Capitulo 2- Casos y Despidos.

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El caso de Darlyk fue el más importante este año, y el mérito lo teníamos nosotras. Por lo que eramos el punto fijo de problemas, más bien yo.
Había entrado en el cuerpo policial hace 6 años, pero no me habían preparado para luchar por llegar a tomar un café decente. Así eran todos los días. La mayoría de las secretarias eran unas arpías que manejaban a los hombres.
En si, la oficina era machista, pero las que pasaban todo el tiempo en ella, o hablando de ella, eran las secretarías.
Varias veces había sido el centro de sus abusos, y como yo no me había rendido, como muchas otras, me odiaban.
Las únicas que me agradaban y las consideraba amigas eran Hatty y Anne; a Mey la quería ya de por si, osea, es mi hermana.
Había recibido una llamada de Olive, la menos perra de todas ellas, avisándole de que Arthur o El Jefe, me solicitaba.
Con paso rápido y nervioso, sentí las miradas de todos mis compañeros; algo pasaba. Algo muy grande.
Toqué tres veces en la muerte que decía con letras doradas Arthur Reinolds. El diablo.
Un chico de siete u ocho años me miró con los ojos entrecerrados.
-Quien eres? -No me dio tiempo a contestar. - Trabajas aquí? Amas a mi padre? Le diste un beso a mi tío? A cuantas personas mataste? Tienes una pistola? Como...?- Alguien apareció detrás de él, alguien por el que cualquiera tiemblaría. Menos yo.
-Vete de aquí, renacuajo. - Dijo revolviendo el pelo del chico, que se fue corriendo.
-Me llamaste?- Mi voz era un tanto amistosa, pero él dejó su semblante serio, por lo que yo me mantuve a raya. Profesional, en otras palabras.
-Estas despedida. -Soltó sin rodeos. Yo quedé estática, pero no me derrumbé. A pesar de que por dentro, me caía a pedazos.
-Tendrás motivos?- Pregunté un poco esperanzada de que fiera una equivocación. Él asintió.
Se dio media vuelta y me hizo señas con la mano de que los siguiera, desconfiada, lo hice.
Frente a nosotros había una televisión, estaba enchufada con muchos cables, reconocí mis lentes de visores entre en manojo de cables. Me paralice, y ahí lo comprendí.
Tomó un control remoto y presionó una serie de botones, ante mi apareció la cara de Allen, y mi puño yendo y viniendo. Tapé mi boca con mis manos y luego me las pasé por la cara; no se oían sonidos ni ruidos, pero las imágenes eran perturbadoras.
Desvíe la mirada y la posé en el desgraciado que me estaba despidiendo.
Negó con la cabeza, su mirada subió del suelo hasta mis ojos.
-Sabías las reglas. -Suspiró, exasperando. Se dio vuelta y apoyó las manos contra su escritorio; Escondió la cabeza entre sus brazos. Se levantó de golpe y me miró a los ojos. -Era simple, no ser descubierta. Porque no pudiste cumplir esa simple orden?-Gruñó tan fuerte que me obligó a retroceder. Me ardían los ojos por las malditas lágrimas. Arthur se dio cuenta de ello y se aproximó hacia mi.
No eramos amigos, pero si nos hacíamos favores mutuamente. Sin ser por Anne y Hatty, él era el único que sabía de donde prevenía, de mi familia, todo. Yo se lo conté una vez, y yo sabía cosas de él también. No niego que nos besamos varias veces, pero nada más que eso. Nuestra relación se volvió profesional cuando Mey nos encontró en mi casa, uno encima del otro.
Sus brazos me envolvieron e hice mi mejor esfuerzo por no derramar ninguna lágrima. Quité mi cabeza de su pecho y lo vi a los ojos. Pasó sus pulgares por mis mejillas, consolándome.
-Hay algo. Un trabajo. -Dijo, un poco inseguro. -Pero dudo que te guste. - No lo pensé dos veces.
-Cuál?-Mi impaciencia se notó en mi voz. Él desvío la vista. -Arthur Reinolds, más te vale decirme cual es ese maldito trabajo. -Dije con los dientes apretados.
Suspiró, rendido.
-Es de Agente de Seguridad, un tipo rico tiene una hija pequeña y necesita a una mujer... Creo que no quiere hombres por un incidente. De todas maneras el pago es bueno. -Dijo.
-Y cual es la parte que no me gusta?-En esto había gato encerrado.
-El hombre... El del trabajo...- Asentí. - Es Mattew Soolyvan.- Susurró.
Y ahí... Mi mundo se vino abajo.
Asentí repetidas veces, muchas. Pensando que hacer.
Me despedí de mi antiguo jefe, tomé mis cosas y me despedí de mi anterior trabajo. Llamé un taxi y llegué a mi edificio.
Tomé el ascensor y presioné el 6.
Cuando llegué a mi puerta vi una bolsa grande de nylon negra, en ella estaba toda mi ropa, mis libros, mis productos de baño y no se que más. La caja con mis cosas calló al suelo, me acerqué a la puerta y leí una carta pegada con cinta adhesiva, estaba digerida hacia mi:

Señorita Allow: lamento decirle que no puedo alquilarle más este piso. Por razones personales que me han llevado a quitar sus pertenecías de poco peso hacia fuera, le pido que me entienda y yo le pido a usted disculpas. Tiene tres días para sacar sus pertenencias del lugar, luego de ese plazo cambiaré la cerradura y sus cosas serán desechadas. Me atrevo a decirle que estoy amparada por la policía y que, de no cooperar, me veré forzada a llamar a las autoridades.

Atte... Marta Díaz. 💋

Arrugue el papel y lo lance contra la pared, volvió a parar a mis pies.
Mi espalda chocó contra la pared y me deslice hasta el suelo. Abracé mis rodillas y recé para que este día no fuese peor. Busqué en la caja que contenía mis cosas de la oficina y saqué mi celular. Tenia seis llamadas perdidas de Mey y una entrante. Cerré los ojos y pulsé aceptar llamada.

Más te vale tener una MUY buena explicación de porque no respondes a mis llamadas!- Su voz era enojada, pero escondía un muy buen humor. Limpie mi nariz en la manga de mi sudadera y esperé a que siguiera hablando. -Estoy llegando a tu casa, ten pronta una taza muy grande de café porque... Bri?- Se dio cuenta de que algo pasaba. -Sabrina, que pasa?- Y ahí estaba mi exigente hermana mayor, más intuitiva que una madre.
-Nada. - Maldije a mi voz ronca y temblorosa.
Detrás del celular se escuchó un Biip, al tiempo en que Mey salía disparada del ascensor.
Su ceño estaba fruncido y su boca abierta, lista para echarme un reto. Sus tacones resonaban en el suelo de loza. Pero paró de caminar al ver, seguramente, la bolsa y la caja.
Puso sus brazos en sus caderas y levantó una ceja.
-Que mierda esta pasando?. - Preguntó, esta ves, suavizando los finos rasgos de su rostro.
Me encogí de hombros y unas, muchas, lágrimas resbalaron por mis ojos. Ella corrió y me abrazó, fuerte y maternal. Justo lo que necesitaba.
Acarició mi cabeza y abrimos la puerta de la que, pronto, dejaría de ser mi casa. Dejé todo tirado por cualquier lado y fuimos juntas hasta mi habitación.
Media hora después estaba con la cabeza en su regazo y ella a acariciaba mi pelo, tan lento que no me quedó de otra que dormirme.

Vivir Para ContarloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora