose en la comisura de sus labios supe que había ganado. 

—Solo unos minutos —con rapidez bajó de nuevo mi vestido, cubriéndome con la manta sin dejar de besarme, deseándome tanto como yo a él.

Intentamos extender la magia hasta que el sol nos apuró asomandose por la ventana, recordandonos lo tarde que era. Entre risas y miradas coquetas volvimos a vestirnos, cuando ya el aroma de su piel quedó plasmado en la mia. Internamente me negaba a dejar todo aquello. No queria alejarme de él ni por un segundo. ¿Cómo podria fingir que no nos conociamos, cuando hace unas horas hicimos el amor hasta quedarnos dormidos? Sentia que cada que lo viera enrojeceria sin poder evitarlo, delatandonos. No me sentía capaz de poder verlo sin correr a sus brazos buscando su boca.

La Princesa de ÉireDonde viven las historias. Descúbrelo ahora