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    Rin se toqueteó su uniforme invernal, el cual consistía en una camisa blanca sencilla con un moño azul oscuro y un jersey sin mangas de color crema, aparte de la pollera azul oscuro y las medias largas y los zapatos negros. ¿Y dónde estaba la costura del logo del instituto? Ese uniforme era bastante vago y soso, no poseía gracia alguna. Cuando bajó a la sala contempló a Len, por más que vistiera unos pantalones azules oscuros con un suéter también crema se veía espléndido.

—¿Y la corbata?—Cuestiono acercándosele y tocando su suéter, la tela al menos era buena.

—No me gusta como me queda, prefiero ir así—su melliza le miro con el ceño fruncido, ¿ir así? Aunque se veía bien no negaba que la corbata le dejaría mejor, más superior, quizá. Pero se mordió la lengua y no recalcó nada.

—Uff, si no se apresuran llegarán tarde—ambos se giraron a ver a su tío.

—¿No nos llevarás?—Kaito río, como si le hubieran dicho que mañana se casaría.

—¡Claro que no! ¿Cuántos tienen? ¿Diecisiete? Ya deben ser independientes y saber manejarse solos—explico como si fuera lo obvio.

—Eso es raro para nosotros, siempre ésta Leonor para llevarnos—explico Rin.

—¿Quién es esa?—Kaito cuestiono.

—Nuestra chófer, además, no sabemos el camino aún—Kaito sintió frío en su nuca ante eso, era verdad, pero él tenía cosas que hacer. Sus problemas parecieron ser resueltos al ver a una chica de coletas caminar fuera de la casa.

—¡Miku!—Exclamo saliendo de la casa y haciendo que la nombrada se girase y le sonriera.

—Oh, Kaito. Buenas—saludó de forma educada, aunque su piel se erizo al ver el rostro de éste tan cerca.

—¿Me haces un favor?


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    Debió suponerlo, ese Kaito era un debilucho cobarde que huía de los problemas, y esos mellizos eran un problema en todo su esplendor.

—¿Por qué la calle es de tierra? No quiero que mis zapatos se ensucien, no puedo presentarme así en el instituto—Rin comenzó a quejarse... de nuevo.

—Además, ¿por qué todo queda tan lejos aquí? Hasta las casas están separadas una a la otra, y luego los almacenes están como a un kilómetro—el mellizo comenzó a hablar, y Miku realmente quería desaparecer. ¿Cómo hacer entender a esos mellizos qué así eran los campos? Le entristecía que sólo vieran lo malo.

—Perdonen mi curiosidad, ¿pero de dónde vienen? Resaltan mucho—cuestiono algo tímida.

—Nacimos en Inglaterra y vivimos unos años allí, hasta que nuestro padre se separó de nuestra madre y ganando la custodia de ambos nos trajo aquí. Bueno, a Tokio en realidad. Pero luego, repentinamente éste año nos hizo venir aquí sin que sepamos mucho del porqué—Len respondió, observando a su melliza quien se acercaba más a su lado, como si se refugiara, como si tratara de no escuchar sus palabras.

—Oh, por eso su cabello y ojos claros, resaltarán mucho. No se preocupen si para el descanso muchos se le acercan e inundan con preguntas—ella ríe, sin notar el semblante ensombrecidos que portan ambos gemelos.

—Eso es algo a lo que estamos acostumbrados, en todas partes, sin excepción, somos el centro de atención—la nombrada Rin explico, y Miku detectó algo de acidez en sus palabras, sin embargo no replico nada.


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    Cuando llegaron a Rin le asqueo la forma tan descarada en que todos le miraban, sin siquiera disimular. Sabía que apretaba el brazo de Len y agradecía que éste no le dijera nada por ello. Quería desaparecer, se sentía como si fuera observada con una lupa. Esto no le gustaba, los nuevos ambientes siempre la sofocaban. Por eso le gustaba el instituto exclusivamente privado al que iba antes, dónde sólo personas de élite y que tenían cosas más importantes para fijarse en ellos asistían. Adolescentes que no reparaban mucho a su alrededor, no como ahora, siendo observados como dos especímenes. ¿Qué tiene Japón con los extranjeros, de todas formas? No es como si no pertenecieran del todo allí, hasta dónde saben su madre es japonesa. 

La noche de los meteoros | rilenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora