Coma

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Oscuridad.

Un silbido agudo e intenso me sacude imprevistamente.

Sin embargo, no tengo tiempo de preguntarme qué está sucediendo porque un nuevo y extraño ruido me golpea los oídos: se asemeja al gotear de un grifo que pierde. Lo extraño es que esos ruidos no me molestan, los encuentro casi familiares y amigables. Así que, me quedo escuchándolos.

Muevo las córneas como loca, pero a mi alrededor no diviso nada. Ni siquiera una débil luz a lo lejos. Quizás aún no he abierto los ojos.

Aquella oscuridad, no obstante, no me da miedo, es más, me acuna dulcemente, me hace sentir protegida y en seguridad.

Ya que no puedo ver, intento agudizar el oído hacia otros sonidos que se han unido a los primeros: oigo tres voces distintas, dicen cosas que no comprendo. Parecen dos hombres y una mujer. La voz de la mujer me es familiar, pero me concentro en las palabras.

Corazón...parada cardiaca...desfribilador...cerebro...carencia de oxígeno...daños cerebrales...rotura de una vértebra.

¡Oh, Dios! Parece grave, ¿de quién hablan?

«Emma»

Escucho claramente mi nombre en la voz femenina que parece más cercana a mí y me toca la mano. Sé perfectamente a quién pertenece aquella voz, la reconozco, y querría tanto poder decirle que también la escuchaba. Intento captar su atención, pero cada intento es en vano.

Intentar moverme me provoca solo un infinito cansancio y aquel extraño sonido que he escuchado poco antes aumenta de velocidad e intensidad.

«Emma, cálmate...tranquila, ahora debes reposar»

La voz de Regina es tan sosegada y cálida...tranquilizadora...caigo de nuevo en el vacío.


«Hola, tesoro, soy mamá, ¿cómo te sientes hoy?»

Me despierto improvisamente

O quizás es mi mente que se despierta porque a mi alrededor aún solo veo oscuridad y los párpados aún están pesados, tanto que no logro elevarlos.

Intento mover la mano, pero a pesar del esfuerzo, esta permanece ahí, sobre algo blando.

Todo mi cuerpo está completamente bloqueado.

El corazón comienza a latir velozmente, y algo alejado escucho de nuevo el ligero sonido, como una alarma que se ha vuelto loca. Mi cuerpo está dolorido, quisiera levantarme, ¿dónde estoy? ¿Por qué no logro ver nada? ¿Por qué no logro hablar?

Aquella voz vuelve a hablar.

«Emma, te lo ruego, cálmate...soy yo, solo quiero estar cerca de ti, por favor»

MAMÁ

Mamá, ¿por qué no consigo moverme? ¿Por qué no logro verte? ¿Por qué no logro hablarte?

¡Ayúdame!

Mi intento de abrir la boca falla porque de forma inesperada llega la tos. Continua, imparable, rabiosa, sofocante. También la deglución es impedida por algo que noto en la garganta, por favor, ¡quitádmelo!

«¡Ayuda, se está ahogando!»

El grito de mi madre me asusta.

Después la voz de un ángel, de mi ángel, se acerca a mi oreja.

El castigo del silencioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora