01 - Un David, por favor

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- Estoy pensando seriamente en saltar del techo.
Eso me susurra Roci en voz baja para que el profesor no nos escuche. Algo altamente improbable, dado que tiene dos mil años y es más viejo que la Revolución de Mayo. Pero tengo que concedérselo, las clases de arte con el viejo son peor que un show en vivo de César Millar. Si, el encantador de perros. Lo detesto.
- ¿Queres que busquemos más agua para el mate? - le susurro a mi amiga, intentando distraerla. La verdad es que yo sí estoy escuchando lo que dice, porque Klimt me apasiona.
- Si, vamos, porfa Ana. Así fumamos y me despierto un poco, esto es demasiado tedioso.
Los pibes que están sentados al lado nuestro bien podrían seguirnos porque parece que están a punto de dormirse. Cuando les empujó las piernas para pasar, uno se remueve y se sienta más derecho, pero no dicen nada.
Una vez afuera, ambas armamos los cigarrillos y nos refugiamos en una sombra para fumar. Roci saca su celular y se pone a revisar nuestro grupo de WhatsApp.
- Parece joda que en menos de una semana van a estar acá.
Le doy una larga calada a mi cigarrillo y pispeo lo que está leyendo. Leo rápido la conversación que tuvimos con mis amigos antes de salir del departamento: una foto de la confirmación de la compra de los pasajes aéreos, dos valijas y varias caritas felices con un enorme "Prontisimo nos vemos" seguida de muchos signos de exclamación.
- Es loco que nosotras estamos acá, amiga - le contesto yo con una enorme sonrisa.
- Si, bueno, pero suma a eso que Juan Pablo y Feli van a estar acá la semana que viene y ¡es una locura!
Lo es, de verdad que si. Hace dos meses que no veo a dos de mis mejores amigos y, aunque no puedo creer mi dicha de estar estudiando en Barcelona con mi mejor amiga, saber que en poco tiempo vamos a estar los cuatro reunidos de vuelta me vuelve loca de la alegría.
- Vamos a dormir incomodisimas por los próximos dos meses y medio y ni siquiera me importa.
Me río de su idea porque la conozco de toda la vida y se que valora su espacio personal en lo que respecta a la cama.
Ambas tenemos 24 años, estudiamos Historia del arte y hace unos meses abandonamos Argentina para venir a España por un semestre. Dejamos allá a nuestras familias y al resto de nuestras amigas, pero recientemente nuestros mejores amigos nos escribieron para contarnos que venían a visitarnos y, sospecho, a conocer Europa de primera mano.
- Seguro que Juan Pablo se olvida el pasaporte o de traer calzoncillos.
Me río porque sé que tiene razón. Mi amigo vive con la cabeza en las nubes y siempre tiene que tener a la hermana o a la mamá detrás de él para no olvidarse el teléfono o las llaves de la casa en algún lado. Me da terror pensar en lo que podría pasar si tiene que armar una valija solo.
- Felipe va a armarle la valija, lo sabes ¿no? - le contesto a mi amiga.
Ella me sonríe, conocedora de la naturaleza protectora de mi amigo. - Le va a hacer la valija, la lista de cosas que necesita, le va a administrar la plata y lo va a torturar con pequeñeces como no dejar cosas tiradas por todos lados antes de salir.
Exacto, eso suena a Felipe.
Mis amigos tienen tanta historia juntos como Ro y yo. Ellos se conocieron en la primaria cuando Felipe lloraba porque alguien le había robado un tazo de Pokémon, cuando Juan Pablo se le acercó y le dio dos de los suyos. Siempre tan de corazón mi amigo. Desde entonces son amigos incondicionales, y en lo único que no coinciden es en el gusto por el sexo opuesto: Juan Pablo prefiere mujeres sin mucho cerebro y Felipe a los chicos rubios.
Tuvimos la suerte de conocerlos en la Universidad, un tiempo antes de que ambos descubrieran que el arte no era lo suyo y se cambiarán a diseño gráfico. Nada-que-ver.
- Oh, amiga, el guapo de la cantina esta ahí, ¿lo ves?
Mi amiga me codea y señala disimuladamente (o lo más disimulado que es posible para ella) al pibe parado fumando a unos metros de nosotras. Esta hablando por teléfono y se lo escucha reír mientras habla de una fiesta.
- En serio no entiendo cómo te bancas que los pibes hablen en ese español.
Obvio que mi amiga me revolea los ojos cuando escucha lo que le digo. No importa cuanto tiempo haya pasado que estamos acá, me sigue resultando molesto que los chicos intenten levantarte con ese acento español.
En cambio para Roci, el lenguaje es cosa de otro mundo: el ser bastante desinhibida, sumado a que es una preciosidad, le abre camino con el sexo opuesto. Cada vez que salimos, encuentra uno para que la entretenga por la noche, comparte unos besos y se despide. Yo siempre estoy con el teléfono en la mano dando vueltas en Twitter o Instagram. No me faltan ofertas, tampoco tengo una fila de pibes que se mueren por mí, sencillamente estoy esperando conocer al chico perfecto. Sé que suena tonto, pero se que existe y que lo voy a conocer y definitivamente no va a ser un chico español.
- Amiga si estas buscando la perfección, te invito a realizar un viaje a Florencia, Italia. Por una moderada suma de euros, vas a poder ver en vivo y en persona al majestuoso David, de Miguel Ángel.

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