c e r o

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    Rin observó con desagrado aquella mezcla semilíquida, la cual se pegaba a sus limpios zapatos y la hundían cuando caminaba.

—Le-Lenny, ¿q-qué es esto?—Con miedo pregunto, aferrándose al brazo de su hermano y temblando.

—Cre-Creo que es lodo—éste dijo igual de asustado.

—¡Ay, por favor! ¿Es qué nunca vieron tierra mojada o que?—Y cuando ambos mellizos le miraron Kaito supo al instante que no.

    No le gustaba, esos mellizos no le gustaban. Ahora mismo éstos se hallaban lloriqueando en la entrada de su humilde casa, sentados y quitándose sus zapatos con lodo casi con horror, como si tocar aquella mezcla marrón fuera ácido.

—¿Ésta es tu casa?—La que se llamaba Rin pregunto, mirando su pasillo y sala.

—Es pequeña, pensé que era la casa en dónde vivía la sirvienta—Len expreso parándose con solamente sus medias vistiendo sus pies.

—¿Casa de la sirvienta? Aquí no hay sirvientas—explico el peliazul, algo cansado de tener que lidiar con esos mimados mellizos.

—¡Oh, ¿el sirviente eres tú?!—La melliza inquirió divertida y Kaito estaba por explotar, si no fuera porque Miku entró a escena.

—No exactamente. Hola, soy Miku Hatsune—saludó tendiéndoles la mano, ambos mellizos la miraron sin inmutarse—. Amm, ustedes deben estrecharla—ésta explico.

—Lo lamento, no nos dejan tocar a extraños, menos a campesinas—explico la fémina, y Miku suspiro.

—Bien, me alegra no vivir aquí. Kaito, te deseo suerte—saludo la peli-agua saliendo disparada de ese par de maniáticos.

—¡No, Miku! ¡Regresa!—El nombrado pidió, corriendo a la salida y viendo como su amiga se iba a toda marcha hacia su hogar. Frunció los labios al saber que no podría arrastrarla de regreso y se preguntó porque su hermano León le encargaba a sus dos hijos, regresó a la casa sin ánimos para encontrar la entrada vacía.

—¡No puede ser! ¡No hay tina!—Oyó como exclamaba uno de los mellizos, y se lamento de aceptar cuidar de sus sobrinos.

    Sí que sería un largo año.

La noche de los meteoros | rilenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora