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Me abrí camino por el pasillo hasta llegar hacia aquella pelirroja que por el momento se encontraba sola. Igualmente era justo como la quería encontrar.

Sentí un nudo en el estómago, evidentemente nerviosa por todo el rebuscado plan que según yo había armado en mi cabeza, pero aún así me armé de valor para tocar su hombro en un inaudible suspiro:—Holaaa—sonreí, alargando las vocales de dicho saludo porque me hacía ver más amigable o esa impresión me daba a mí.

Ella me miró extrañada, pero aún así sonrió de vuelta:—Hola—me observó curiosa, afortunadamente parecía ser una chica tranquila.

—¿Eres de segundo?—pregunté ladeando la cabeza, jugueteando con mi cabello también casi como si fuera ella a quien quisiera enamorar.

Ella asintió lentamente, sin poder imaginar de qué se trataba esa interacción:—Si...—despues levantó una mano en mi dirección —Sucrette.

Eso yo lo sabía de sobra, pero hubiera sido raro que lo dijera.

—Soy Sylvia—tomé la mano alzada, estrechandola con firmeza—Un gusto.

—El gusto es mío—tras esta presentación pareció más aliviada, claramente después de notar que yo era alguien amigable.

Con la intención de preguntar el motivo de mi acercamiento entreabrió los labios, no pudo seguir, porque detrás de mí notó a alguien. Giré la cabeza únicamente para encontrarme con los ojos verdes más bonitos que alguna vez había visto.

—Su...—este le llamó, sonriente mientras se colocaba a mi lado, ambos frente a ella. Era la primera vez en mi vida que Kentin me estaba mirando...al menos con interés.

La chica le sonrió también, de inmediato señalándome con una mano:—Kentin, ella es Sylvia—me presentó, francamente haciéndome sentir que por fin mi momento había llegado.

—Hola—solo me hizo un asentimiento con la cabeza, aún mientras sonreía amable—Kentin, pero ya lo escuchaste—rió con suavidad—Mucho gusto.

Me quedé observandolo unos segundos, unos en los que sentí sus ojos esmeralda mirando mis zafiros con mucha atención y tanta calidez que podía sentir como mi corazón sudaba y sudaba cada vez más.

Justo en ese instante la campana sonó, por lo que Sucrette comenzó a retroceder, apartando la mirada de Kentin sobre mí:—Ya nos tenemos que ir, pero fue un gusto conocerte—se despidió sonriente, para luego alzar las cejas y alzar un poco la mano hacia mi—Pero si quieres podemos hablar más tarde, ¿Si?

Claro, ella pensaba que había una razón por la que me había presentado con ella, al menos una razón más coherente que la verdadera.

—Si, sin problema—asentí con la cabeza, mirándola con una amplia sonrisa y los ojos bastante pequeños—Muchas gracias.

Finalmente ambos se dieron la vuelta y comenzaron a avanzar, en su camino, Kentin giró su cabeza y me dedicó una sonrisa de oreja a oreja, mostrando los dientes también. El castaño alzó su mano y la agitó en mi dirección a manera de despedida.

Podría decir que mi vida estaba hecha en ese momento.

Te ves como si fueras a ignorarme » Kentin (CDM) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora