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Encorvandome en mi asiento y colocando mi codo sobre la mesa y la mejilla sobre la palma de mi mano, hice un mohín con los labios y bufé por lo bajo mientras observaba a lo lejos en la cafetería de la escuela.

Allá estaba el chico por el que tanto moría, feliz y sonriente junto a aquellos dos chicos que seguramente eran gemelos, mellizos, o qué sé yo y una chica pelirroja a la cual identificaba a la perfección.

Sucrette.

¿Qué tenía ella que no tuviese yo? Odiaba pensar en eso, odiaba compararme con otras chicas, porque además de hacerme sentir mal, no lo sentía correcto. No me gustaba buscarle imperfecciones a ella para sentirme mejor conmigo misma, no era su culpa que Kentin se fijara en ella, pero...me dolía.

Es más, ni siquiera es su culpa que Kentin me ignore todo el tiempo porque está muy ocupado viéndola a ella.

Mis amigos dicen que solo es grosero, pero quiero pensar que está tan distraído que no se da cuenta de que existía...o de qué me la paso mirándolo con ojos de enamorada. Soy de un curso más arriba, ni siquiera puedo verlo en clases, es complicado.

Lo ví justo levantándose para irse, caminaba en mi dirección por lo que sentí que era mi momento, así que me puse de pie y le hablé en cuanto pasó a mi lado:—Oye, Kent...—mas que nada le hablé a su nuca porque siguió con su camino.

Joder, Sylvia, era obvio.

Te ves como si fueras a ignorarme » Kentin (CDM) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora