Capítulo Ocho

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Agotado, Taemin se dejó caer sobre la cama. Le pesaba el corazón pero...

¿Qué esperaba, que le suplicase? ¿Que, de repente, él cambiase de parecer y vivieran felices para siempre?

Si era así, estaba perdiendo la cabeza.

Las dos semanas habían terminado y Minho no cambiaría nunca. Y tampoco el. La verdad era que la atracción que sentía por aquel hombre era tan poderosa que lo cegaba.

Choi Minho no era la clase de hombre con el que el querría mantener una relación. Con él nunca compartiría nada más que la cama y eso no era suficiente. Nunca lo sería.

Había hecho lo que tenía que hacer. Su hijo estaba a salvo y era hora de seguir adelante con su vida.

Hora de volver a casa.
Llegó la hora del almuerzo y ni rastro de Minho. Taemin miró su reloj, nervioso, temiendo perder el vuelo. A media tarde estaba seguro de que iba a perderlo. No había ni rastro del helicóptero y ni rastro de Minho.

Lo único que podía hacer era ir nadando o poner el dedo para ver si algún barco lo llevaba a Seúl, pensó, irónico.

Cansado y furioso con Minho por sabotear sus planes, estaba a punto de llamar por teléfono a una compañía de helicópteros-taxi cuando por fin oyó el ruido de las aspas.

No llegaría a tiempo, pero al menos estaría en el aeropuerto. Y seguramente habría algún otro vuelo para Londres esa noche.

Deseando dejar la isla lo antes posible, Taemin tomó la maleta y atravesó los jardines en dirección al helipuerto, preguntándose si Minho iba a molestarse en decirle adiós.

El sol de la tarde era abrasador y, después de intercambiar unas palabras con el piloto, subió al helicóptero para protegerse del calor.

Un segundo después, Minho se reunía con el. Ya no llevaba pantalones de sport o bañador, sino un traje de chaqueta italiano que le quedaba a la perfección.

«Una relación sentimental está basada en algo más que el sexo», se recordó a sí mismo, mirando en dirección contraria para romper el hechizo sensual de su presencia.

Él intercambió unas palabras con su guardaespaldas y se sentó a su lado.

No pensaría ir con el al aeropuerto...

Taemin lo miró, sorprendido.

-¿Qué haces?

-Explorar el significado de la palabra compromiso -
le informó-. Mostrarte que puedo ser flexible si hace falta. Tú no quieres quedarte aquí, así que iré contigo.

¿Minho flexible?

Era tan flexible como una barra de hierro. Pero, por otro lado, estaba sentado a su lado en el helicóptero, de modo que...

-¿Lo dices en serio? ¿Vas a venir conmigo a Londres?

-Tengo negocios en todas partes y Londres no es una excepción. Y desde hace unas horas siento un deseo increíble de pasarme por esa oficina.

-Pues lamento decírtelo, pero hemos perdido el vuelo.

-El vuelo saldrá cuando yo diga. No vamos a perder el avión, no te preocupes.

-Sale a las... - Taemin miró su reloj- dentro de diez minutos. No creo que tú puedas hacer esperar a una línea comercial.

-Pero es que no vamos en un vuelo de una línea comercial, iremos en mi jet privado.


¿Su jet privado?

-¿Tienes tu propio avión?

-Por supuesto. Tengo oficinas por todo el mundo y a menudo tengo que acudir a reuniones de un día para otro. ¿Cómo crees que viajo, en una alfombra mágica?

-Pues mira, no lo había pensado. Pero creí que viajarías como todo el mundo.

-Yo no soy todo el mundo. Dos semanas desnudo en mi cama deberían haberte convencido de eso -
sonrió Minho.

Vividas, eróticas imágenes aparecieron en su cabeza y Taemin tuvo que hacer un esfuerzo para no echarle los brazos al cuello.

«Es una adicción», se recordó a sí mismo. «Y nadie se cura de una adicción si sigue tomando la sustancia adictiva».

-Minho... acordamos que serían dos semanas y las dos semanas ya han pasado.

-Pero las dos siguientes semanas están a punto de empezar.

-¿Es que desconoces el significado de la palabra «no»? -
repicó el, exasperado.
Minho se encogió de hombros.

-No se me da bien el «no» ni el «quizá» -admitió, sin el menor recato-. Pero estoy trabajando en «compromiso» y «conversación», así que, ¿quién sabe?

Taemin no sabía si reír o llorar. Y, por mucho que supiera que la presencia de Minho en Londres sería una complicación, le emocionaba saber que había cambiado sus planes por el. Iba a Londres para estar a su lado.

Desesperado, intentó contener esa absurda emoción. No debía creer que Minho estaba dispuesto a mantener una relación como haría un hombre normal porque él no era un hombre normal. Era Choi Minho y no cambiaría nunca.

En el aeropuerto, una azafata los acompañó hasta la zona VIP y a Taemin le costó mostrarse frío e indiferente cuando los recibieron en el avión como si fueran miembros de la realeza.

Una vez dentro, admiró el lujoso interior, asombrado.

-Es más grande que una casa. Y más cómodo.

-Viajo mucho, de modo que la comodidad es esencial. Hay un cuarto de baño, una sala de reuniones, un pequeño cine y un dormitorio enorme -
sonrió Minho.
El brillo de sus ojos indicaba que pensaba usar el dormitorio esa misma noche, pero Taemin apartó la mirada.

-Veo que eres más rico de lo que yo pensaba.

-Pues sí, soy enorme, indecentemente rico -
le aseguró él-. Por eso me pediste cinco millones de dólares para... tus gastos. Siéntate. Nos hemos perdido el almuerzo y estoy muerto de hambre.

Taemin se dejó caer sobre un sofá de piel color crema, preguntándose cómo sería tener tanto dinero.

No tener que preocuparse nunca por el futuro.

Una azafata les sirvió la cena y luego, discretamente, se alejó hacia otra zona del avión.

-No sabía que tuvieras una oficina en Londres -murmuró Taemin, tomando un sorbo de champán.

-Tengo oficinas en la mayoría de las ciudades del mundo. Pero no sabía que estuvieras interesado en mis negocios.

-Porque nunca hablamos de ello -
le recordó el.

-¿Quieres que pasemos la noche hablando de inversiones?

-No particularmente. ¿Qué vas a hacer en Londres?

Él levantó una ceja, irónico.

-Si tienes que hacer esa pregunta es que no he dejado claro el objeto de mi visita.

-¿De verdad vas a Londres sólo para estar conmigo?

-Por lo visto, tú querías un cambio de escenario, así que...

-No puedo creer que hayas cambiado tus planes por mí.

No quería, pero una pequeña luz de esperanza se había encendido en su interior.

¿Cruzaría el océano sólo por la satisfacción de volver a acostarse con él? ¿O había algo más en aquella relación?

-El sexo entre nosotros es asombroso, yeobo. Y en las relaciones debe haber cierto compromiso. Hoy por ti, mañana por mí. Tú me has enseñado eso.

La esperanza desapareció.

-O sea que vas a cambiar de país para seguir acostándote conmigo.

-Si lo que quieres es discutir, te advierto que hay suficientes turbulencias fuera del avión como para crearlas dentro -
suspiró él, estirando perezosamente las piernas-. Yo nunca he cambiado mis planes por un amante, así que tómatelo como un halago.

Taemin se mordió los labios, aunque le habría gustado darle una charla sobre el verdadero compromiso. Pero no tenía sentido discutir. ¿Para qué? Él no cambiaría nunca y cuanto antes lo aceptase, mejor.

-Pues no creo que podamos pasar mucho tiempo juntos. Yo tengo cosas que hacer.

Y un hijo al que atender. Un hijo en cuya existencia Minho no creía siquiera.

-Ya me imagino.

-Al contrario que tú, yo no tengo servicio en casa. He estado fuera dos semanas, así que tengo muchísimo trabajo.

-En la suite del hotel hay personal de servicio y una oficina si la necesitas -
sonrió él.

-No la necesito, trabajo en mi casa. Además, llevo fuera dos semanas, tengo gente a la que ver...

-Pero supongo que tendrás las noches libres.


Debería decirle que no. Debería decirle que su relación había terminado.

-Posiblemente -murmuró, dejando el tenedor sobre la mesa. Se le había cerrado el estómago-.

Podemos cenar juntos.

Cuando Yoogeun estuviera en la cama.

¿Qué había de malo en eso?, se preguntó a sí mismo. Estaba locamente enamorado de Minho. ¿Qué podía perder por pasar unos días con él?

Aterrizaron en Londres a las ocho de la mañana, a tiempo para quedar atrapados en el típico atasco matutino. Y Minho tuvo tiempo para preguntarse qué estaba haciendo allí.

Nunca en su vida había cambiado sus planes por un amante y mucho menos lo había seguido hasta el otro lado del mundo. El hecho de estar en Londres, una ciudad que no entraba en sus planes inmediatos, lo hacía sentir incómodo.

Y si necesitaba confirmación de que estaba actuando de una forma desconocida, sólo tenía que mirar el rostro de Taemin.

Era difícil decir quién de los dos estaba más sorprendido. Evidentemente, Taemin se preguntaba qué estaba pasando y era lógico. Minho seguía diciéndose a sí mismo que era sólo una cuestión sexual y, desde luego, la noche que habían pasado en el avión era prueba de ello. El hecho de que nunca hubiera hecho aquello por otra persona era algo en lo que prefería no pensar.

-No te he preguntado dónde vives.

-Compré un apartamento con tu dinero, ya te lo he dicho. Si me dejas en tu oficina tomaré el metro y nos veremos en tu hotel por la noche.

Minho lo miró, pensativo. ¿Iba a encontrarse con su amante?

-Muy bien.

Por la expresión satisfecha de Taemin, decidió que no estaba equivocado.

Le había asegurado que no había ningún otro hombre en su vida, pero las pruebas parecían demostrar lo contrario.

Había empezado a llover cuando llegaron a las oficinas de Inversiones Choi, situadas en Canary Wharf junto a muchos otros bancos mercantiles.

-Mi chófer te llevará a casa -le informó, inclinándose para darle un beso en los labios-. Pediré la cena para las ocho.

Y después de eso, pensaba hacer que Taemin se olvidase de cualquier otro hombre. Nunca había encontrado competencia y estaba convencido de que no sería un problema en aquel caso.

Después de darle instrucciones al chófer, Minho salió del coche, pensando en el jaleo que iba a armar entrando en una oficina que no estaba preparada para su llegada.

Rodeado de miembros de su equipo de seguridad, que habían ido en un coche detrás de él, entró en el edificio intentando pensar cómo iba a justificar su inesperada visita al asombrado equipo.

Taemin pasó el día arreglando papeles, hablando con Jonghyun y mirando el reloj, esperando la hora de ir a buscar a su hijo.

Cuando la pequeña figura apareció en la puerta del colegio, le sorprendió más que nunca el enorme parecido con su padre. Tenía el mismo pelo negro, los mismos ojos grandes y oscuros. Quizá porque había pasado dos semanas con Minho, el parecido le resultaba más notable, pensó, mientras lo apretaba contra su corazón. Lo había echado tanto de menos...

Charlaron sin parar mientras volvían a casa y siguieron charlando mientras hacía un té. Estaba fregando las tazas cuando sonó el timbre.

-¡Voy yo! -dijo Jonghyun, sonriendo-. Ustedes dos tienen muchas cosas de qué hablar.

Salió de la cocina, pero volvió enseguida. Y la sonrisa había desaparecido.

-¿Quién...? - Taemin no terminó la frase al ver la alta y poderosas figura de Minho en el pasillo.
¿Qué estaba haciendo allí?

-Minho... habíamos quedado en el hotel a las ocho.
-Terminé en la oficina antes de lo que esperaba y decidí darte una sorpresa.

-Pero si no sabías mi dirección...

-El chófer sí -
dijo él, mirando al niño. Su fría expresión se convirtió en una de total perplejidad-. Omo... no puede ser.

-¿Qué es lo que no puede ser? Te lo he dicho mil veces -
replicó Taemin.

-Pero tú sabías que no te creía...

-Deberíamos salir para hablar de esto.


Por un momento, él no respondió. Parecía haber perdido el habla.

-¿Por qué? -preguntó, sin dejar de mirar al niño-. ¿Cómo es posible que descubra esto ahora, después de siete años?

Taemin contuvo el aliento. Estaba a punto de abrazar a su hijo para que no se asustara. Pero el niño no parecía asustado. Todo lo contrario, parecía fascinado.

-Te pareces a mí.

Minho respiró profundamente.

-Sí.

Taemin cerró los ojos, preguntándose por qué su hijo no había nacido con el pelo rojo como él.

Pero no era así. El parecido entre Minho y Yoogeun era tan grande que no podía tener duda alguna.
Por primera vez desde que conoció a Choi Minho todas las emociones estaban impresas en su rostro y la visión de un hombre tan particular revelándose completamente la apenó.

Taemin contuvo el aliento, rezando para que no dijera nada que pudiese herir a su hijo.

No lo hizo.

En lugar de eso, se puso en cuclillas para mirarlo a los ojos.

-Me llamo Minho.

-Pareces enfadado. ¿Por qué estás enfadado?

-No estoy enfadado. Es que... no esperaba conocerte.

-Yo me llamo Yoogeun. Choi Yoogeun.


Minho cerró los ojos un momento.

-Es un nombre muy lindo. ص

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