Capítulo 41: Pérdida irremplazable

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Narra Blas

Tiempo, tiempo es lo que pasaba junto con las cosas que hacía después de haber crecido sin una figura como la de mi padre. Pero no el tiempo que luego das por perdido, no, aquel era tiempo ganado.

Desde que me había dado la noticia de que se estaba muriendo y le quedaban tres semanas de vida, las he vivido de una forma intensa con él, se había perdonado con mi madre, habían retomado el tiempo perdido más rápido de lo que los dos habían pensado. Se había convertido en tan sólo una semana, en el abuelo ejemplar que iba caminando a recoger a sus nietos al cole, el que les llevaba al parque y el que le contaba historias. Todo esto sólo había sucedido en una semana y media, justamente la que había tardado en caer atado a las sábanas que le impedían salir a disfrutar de los últimos momentos.

-Papá, ¿por qué el abuelo ya no juega? -Me preguntaba Blasi.

Sin pensarlo dos veces, creí que debería contarles la historia, pero con un cuento inventado sobre la marcha para que ellos mismos pudiesen entenderlo.

-Llama a tu hermana y vente al sofá, enano.

-Vale.

No tardó en salir disparado dejándome solo, con mi padre en la cama. Por un momento, mis ojos no podían apartarse, era como si algo me estuviese prohibiendo quitarle los ojos de encima, por miedo a que si dejaba de observarle, le perdiese para siempre.

Aquel cuerpo rudo como un roble, hacía dos días que empezaba a volverse gelatina. Sus ojos prácticamente ya no podían abrirse, si conseguía hacerlo, no tardaba en cerrarlos por la molesta luz tanto natural como por la artificial.

-Blas.... Hijo... -Consiguió articular con dificultad.

Me levanté y, me puse a su lado. El miedo invadía cada centímetro, no podía observar este momento, ni este, ni ningún otro.

-Dime... -Dije sin que mi voz pareciese rasgada.

-No se lo digas a los niños, por favor. Deja que sean felices... ¿No crees que su ignorancia vale más que una explicación que tardarán en entender?

-Papá... Merecen conocer la verdad... Están en mero derecho de saber que el abuelo que se pasaba las tardes jugando y hablando se está yendo, deja que ellos al menos también puedan entender que en menos de lo que pensamos tengan que despedirse de ti por completo... -Intenté decir a causa de lo difícil que se me hacía hasta pensar.

-¡Abuelo! -Gritaban Alexia y Blas, mientras abrazaban a este.

-Mis niños... -La voz de mi padre podía interpretarse débil, desganada y enferma.

-¿Estás malito? -Le preguntó Alexia.

-No es nada que la muerte no pueda curar, angelita.

A pesar de lo duro que parecía, mi padre se lo tomaba con tranquilidad y alegría. Todo lo que quería conseguir, lo había hecho después de una semana y media.

-Papá, ¿qué tenías que contarnos? -Blas se acercó a mí seguido de su hermana.

Mi padre me miraba atento, como esperando la forma en la que explicaría todo lo que de golpe estaba ocurriendo.

-Veréis. -Suspiré. -No es fácil explicar estas cosas, y más a unos niños tan pequeñitos como vosotros. Sé el cariño que le habéis pillado al abuelo. -En ese instante mi mirada se dirigió a la cama. -Pero está muy malito...

-Yo le cuido papá. -Alexia y sus palabras fueron firmes y verdaderas.

-Alexia... Todos cuidamos al abuelo... Todos le queremos, pero no podemos evitar que en unas semanas tenga que salir de viaje.

-Pero no puede viajar en esas condiciones. -Reprochaba esta.

-Sí puede, el viaje que él va a hacer, le permite estar malito, ya que no está obligado a hacer prácticamente un esfuerzo, no tiene que hacer nada, sólo cerrar los ojos y dejarse llevar.

-¿Cuánto durará ese viaje abuelo? ¿Estarás para el cumple de papá? -Preguntaba Blas.

-Eso espero... -Susurró mi padre.

-El viaje dura mucho enano... Pero aunque su destino está lejos, a la vez, está muy cerca.

-¿Pero a dónde viaja? Yo quiero ir con él. -Alexia seguía con sus reproches de niña pequeña que tanto le caracterizaban.

-Viaja hacia el cielo... -Tragué saliva. -Pero al mismo tiempo se queda en un sitio al que sólo tú eres accesible.

-¿Dónde?

-Aquí. -Le puse la mano justamente donde se encontraba su pequeño corazón.

-¿A mi corazón? Pero... ¿Podremos volver a verle?

-Nadie lo sabe, pero mientras tú le recuerdes, él seguirá sonriendo. ¿Verdad papá?

-Lo juro... -Su voz estaba más pausada. -Hijo... Vén por favor... Rápido...

El corazón en ese instante empezó a bombearme con más fuerza. Saqué a los niños de la habitación y la cerré, me acerqué a la cama donde yacía sin fuerzas mi padre.

-No... No puedo respirar...

-Por favor, papá.... Respira lentamente... Sólo ha pasado una semana y media, tenías tres... Has prometido que estarías vivo para mi cumpleaños, ese era mi regalo. No lo estropees... -De mis ojos empezaban a salir las primeras lágrimas tímidas.

-Blas... Escuchame una última vez, no sé si podré decírtelo todo... Pero.... Eres el trofeo más grande que la vida me ha dado... Lo has aprendido todo tu sólo... Sin nadie... Sin mí.... Sólo te voy a pedir... Te pido... Que sigas haciéndolo.... Y que no hagas como yo... Cuida de Noe... Ella te ama.... Y te cuidará.... -Podía notar en esos momentos como la fuerza de mi padre disminuía, ya que su mano, la que mantenía la mía en su agarre, empezaba a sentirse libre. -Cuida... Cuida de mamá... No permitas... No permitas que le falte nada.... Ni siquiera una gota de amor....

-Te prometo que no dejaré a nadie viajar sólo, papá.

En el momento en que pude pronunciar esas palabras, mi padre dejó de respirar, mi mano quedó libre, pero encima de esta, permanecía su mano. Una mano que había estado ausente, pero que ahora, tras su último aliento permanecía allí, sin querer ser apartada y sin yo, poder apartarla.

-Te prometo que desde ahora... La vida no será la misma, pero también te prometo, que cumpliré todas las palabras que me has dicho. Te quiero papá... Gracias.... Gracias por confiar en mí desde el minuto 0 de nuestro reencuentro, y gracias por hacerlo todo más fácil.

Mi mano se mantenía firme encima de la suya. Tras unos minutos de desequilibrio, de ruina y de desahogo, me limité a salir y anunciar que Blas Cantó, mi padre, había muerto tras darme unos consejos que acababan de ser almacenados en el baúl de los recuerdos imborrables.

Noe, que nada más cerrar la puerta y viéndome roto de dolor, me abrazó lo más fuerte que pudo.

-Se.... Se ha muerto.... -Dije entre lágrimas y entre probemas de respiración.

-Lo.... Lo siento cariño.... -Pude apreciar que la voz de Noe no estaba en mejores condiciones que la mía, ya que ella también había recibido unas últimas palabras del ya fallecido. -Pero... Él estará en un mejor lugar. No puedes retener a alguien que tiene que irse...

Era digno de admirar, como una persona rota intentaba animarte aún sabiendo que no podía hacerlo, que no existía tal remedio, más que tiempo, aunque este no solía curar del todo.

Había perdido a mi padre, sí. Pero había conseguido ganarme un ángel que ya estaba cuidándome las espaldas nada más irse.

No podía hablar, no le podía contestar, así que sólo traté de aferrarme más a su abrazo, y dejar que mis lágrimas mojasen su chaqueta.

Tan sólo debía de esperar cuatro días para celebrar conmigo mi cumpleaños, pero ahora nada tenía sentido, ya ni quería saber nada de cumplir años después de todo esto. Me daba igual hacerme viejo.

Las Sorpresas de La Vida (Auryn-Blas) 2ª TemporadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora