c u a t r o

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    Teto se ve algo tímida cuando terminan su recorrido del pueblo, el cuál realmente no duro mucho. Simplemente hay cuatro tiendas de ropa y siete de comestibles, aparte de casas y luego templos y parques. Decir que Rin se siente decepcionada y algo asfixiada sería un eufemismo.

—¿No hay arcades?—Cuestiona mientras caminan con lentitud por un parque, Teto niega—. ¿Y cafeterías?—Continúa, Teto vuelve a negar.

—No, simplemente hay dos restaurantes de comida—informa en un vano intento por animar a la rubia, quién siente su alma salir de su cuerpo.

—Oh, Dios, no sobreviviré aquí, Teto, me doy una semana antes de enloquecer—comunica de forma dramática y su acompañante se ríe.

—Eres bastante divertida, y el estereotipo completo de una persona perteneciente a la ciudad—expresa sin cuidado, Rin se detiene cuando escucha la palabra estereotipo.

—¿Por qué?—Inquiere de forma amenazante, Teto le observa confundida—. ¿Por qué soy un estereotipo?—Aclara en un siseo mientras frunce el ceño, y al pelirroja se encoje de hombros.

—Bueno, te encuentras aterrada de que no haya lugares para jugar o cafeterías, también las tiendas de ropa no te complacieron debido a la inexistencia de las marcas que sueles usar y ni hablar de la mala señal de wifi que hay en el centro, de lo cuál también no has dejado de quejarte... hmm, en conclusión te has quejado desde que salimos del instituto—finaliza mientras parece seguir pensando, Rin observa a Teto algo impactada.

—Oh, Teto, soy un desastre, perdona, me has tenido que aguantar todo éste tiempo mientras solo fui una malagradecida gruñona y quejumbrosa—se disculpa algo aterrada al realizar lo horrible que puede llegar a ser, tan desconsiderada, ¿cuándo se convirtió en la persona que más detestaba?

—No te preocupes, Rin, no es la primera vez que sucede. De hecho, antes ya han venido otras personas, ya sea de intercambio o por problemas personales y siempre es lo mismo al comienzo—explica de forma amable y comprensiva, Rin comienza a sentirse peor.

—¿Al comienzo?—Decide preguntar al escuchar sus palabras, Teto se acomoda una coleta, poniéndola detrás de su hombros mientras asiente.

—Sip, luego se acostumbran y lo sobrellevan mejor, tienen amigos y se comienzan a adaptar—expone y Rin se muerde el labio inferior, insegura.

—¿Crees qué podré adaptarme?—Inquiere algo avergonzada, Teto le da una sonrisa resplandeciente.

—Por supuesto que sí, Rin, todos lo hacen en algún momento—le anima.


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    Cuando regresa a la casa del tío Kaito lo hace de forma pensativa, ¿cómo podría ella mejorar y adaptarse con más rapidez a este desconocido entorno? Se siente en una encrucijada, tan perdida y confundida.

—Bienvenida de vuelta—su tío le saluda desde la cocina, Rin asiente algo ajena, demasiado ensimismada en sus pensamientos, hasta que se le ocurre una idea.

—Oye, tío Kaito, ¿me enseñarías a cocinar?—Inquiere de forma emocionada, dejando su bolsa en el sofá de la sala mientras se acerca a la cocina.

—¿Estás segura?—Kaito inquiere mientras enarca una ceja, su sobrina asiente de forma efusiva.

—¡Lo estoy!—Afirma mientras sonríe, su tío suspira, rendido.

—Está bien, comenzarás cortando vegetales... sabes cortar vegetales, ¿no?—Después de un momento cuestiona y la niña de pelos dorados asiente, divertida mientras se lava las manos.

La noche de los meteoros | rilenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora