Capitulo 4_ Encuentros y Bodas

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Iría a esa maldita boda y le plantaría cara a mi familia. No era una cobarde. No deshonraría el recuerdo de papá, no me ocultaría más.
Después de llorar y tomar cerveza, me dispuse a buscar algo decente que ponerme para la boda de mi hermano.
Estaba entre decidirme entre un vestido rojo y uno azul cuando mi celular sonó.
Era Mey.
-Hello, hermana! Tengo que decirte algo. -Dije con voz divertida, la milagrosa cerveza me había echo efecto.
-Iras?- Preguntó con la voz llorona.
-Wow! También te mandaron la tarjeta? A mi también... Que raro -La cerveza me dejó bobona.
-Sabrina... Estas tomada?- Preguntó a modo de reproche.
-No lo se... Se lo preguntaré a la cerveza. Espera. -Alejé el celular y miré la borrosa silueta de la cerveza. -Estoy tomada... Cervi? No? Genial. -Volví a hablar con la mandona de Mey. -Que tal? Cervi dijo que no estoy tomada. Quieres venir a conversar con Cervi? -Pregunté tirándome en la cama repleta de ropa.
-Cervi? Por Dios, Bri... Trata de no ahogarte con la familia de Crevi, ok?- Preguntó o dijo. Ya no lo sé. Me hizo acuerdo a cuando Allen jugaba conmigo... Allen,Allen, Allen... -Bri? Sabrina dime que no te moriste...
-Extraño a Allen. - Susurré.
-Que? -Preguntó.
-Extraño...
-Si?
-... A Allen.- Varias lágrimas calleron y llegaron hasta mis orejas. Miré las pequeñas manchas de humedad en el techo.
-Voy para allá. -Y colgó.
Tiré el celular y grité, grité fuerte y lloré. Lloré y grite hasta que Mey entró y me obligó a tomar un baño. Después tiré toda la ropa al suelo y nos acostamos llorando, no por nosotras. Sino por la infancia de porquería que tuvimos, por extrañar a personas que le valemos mierda y por no poder escapar de ello.

...

Así que... Aquí estamos. Tomando los mejores cafés del mundo, con Mey, Hatty y Anne. No las había visto hace días, y el echo de que me apoyaran me recordó que no todo en mi vida es tan oscuro.
La dirección seguía de la casa de mi infancia seguía siendo la misma, así que cuando se la di al taxista... ya me la sabia de memoria. Llegaba tarde ya que el trafico era insoportable. La casa estaba un poco diferente:  ya no era color hueso, sino que era dorada con detalles en rojo. Los antiguos jardines de amapolas fueron remplazados por rosas y jazmines. Habían tres o cuatro fuentes más, nuestros nombres seguían grabados en las otras. Abrí mis ojos a más no poder al ver el mío. Habían velas y flores en ella; todas las estatuas fueron un regalo de papá a sus hijos. La mía era un ángel con las alas extendidas y con piedras brillantes. Mi nombre completo estaba grabado en plata Sabrina Soledad.
Pagué el taxi y me acerqué a las puertas.
Las rejas doradas resplandecían  en la noche; me sorprendí al ver a Samuel, era un guardia novato cuando tenía seis y mis hermanos y yo lo fastidiabamos un poco.
Había pasado mucho desde entonces, así que cuando le di mi nombre, no me emocionó que se acordara de mi.
Entré sin problemas, pero no quería ir hacia todas las personas que estaban allí. Recibí un mensaje de Mey
'Estoy dentro. Esto es un infierno.' 
Suspire y me obligué a contestar.
'Resiste!, en 15 estoy ahí'
Lo puse en vibración y caminé por los jardines, recordando que, en su momento, este era mi patio de juegos. 
Caminé alrededor de la mansión y recordé momentos alegres y felices.
Llegué hasta la fuente de Nyl. Mi hermano mayor siempre fue el preferido de mamá, al igual que Allen. Los amé a ambos.
Agarré el vestido azul que me regaló Hatty, dijo que su piel morena no quedaba bien con él, así que me lo regaló; me senté e hice algo estúpido.
Tapé mis ojos con mis manos y conté en voz alta hasta diez.
1_ Salta el pez.
2_Arranca la flor
3_ Ata el arnés
4_ toca el tambor
5_ canta una canción
6_ apareces tu
7_ ...
Unas voces se sumaron a cantar.
7_ el bebe café
8_ salta en arbusto
9_  te ve escondida
10_ te protege con su vida

Las lágrimas se resbalaban por mis manos, y cuando las quité y vi a Mey, Neyl y Allen casi me desmayo.
Todos me sonreían, y luego todos me abrazaron. Unos encima de otros. No tenía idea de que estaba pasando... Pero extrañaba a mis hermanos.
Nos separamos y nos vimos unos a otros a los ojos. Allen también tenia los ojos llorosos, Mey lloraba a moco tendido en los brazos de Neyl, quien me agarró y me abrazó muy pero que muy fuerte.
De repente se separaron, Mey y Neyl se fueron y me dejaron con un nudo en la garganta y sin poder ver a mi hermano a los ojos.
Sorbí por la nariz y me levanté del suelo, para mi gloriosa suerte el vestido no se rompió.
Allen seguía a mis espaldas, y cuando su mano tocó mi hombro me aparté, como si su manos ardiera como el fuego.
Me abracé a mi misma y caminé hacia las puertas, ya quería irme. No quería estar allí.
-Bri... Te vas?- Su voz me taladró los oídos. No lo soporté, caí de rodillas al suelo, tapé mi boca con mis manos y sollocé en silenció. Las pisadas apresuradas de alguien, que no me moles
té en ver, llegaron a mis oídos.
Luego sus brazos...
Después de todos los años, de todos los sucesos... Sus brazos seguían siendo sus brazos.
La noche era cálida, pero de repente tenia una intensa necesidad del calor de mi mellizo.
Y por ese instante no me importo nada. Nada.
Solo que estaba en los brazos de un pedazo de mi corazón.
-Te extrañé...- Susurró contra mi pelo.
-Yo más. -Susurré una vez que encontré voz.
Se separó y me miró a la cara, cuantas veces abran sido las que limpió mis lágrimas y me hizo sonreír.
-Quieres ir a comer pastel a la terraza?- Preguntó sonriendo un poco.
Asentí.
Y me guió, o más bien, fuimos ya que conocía el camino de memoria. Me dijo que Maria, la antigua cocinera, había fallecido hace tres o cuatro años. Asentí comprendiendo, incapaz de hablar.
Esa mujer fue más una madre para mi que otra cosa.
De igual manera, Sonreí al ver que el pastel que Allen me tendía era de durazno, sabia que era mi favorito.
Cuando confirmamos de que nadie miraba, entramos por el pasadizo secreto que había detrás de la estufa. Eso también había sido un regalo de papá para ambos. Las interminables caleras.... Naturalmente, terminaron en una ventanilla que daba hacia la hermosa terraza. Era el punto más alto de toda la ciudad y eso me encantaba.
Allen no soltaba mi mano, y yo apreciaba la conocida calidez de la suya.
Nos sentamos y mantuvimos un silencio que llenamos con torta de durazno. Miré varias veces en su dirección, sintiendo sus miradas.
-Perdón por usar el auto de papá.- Soltó y yo suspire. Esta sería una larga noche.

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